Cine

La extraña que me hizo llorar

Carlos César Silva

20/04/2012 - 05:05

 

Escribo este artículo por pura necesidad. Tengo unas ganas espantosas de expresar lo que siento. Una serie de emociones discurren por mis entrañas, hacen que mi estómago se estremezca y mi corazón se aflija.

He resuelto valerme del arte de Milan Kundera y Albert Camus, he resuelto utilizar la palabra escrita para expulsar de mis adentros las impresiones que ahora me conmueven, y así conseguir estar más tranquilo conmigo y con los demás.

Voy a referirme a continuación a mi experiencia con La extraña. Voy a decir lo que ella me ha hecho sentir. Trataré de no omitir nada, aunque no descarto que la memoria o la vergüenza me traicionen.

La extraña me conmovió apenas la vi. Su tragedia me condujo a reflexionar -de una forma en que yo nunca lo había hecho- sobre el sufrimiento ajeno. Ella me confirmó que más allá de la religión, la cultura, la política, y la economía, estamos los seres humanos con nuestra carne y nuestros huesos, con nuestras desdichas diarias, con nuestras almas solitarias ansiosas de amor, y con nuestras ilusiones de vivir en un mejor mundo.

Gracias a La extraña descubrí que, aunque la maldad hace presencia en los distintos espacios de la vida, aunque la maldad anda vista de gloria, la bondad, la ternura, y el amor de una madre hacia su hijo, persisten, se niegan a esfumarse, y se convierten en razones suficientes para darle sentido a la vida y enfrentar a las adversidades.

Ella, La extraña, me dijo que la incomprensión -que puede alcanzar a ser lo mismo que la maldad- no empequeñece la devoción que tenemos por disfrutar de un abrazo a un hermano, de un beso a una madre, de una caricia a una novia. No empequeñece el fervor que tenemos por ser libres. Al contrario, la incomprensión hace que nos aferremos más a esto.

Al ver a La extraña no pude evitar sentirme como un extraño. Ella me hizo entender que -pese a los sacrificios normales de una vida sin abundancias como la mía- soy un privilegiado. En cualquier parte del mundo, tal vez más cerca de lo que yo creo, puede haber un ser humano que, sin interesar el color de su piel ni su idioma ni sus costumbres, está padeciendo en realidad lo difícil que es la vida. Me sentí como un extraño porque me encontré restringido a no ver las desdichas más allá de mi entorno personal y familiar.

La extraña, esa que creo que me ha humanizado más, esa que habla sobre las libertades y las desgracias, es una película alemana, que fue dirigida y escrita por Feo Aladag, quien se hizo famosa en Europa como actriz de televisión y luego sorprendió a la crítica especializada con este drama, que es su ópera prima.

El titulo original de la película es When We Leave. Este filme alcanzó en el Festival de Tribeca (el cualfue creado por el productor de cine Jane Rosenthal y el actor Rober De Niro como una respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001), los premios al mejor largometraje y a la mejor actriz. Y también fue elegida en el 2010 para representar a Alemania en los Oscar.

Según Feo Aladag, La extraña surgió del interrogante: ¿Qué es lo que nos hace unir nuestro amor de tal manera que las similitudes sean más poderosas que nuestras diferencias? Feo Aladag ha expresado que esta película es una metáfora de todo lo que hace parte de su vida: la política, la moral, lo social, etcétera. Mejor dicho, es una metáfora de lo que hace parte de la vida de cualquier persona.

La extraña narra la historia de Umay, una mujer que proviene de una familia turca integrada a la sociedad alemana. Umay vive en Estambul junto a su esposo, quien la maltrata cruelmente tanto a ella como a Cem, el pequeño hijo de ambos. Aburrida de los abusos de su marido, Umay se escapa de Estambul con su hijo y regresa a Berlín a vivir con su familia de origen.

La familia de Umay está aferrada a las costumbres musulmanas según las cuales es el hombre quien tiene la autoridad sobre todo el hogar. De manera que, lejos de mejorar la situación, a Umay le toca enfrentarse a la incomprensión y a los dogmas religiosos de sus familiares, para quienes ella no es más que una extraña que ha dejado a su hijo sin padre.

Umay, la extraña Umay, se ve obligada, entonces, a abandonar también la casa de sus familiares, quienes se han atrevido a aseverar, incluso, que Cem, ese niño de ojos negros y grandes y de una madurez sorprendente para su edad, debe  regresar a Estambul con su padre, así sea solo, sin la extraña.

Aunque Umay acumula fuerzas para emprender una nueva vida junto a su hijo, la necesidad que tiene de contar con el cariño de sus familiares la conlleva a tratar de reconciliarse con ellos, pero lo único que encuentra es rechazo, maltrato, y humillaciones. En medio de su angustia, Cem siempre aparece con su ternura y la anima a seguir hacia delante. Cada vez que la ve acongojada, se acerca a ella, le soba la cabeza, y la abraza con fuerza, como haciéndole saber que nunca va a dejarla sola. (Las manifestaciones de afecto de Cem hacia la extraña, me hicieron percatar de lo poco cariñoso que a veces soy con mis seres queridos).

Un día, el padre y los dos hermanos de Umay, se reúnen y hablan sobre lo  decepcionados que están de ella, sobre su conducta extraña, y sobre la vergüenza que les está haciendo padecer ante la comunidad musulmana. Luego, uno de los hermanos de Umay (el menor), ante la mirada confundida de Cem, en una calle de Berlín, la apunta con una pistola. El adolecente tiene el compromiso de asesinarla, pero no se atreve. Sabe que su hermana lo quiere, que más allá de su actitud rara, ella lo lleva en su corazón. Así que deja caer la pistola al suelo y, trastornado, sale corriendo.

Umay, llorando, levanta a Cem y lo abraza. El niño queda mirando hacia la parte de atrás de la extraña. Cuando el otro hermano de Umay (el más conflictivo), se acerca rápidamente por la espalda de ella con un cuchillo, Cem se lo advierte y ella voltea. Al mismo tiempo que la extraña realiza este movimiento, su hermano le manda un cuchillazo a los pulmones. Pero con el giro, el cuchillo no penetra en la espalda de Umay, sino en la de Cem. Umay queda en silencio. Mira a su hermano, mira el cuchillo ensangrentado, mira a Cem desplomarse entre sus brazos. Luego grita. Grita de desconsuelo, de angustia, de inconformidad. Grita porque ama a su hijo, grita porque siente pena por su familia.

Yo también grito. Estoy en mi cuarto, acostado en la cama. Estoy viendo a La extraña en mi computador portátil. Grito de dolor, de impotencia. Siento que el cuchillo que penetra la espalda de Cem, ahora penetra mi corazón. Estrello contra el suelo los audífonos, pataleo, me jalo los pelos de la cabeza.

De repente dejo de soltar alaridos. Menos perturbado, me acuesto bocabajo y comienzo a llorar. Pienso en Cem, en Umay, en mis seres queridos, en mí. Lloro porque La extraña es tan humana como el amor y el odio, como mis virtudes y mis defectos. Lloro porque trato de ser fuerte y no permitir que nadie ni nada vulneren mi vida y, sin embargo, por más que me esfuerzo, por más que intento blindarme, siempre hay algo que pone a prueba mi sensibilidad y hace humedecer mi alma.

La vida es una tensión constante entre el bien y el mal. Hay unos que eligen o les toca el camino de ocasionar daño. Hay otros que eligen o les toca el camino de luchar para librarse del dolor. Y hay otros, los cuales conformamos la mayoría, que andamos por ambos caminos y, a veces, actuamos como si no tuviéramos los pies sobre la tierra.

Milan Kundera y Albert Camus comprendieron -esto puede uno deducirlo de sus obras- que la única o la principal misión que tiene el arte es la de mostrarnos a través de sus trucos y de manera critica como es en realidad la vida.

La extraña, al igual que La insoportable levedad del ser y El extranjero,es arte. Por eso me hace ruborizar, patalear, gritar, llorar. Por eso me hace ver lo que normalmente no veo o me rehúso ver.

La extraña me baja de la nube de la ingenuidad, me da varias bofetadas, y me llena de motivos suficientes para salir corriendo, como ahora, a gritarle a todo el mundo lo que pienso y siento.

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