Historia

Gaitán: el caudillo del pueblo

Nicolás Fernando Ceballos Galvis

11/04/2024 - 04:55

 

Gaitán: el caudillo del pueblo
Jorge Eliécer Gaitán Ayala en pleno discurso / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

“Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí y la oligarquía no me mata porque sabe que si lo hace, el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal”.

(Jorge Eliécer Gaitán Ayala)

 

Seguramente orquestado por esa abominable oligarquía liberal conservadora de la que tanto se opuso con vehemencia, a 76 años de su fatídico magnicidio que desencadenó una asonada de proporciones estentóreas, traducida en el tristemente célebre acontecimiento denominado, “El Bogotazo”, acaecido el 9 de abril de 1948, con un saldo de por lo menos 3.000 civiles perecidos en la ciudad capital -de acuerdo al registro noticioso que insertó en sus preliminares el diario El Tiempo, para la época, propiedad del ex presidente liberal (1938-1942), Eduardo Santos Montejo-, esta patria colombiana que, si así se quiere, bien podemos seguir retratando a través de los dicientes pasajes que dicta la proclama vallenata propiedad del finado, Romualdo Brito, titulada “Yo soy el indio”, con suma colombianidad cantada hace más de treinta años por Diomedes Díaz en la que reza: “Yo soy el indio guajiro de mi ingrata patria colombiana; que tiene todo del indio, más sin embargo, no le dan nada; no hay colegio pal’ estudio, ni hospital pa’ los enfermos; todavía andamos en burros, y en cayuquitos de remo; entonces, cual es la vaina, qué es lo que pasa con nuestro pueblo; el gobierno no da nada y nos censura por lo que hacemos; nos dejan la mala fama con sus periódicos embusteros; nos dejan los socavones y se llevan lo bueno que tenemos”, aún está volcada y las aguas no han regresado a su nivel normal. Y si no lo creen, basta entonces con que, una vez desaparecida la figura de “El caudillo del pueblo”, echemos un vistazo por las páginas, de contera, diluidas y ensangrentadas, de nuestra (¿bella?) historia política republicana para comprobarlo.

Indistintamente que a los antiquísimos hombres de Estado, adscritos al otrora Partido Liberal, (fundado el 16 de julio de 1848), se les refiera como caudillos, -incluso, hasta con ínfulas, algunos, de haber dirigido la primera magistratura de la Nación-, el también “Caudillo Liberal”, Jorge Eliécer Gaitán Ayala, conocido así, primero, por su irrestricta defensa, a través de su magnánima oratoria, hacia las causas sociales al interior de una Colombia política y socialmente convulsa, a mediados del siglo pasado, y, luego, por comandar, antes de su deceso, su propia colectividad al ganarle el pulso al ex presidente, Eduardo Santos, nació en el barrio Las Cruces de la ciudad de Bogotá (hoy, adscrito a la localidad (3) de Santafé, anexa al Distrito Capital), el 26 de enero de 1903: lustro en el que, entre otras cosas, descansaba el fin de la “Guerra de los Mil Días”, entre liberales y conservadores, y, a la postre, el nefasto suceso contentivo a la pérdida de Panamá, concluido, de remate, por el mismísimo mandatario de la época (1900-1904), el vetusto conservador, José Manuel Marroquín, al aducir: “¿Y qué más quieren los colombianos? Me entregaron una república y les devuelvo dos”; pero con la salvedad que la completa y minuciosa historiografía de aquella perdida se encuentra inmersa por el trasegar de las páginas del ilustrado tratado “Panamá y su separación de Colombia: una historia que parece novela” (Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1972), escrito por el intelectual cartagenero, Eduardo Lemaitre Román.

Abogado de la Universidad Nacional (1924) con tesis de grado titulada “Las ideas socialistas en Colombia” y doctor en jurisprudencia de la Real Universidad de Roma (1927), especializado en el campo del derecho penal, con tesis laureada “El criterio positivo de la premeditación” que le adhirió a tal distingo el premio Enrico Ferri en honor al jurista itálico, quien, a la postre, fuese su profesor, fue testigo, por antonomasia, del periodo retratado al interior de los anales de la historia política colombiana bajo el rótulo, “La República Liberal”, dirigida por los mandatarios nacionales Enrique Olaya Herrera (1930-1934); Alfonso López Pumarejo (1934-1938 / 1942-1945), -a cuyo primer periodo presidencial se le asignó el mote de la “Revolución en Marcha”-; Eduardo Santos Montejo (1938-1942) y los designados por esto de los quiebres institucionales que se presentaron en el segundo gobierno de López, hasta con intentona de golpe de Estado militar, Darío Echandía (1943-1944) y Alberto Lleras Camargo desde 1945 hasta 1946, lustro por el cual nuevamente el aupado Partido Conservador, (en ese entonces bajo las riendas de “El hombre tempestad”, Laureano Gómez Castro, sedicioso cogobernante de Ospina, ultraconservador doctrinario a rajatabla con credenciales incluidas colgadas de su añejo cuello en calidad de representante plenipotenciario del nazismo alemán en Colombia y apodado por sus confutadores liberales, “El monstruo”), recupera el poder ejecutivo, a modo de “nueva hegemonía”, en cabeza del vencedor de la contienda, Mariano Ospina Pérez, para el periodo 1946-1950, pues recuérdese que, a fin de cuentas, los liberales llegaron divididos a la elección presidencial entre el candidato del partido, Gabriel Turbay, y, el disidente, Gaitán.

Conmemórese que el propio Ospina para “calmar las aguas” nacionales por aquello del asesinato de Gaitán, no tuvo más remedio que reavivar y, de paso, convocar inmediatamente a la “Unión Nacional”, concertando, primero, con el  ala liberal y, de paso, proponer una especie de “gobernanza cruzada” en la que liberales y conservadores (o viceversa), trabajaran conjuntamente al interior de las corporaciones uninominales, tratándose de una semilla arrojada en tierras mojadas de sangre que, a fin de cuentas, terminó con la concreción del “Pacto de Sitges”, protocolizado el 20 de abril de 1957, entre el liberal, Alberto Lleras Camargo, y el grandilocuente “Hombre tempestad”, Laureano Gómez, que terminó dándole alas al “Leviatán” del nauseabundo “Frente Nacional”, que, bajo su égida, permitió que las facciones tanto del liberalismo como del conservatismo se turnaran la riendas del Estado por dieciséis años, es decir, desde 1958 a 1974.

Pero antes de ese acontecimiento en el que, por infortunio, los liberales perdieron el poder presidencial a manos del conservatismo, habrá que traer a colación su protagonismo, fundamental, desde luego, en el derribamiento de la “Hegemonía conservadora”, (1886-1930), pues, sin sonrojo alguno, puede afirmarse que producto de su debate parlamentario de 1929 sobre la terrorífica “Masacre en las bananeras” cuya sombra aún se asoma por algunos ventanales fisurados de la vida nacional, generó la estocada de muerte a dicha corriente, (iniciada, en principio, por la condescendiente constitución de 1886 a órdenes del “Regenador” cartagenero, Rafael Núñez Moledo, quien, en dicho espacio político, tuviera un periodo de gobierno, entre 1887 a 1888), en efecto, presidida para el periodo 1926-1930 por Miguel Abadía Méndez.

Así pues, el completísimo debate indexado en “1928: La masacre en las bananeras” (Ed. Los Comuneros, 2ª. Ed. Bogotá, 1972), dispone en su presentación el presente apartado: “Hacía falta en el ámbito bibliográfico nacional una obra como “LA MASACRE EN LAS BANANERAS”. Ella viene a llenar un vacío dentro de nuestra historia contemporánea, máxime si se tiene en cuenta que la versión oficial de la historia colombiana, ha tratado por todos los medios de omitir o distorsionar este sangriento episodio, que el enclave colonialista de la United Fruit provocó en la zona bananera del Magdalena en el año de 1928 y, que marcó un hito en la lucha de la clase obrera colombiana”. (Págs. 5-6).   

Adicional a ello, enmarca tres acápites (pág. 6) de la obra cumbre del Nobel de Literatura (1982), Gabriel García Márquez, “Cien años de soledad”, a saber: “El Decreto número 4 del Jefe civil y militar de la provincia, Carlos Cortés Vargas… “en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas CUADRILLA DE MALHECHORES y facultaba al ejército para matarlos a bala”. (Pág. 256); “Debías ser como tres mil.” (Muertos). (Pag. 259); y “En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”. (Pag. 261).

En ese sentido, cercano a los avatares políticos que transcurrían en el país conservador de los años veinte, del siglo pasado, desde sus tiempos de estudiante universitario se interesó por los asuntos políticos decidiéndose completamente por los mismos hasta su último día de vida: unido al debate histórico, ya mencionado, fundó en 1933 la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR); en el primer periodo presidencial de López Pumarejo fungió como alcalde de Bogotá, entre 1936 y 1937; magistrado de la Corte Suprema de Justicia (1940); en 1941, es llamado por el presidente Santos Montejo para encargarlo del sector educación por intermedio del ministerio del ramo para tal fin; senador en 1943 y ministro de trabajo durante la presidencia interina de Darío Echandía (1943-1944) para, finalmente, proclamar, en 1946, su candidatura a la presidencia delante de sus más fervorosos copartidarios que, en síntesis, significaban el pueblo.

Crítico de esa oligarquía liberal conservadora, supo mantener su protagonismo al interior del Partido Liberal, indistintamente de los desacuerdos presentados en lo más profundo de la interna de la colectividad, conllevando a independizarse, primero, con la UNIR, o con el pueblo, para finalmente candidatizarse a la presidencia; o sus posiciones ideológicas que lo ubicaron, sino, en el ala del socialismo, entonces, en el espectro de la izquierda política, sucintamente definida como una figura contraria al sistema, bien como siempre estuvo a lo largo de su carrera política: contra el sistema y deseoso de cambiarlo, en defensa, claro, del desvalido, del campesino, de la clase obrera, de las muchedumbres y de ese mismo pueblo que lo aclamaba.

Eran los tiempos donde se enfrentaban dos caudillos: Gómez, por los conservadores, y Gaitán, por los liberales, -o, bueno, por el verdadero pueblo, si se quiere, liberal-, que lo acompañó hasta el punto de inmolarse por su persona, “El caudillo del pueblo”, en “El Bogotazo”: suceso que dio inició al fomento, en todo su esplendor, de otro episodio, lamentable, por cierto, con registro previo en los anales de nuestra historia conocido como “La violencia”, dibujada a la perfección por Monseñor Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna a través del texto “La violencia en Colombia: estudio de un proceso social”. (Ed. Tercer Mundo, 2ª. Ed. Bogotá, 1962).

Así cayó de bruces Gaitán: “El reloj de la iglesia de San Francisco marcaba la 1:05 de la tarde cuando Juan Roa Sierra, un hombre de 26 años que al mirarse en un espejo veía la imagen del general Santander, se paró junto a la entrada del edificio Agustín Nieto Caballero (carrera séptima entre calles 14 y 15), alistó un viejo revolver y disparo cuatro veces…”. (CEET. (2000). Siglo XX a través de EL TIEMPO, Sección 1948. Bogotá, 1ª. Ed.), mientras en su agonía y, antes de exhalar su último suspiro, sentenció: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo. Y el pueblo es mayor que sus dirigentes”.

In memoriam de Jorge Eliécer Gaitán Ayala (Bogotá, 26 de enero de 1903; ibidem, 9 de abril de 1948).

 

Nota para el lector: Me han hecho dos observaciones relacionadas sobre el artículo de mi propiedad “Jorge Oñate, la leyenda” (PanoramaCultural.com.co, 4.IV.2024) las cuales me permito subsanar de la siguiente manera: amablemente acota el lector: “Nelson Díaz nunca fue acordeonista, el tocaba saxofón o clarinete”. Es cierto, toda vez que, de acuerdo al artículo de prensa: “Murió Nelsón Díaz, intérprete de ‘Que me coma el tigre’” (EL TIEMPO, 10.X.2010), refiere: “conocido en su pueblo como 'Pitosolo', debido a que su grupo original no tenía ningún otro instrumento de viento salvo su clarinete, Díaz también ejecutaba saxofón y trompetas”. Adicional, añade el lector: “en el trabajo discográfico que grabó Jorge Oñate con Nelson Díaz no se escucha acordeón por ningún lado”. Cierto, pues, de acuerdo al sitio de discos, DISCOGS, el LP de la época se enmarca dentro de los ritmos fandango, porro, paseaito, cumbia y paseo, más una coletilla adicional al interior de la caratula trasera que reza: “NELSON DIAZ es un nombre mágico en el baile, es la Fiesta, la Parranda, en el Jolgorio, la Gozadera, el Regocijo. Estar con NELSON DÍAZ, participar de su música, encontrarse en su ambiente, meterse en su mundo es sumirse en la más grande y maravillosa experiencia frenética y alucinante de movimiento, danza, jaleo. Afirmativa y categóricamente NELSON DÍAZ Y SU COMBO le dicen a todo el país CONMIGO ES EL BAILE. No lo dude. El no se queda en la simple amenaza”.

 

Nicolás Fernando Ceballos Galvis

Sobre el autor

Nicolás Fernando Ceballos Galvis

Nicolás Fernando Ceballos Galvis

Comunicación sin fronteras

Comunicador social egresado de la Fundación Universitaria San Alfonso (Bogotá, 2015), destacó, allí, por su informe especial relativo al XII Congreso de teología moral: “La objeción de conciencia: ¿un derecho de la persona?” (Bogotá, 2012), y, en 2014, siendo monitor del Centro de Producción Multimedia y Audiovisual, colaborando, principalmente, en el Boletín Institucional, “Máxima Alfonsiana”, en calidad de redactor. En 2015, fue ponente del Primer Encuentro Interinstitucional sobre Investigación Interdisciplinar, base para la realización del trabajo de grado grupal a efecto de optar el correspondiente grado bajo el título “La investigación interdisciplinaria en la Fundación Universitaria San Alfonso”.

Asimismo, participó, en sus tiempos de bachiller, en el “Primer Concurso de Cuento, Poesía y Dibujo Infantil y Juvenil por la Paz de Colombia” promovido por el Grupo Editorial EDUCAR (2006) y ya en calidad de periodista independiente, obtuvo, en 2022, el primer puesto (categoría crónica corta) por el escrito de su autoría, “Diario de ‘Villa Imperial’”, expuesto al interior del concurso “La realidad de nuestro territorio a través de tus ojos” promovido por la Secretaría de Mujer y Juventud de la Alcaldía del municipio de Funza, Cundinamarca.

Participante en diversos simposios y capacitaciones académicas relacionadas con su carrera tanto a nivel nacional como internacional, desde 2019 cuenta con una amplia experiencia en el sector de las publicaciones periodísticas independientes a través de su blog personal, “Comunicación Sin Fronteras”, bajo la elaboración de artículos de interés general con énfasis, principalmente, en asuntos culturales o de reflexión social; musicales (en especial, sobre su admirado folclor vallenato, asuntos netamente salseros y rancheros) y temas futbolísticos, “a sol y sombra”, en remembranza del título del libro que evoca este deporte de la autoría del extraordinario, ya fenecido, cronista uruguayo, Eduardo Galeano.

Ahora, este joven bogotano, “con corazón costeño”, pretende cultivar un constructo social que, desde diversas temáticas, logre cautivar al público lector mayoritario de PanoramaCultural.com.co a través de sus opiniones reflejadas al interior de su tribuna la cual ha decidido titular, igualmente, con el mote de su blog personal en honor a su trabajo periodístico independiente.

@NicolasFCG1

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Detrás de las huellas del radicalismo liberal: Santiago Pérez Mendoza (1936-2020)

Detrás de las huellas del radicalismo liberal: Santiago Pérez Mendoza (1936-2020)

  Entre el 4 de febrero y el 8 de mayo de 1863, el general Tomás Cipriano de Mosquera (liberal moderado) y los radicales José Hilar...

El Tratado de Tordesillas o la repartición del mundo

El Tratado de Tordesillas o la repartición del mundo

  El año 1492 marcó el fin de la presencia musulmana en la península ibérica después de casi ocho siglos de constantes contienda...

Las culturas prehispánicas: desarrollo de la agricultura y la orfebrería

Las culturas prehispánicas: desarrollo de la agricultura y la orfebrería

  En el territorio que hoy conforma la República de Colombia habitaron un amplio número de culturas precolombinas, la mayoría d...

Las dos Beatriz de la conquista

Las dos Beatriz de la conquista

La cautivante historia de dos mujeres indígenas bautizadas por los españoles con el nombre de Beatriz nos ofrece nuevas luces sobre...

Rocky Valdez, un astro del boxeo

Rocky Valdez, un astro del boxeo

  El 14 de marzo de 2017 fallecía Rocky Valdez. Tenía 70 años y en su mirada seguía brillando la osadía, el garbo y la pasión d...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados