Literatura
Las inquietudes y ventajas de los pequeños editores
En una serie de conferencias realizadas por el Ministerio de Cultura, figuras de la talla de Alejandro Katz, Isabel Macías y Jacobo Siruela dieron a conocer sus impresiones sobre las principales dificultades y retos de la industria editorial y participaron en la construcción de un diálogo abierto y franco, en el que no estuvo exento el debate.
El grupo de editores, libreros y el público en general tuvo la oportunidad de conocer el oficio de la edición, así como la importancia que cobra hoy en día el hecho de estrechar los vínculos entre unos y otros con el fin de consolidar nuevos espacios para la promoción y difusión del libro de calidad, que muchas veces suele dejarse de lado para publicar otros libros de menos interés literario pero más provechosos en términos comerciales.
“Un editor hace treinta años podía equivocarse en la elección de un autor que al final saliera con un chorro de babas, porque se trataba de una apuesta; pero el hecho es que hoy se publica a pesar de saber a ciencia cierta que tal o cual autor es un baboso, debido a que en el mercado hay otros 1.500 babosos que terminan comprando su obra”, comentó el librero Iván Granados.
Luego de la ofensiva desplegada por grandes grupos editoriales en los años noventa en España, para ocupar el mayor espacio posible en las estanterías, los pequeños editores decidieron embarcarse en una lucha sin cuartel que determinó una insospechada apuesta por nuevos géneros y autores, bajo la convicción que desde aquél frente podía hacerse algo distinto.
“Intentamos provocar una cierta ruptura de esa uniformidad, a través de una ruptura que vista con los ojos de ahora tuvo un carácter muy respetuoso, en la medida que nunca existió la intención de hacernos notar, sino más bien de comenzar a ganar un espacio dentro de las librerías para ir ganando a nuestros propios lectores de uno en uno, aunque respetando nuestros propios espacios”, comenta sobre el particular Valeria Bergalli de la Editorial Minúscula.
Panorama que a su turno fue avalado por el editor a cargo de Páginas de Espuma, Juan Casamayor, quien decidió especializarse en la publicación de cuentos. “Hemos conseguido ser una de las pocas editoriales independientes cuyo flujo de autores funciona al contrario que en las grandes editoriales: los escritores que publican en grandes grupos o en grandes editoriales independientes publican ahí sus novelas, mientras que los libros de cuentos vienen a nuestra editorial”, asevera además de insistir en la importancia de consolidar un catálogo para cualquiera que haga parte del oficio editorial.
“Este tipo de especialización no está amparada por los grandes grupos en la medida que para ellos prima la novela, mientras que para nosotros la publicación de cuentos es lo fundamental”, agrega destacando la importancia de fortalecer los circuitos de distribución.
No obstante, sabiendo que el mercado del libro todavía sufre los rigores de la crisis económica, sobre todo para el caso de España, editores como Bergalli se ven abocados a intentar sobrevivir con otro tipo de propuestas, en la medida que el crecimiento del público y las cifras de ventas no solo continúan estancadas sino que además registran una alarmante tendencia a la baja.
“Autores de carácter si se quiere periférico, y a mi modo de ver diría que más bien singulares, registran un creciente interés por parte de esos lectores que están ávidos de descubrir nuevas cosas”, explica la editora, para concluir que su ambición es la de allanar el camino para que se pueda continuar registrando ese proceso.
De acuerdo con Jacobo Siruela, cuyo nombre es todo un hito dentro de la industria, “mientras que las editoriales grandes están obligadas a seguir las leyes del mercado, las pequeñas pueden hacer caso omiso de este tipo de factores”, subraya haciendo énfasis en la absoluta libertad para publicar, que a su juicio se ve ampliamente limitada en los grandes grupos, sin por ello negar la dependencia que se tiene del mercado.
“A pesar de que la cultura y el comercio son dos cosas irreconciliables, pues hay que hacerlo; y eso es lo que hacen las editoriales que en realidad son independientes”, asegura Siruela insistiendo en la necesidad de que los editores sigan sus propios criterios al margen de las ventas.
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