Ocio y sociedad
Abuelas: estirpe de titanes
Cada vez que les nace un nieto, se les agigantan las manos y se funden en un abrazo eterno con todos los inquilinos de las constelaciones.
Para las abuelas es la prórroga de su maternidad, sobre todo cuando el nido se les quedó silencioso y vacío.
Por eso, al tomar en brazos a ese niño en el que palpita de nuevo su propia sangre, se reactiva la fábrica arrullos, sonrisas y canciones de cunas, fertilizando el semillero de los sueños que les hicieron falta, o aquellos que ya se les destiñeron.
Existen abuelas para todos los gustos: las hay con la sangre vertical del roble y la estirpe invicta de los titanes, capaces de desactivar tormentas y salir victoriosas con solo tocarle la frente a su nieto.
Abuelas con el plumaje de la terca golondrina acostumbrada a anticipar, ella solita y contra todos los pronósticos, la llegada del verano en medio del más feroz de los inviernos.
Abuelas graduadas de confidentes, dueñas y señoras de asilos y silencios, mientras retiran, una por una, las espinas que hieren los pies del caminante y desangran el alma del soñador.
Abuelas consejeras, económicas e infalibles: solo exigen como recompensa un beso en la frente y, si alcanza, el perfume de una flor.
Abuelas que jamás se marchitan ni fatigan de entregar la cosecha de su despensa y lo que le queda en su monedero.
Abuelas que dejan abiertas puertas y ventanas sin importarles el ardor de las ofensas o el frío de la ingratitud, pues permanecen erguidas derramando sobre sus nietos, el incienso del perdón y los milagros de sus oraciones.
Abuelas que abonan las alas de la libertad, al mismo tiempo que fertilizan raíces con la esperanza inquebrantable de que jamás olviden para dónde van y, sobre todo, de dónde vinieron.
Y en esta época del ipso facto, no es raro encontrar abuelas que le ganan la batalla a los almanaques, a las canas, al Alzheimer, a las arrugas, sin dejar de ser abuelas de verdad verdad.
Los altos tacones, el prodigioso bisturí, las cremas de juventud instantánea, las molestosas pero imprescindibles fajas abdominales, alteraron, por siempre, la fecha exacta de su nacimiento... Ya no festejan cumpleaños, tampoco aceptan turnos preferenciales en autobuses o bancos, por el contrario, hacen pactos sagrados con sus nietos, a quienes sobornan con pudines y conos de chocolate, con tal que, en público y sobre todo frente a desconocidos, les llamen, sencilla y cariñosamente, “Tía”.
Henry Vergara Sagbini
Sobre el autor
Henry Vergara Sagbini
Rocinante de papel
Profesor y médico. La columna “Rocinante de papel” es una mirada entrañable a la historia y geografía del Caribe, y en especial de Cartagena (ciudad donde reside el autor).
1 Comentarios
Bellísima crónica
Le puede interesar
Más allá del Sí o el No
“Yo dije que no iba pa’ la marcha campesina de las Farc y, por enfrentar la guerrilla, me tocó salir como volador sin palo hasta...
Natalia Gnecco: “El talento de nuestros colegas latinos es increíble"
A finales del 2006 llegó a Montreal la periodista colombiana Natalia Gnecco, en esta ciudad se quedaría por espacio de seis años par...
Un reinado de belleza para dar visibilidad a Valledupar
Si bien es cierto que los concursos de belleza abundan en el Cesar, Valledupar carecía hasta ahora de un concurso de belleza que le ot...
Ya comienza la conmemoración de los 50 años del Cesar
¡Este es un rincón bendito! Eso es lo que dicen los forasteros que llegan aquí y se encuentran con 22 mil 925 kilómetros cuad...
Noche de música y baile árabe en Valledupar
La música árabe se instala en el panorama valduparense. Durante la noche del martes 30 de julio, Valledupar podrá disfrutar del inte...