Opinión

Resaca de vacaciones

Diógenes Armando Pino Ávila

16/01/2015 - 07:30

 

El país apenas comienza a desperezarse (nunca se desespera), con prolongado bostezo, apenas empieza a despertar, después de esa larga siesta de las vacaciones decembrinas. Los estudiantes todavía duermen a pierna suelta hasta la media mañana. Las playas del Caribe colombiano comienzan a clarear, disminuye la afluencia de turistas nacionales. En los terminales de transporte ha mermado el bullicio. Las carreteras del país adquieren su flujo regular de vehículos.

En las empresas, las fábricas, los puestos de trabajo se escuchan risas o carcajadas motivadas por las anécdotas contadas por los trabajadores, aventuras ocurridas en estas largas vacaciones. Los interioranos que pasaron vacaciones en la costa, muestran como un trofeo las ronchas y granos que les ocasionaron los zancudos y orgullosos exhiben al descubierto el bronceado de su piel o sus quemaduras desolladas, producto de canícula solar de la costa.

Costeños y cachacos, aumentamos algunos kilos de peso en estas vacaciones, producto del relajo o relax, para que sea más fino, con que tomamos la vida en este corto tiempo vacacional. Rompimos las normas con que acostumbrábamos a comportarnos, comimos y bebimos en exceso, nos acostamos entrada la madrugada, nos levantamos casi al medio día. Nos dimos la vida muelle que siempre hemos querido tener, pero lo bueno no dura mucho, se acabó.

Hay que retomar la normalidad de la vida, hay que trabajar, hay que pagar los recibos de agua, luz, teléfonos, acceso a La Internet. Hay que responder a una producción. Lo peor: descubrimos que tenemos un jefe gruñón (lo habíamos olvidado). Hay que cumplir con un horario estricto, hay que madrugar todos los días para no llegar tarde al trabajo. En fin, la vida dejó de ser el paraíso de ese mes de vacaciones para convertirse de nuevo en ese rosario de cosas crueles, que nos recuerdan el resto del año, que hay que trabajar duro y ahorrar para tener la ilusión, a finales de año, de una nueva temporada viviendo como viven los personajes del Jet Set de las revistas faranduleras.

En estos días tenemos la sensación que el tiempo corre más de prisa, que ya estamos a 16 de enero del año 2015 y sin embargo todavía quedan rastros de las resacas acumuladas en los días de relajo. Mostramos desorden estomacal y lo achacamos al agua que bebimos en ese remoto pueblo donde paramos en la carretera o a la comida avinagrada que nos sirvieron en ese restaurante de camioneros, y malhayamos por no haber previsto guardar unos pesos más para el regreso y por el contrario le dimos al cajero como violín prestado, y chupe, ahora tengo que pedir un bono en la empresa, acudir a la caja mutua de empleados para un préstamo o recurrir a un paga diario (maldito paga diario con su mal encarado cobrador).

El lunes entran a clases los muchachos, hay que llenar las loncheras, hay que alistar el transporte, el dinero “pa’ la cosita” (como decimos en la costa). Una tortura se avecina por las cadenas de Tv con esa sección estúpida de “Los útiles inútiles”, para recordarnos, como si no lo supiéramos, que hay que comprar los textos escolares de nuestros hijos. El plazo para pagar el semestre de la universidad del muchacho está que se vence, no podemos darnos ese lujo, dice la mujer, pues nos cobran el recargo y es altísimo.

En fin, despertamos del sueño apacible de las vacaciones y entramos a la pesadilla cruda de la realidad de nuestras vidas. Miramos con tedio los noticieros y vemos horrorizados masacres como la de Chalie Hebdo o como la de Boko Haram en Nigeria. Descubrimos que el chikunguya avanza por todo el país, que el fenómeno del niño causará sequías en el territorio nacional, y que es muy probable que mueran los chigüiros de los Llanos. Nos sorprendemos de nuevo, con las largas colas en los supermercados venezolanos y a Capriles arengando a la oposición.

Ante tanta noticia mala, encontramos algunas buenas y sentimos regocijo por que Cuba retoma relaciones con USA y ha liberado de sus cárceles a muchos presos políticos y sentimos alegría al escuchar al presidente Juan Manuel Santos decir que es inminente el cese bilateral de fuego con las guerrillas de La FARC, lo que demuestra lo avanzado de los diálogos en La Habana. Sin embargo, esperamos con morbo el consabido tweets del Trino-saurio Uribe.

Para terminar y poniéndome serio regalo este consejo: ¡A moler mijitos, que la vida sigue igual!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

 

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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