Artes escénicas

Aquellos fandangos y cumbias de navidad y año nuevo en Santa Ana (Magdalena)

Gustavo A. Carreño Jiménez

08/12/2023 - 02:25

 

Aquellos fandangos y cumbias de navidad y año nuevo en Santa Ana (Magdalena)
Antaño, las celebraciones de fandangos de cumbias empezaban desde el primer día de diciembre / Ilustración: archivo PanoramaCultural.com.co

 

Siempre se ha dicho que recordar es vivir, lo cual es muy cierto. Recordando volvemos a sentir y vivir nuevamente momentos y eventos significativos de nuestra existencia, se recuerda con más intensidad y fervor en los últimos días del año, tal vez por las navidades, las refrescantes brisas, los aromas y el multicolor ropaje de los arboles despiertan las tradiciones y costumbres decembrinas, lo cual llena de nostalgia, tristeza, guayabo y recuerdos. Por todo esto, volvemos a vivir, a recordar, en un ejercicio vivencial de olvido y recuerdo, privilegiada facultad de la memoria humana.

En mi memoria, aún perviven recuerdos de cumbias y fandangos decembrinos de mi natal Santa Ana (Magdalena), entonces la alegría contagiosa impregnaba el alma del pueblo al son de goces de gaitas, tambores, música de viento y espermas, alrededor de un árbol trasplantado en cualquier esquina de sus cuatro puntos cardinales, en noches estrelladas, plenilunares. 

Las cumbias son una herencia cultural de vieja data, así las describe el más distinguido poeta santanero Óscar Delgado Campo (1910-1937) en su poemario “Guitarras de una noche”[1] , su poema “la noche” es una celebración navideña:

“Arbustos teñidos por una floración de papeles alegres…

La noche navideña balancea en el chinchorro de candelas de cumbia

su desnudez enjoyada en constelaciones rurales.

Unos tambores alimentan el vértigo del vestuario campesino

que desarrolla su cromática exuberancia

sicronizada por el abanico melódico de los acordeones”.

En ese mismo libro, el apartado “Ramona”, estampa a una mujer selvática, cubierta de morenas desnudeces en jolgorio cumbiambero, verso N°VI:

“Y las gaitas lugareñas que sostenidas por los tambores

de piel de chivo alzaban luces rojas en la plaza nocturna,

desconocían el nombre que adoptó elasticidades imprevistas

en el suspiro solfeado de los barítonos”.

Estas narraciones sobre las celebraciones de cumbiambas tienen varios elementos comunes que permanecen hasta hoy: fandangos en plazas y esquinas, en noches navideñas, tambores y gaitas de millo, las espermas o velas encendidas, en giros dancísticos a la manera de constelaciones, entorno a un árbol vestido de floración de papeles multicolores o cadenetas.

Investigadores culturales, estudiosos serios de la cumbia encontraron su origen en el África Bantú, transculturizada a América como ritual religioso y, luego, pagano a partir del encuentro “forzado” en la triangulación América-Europa-África-América a partir del siglo XV. Ya en América se “tri-etniza” y adopta elementos indígenas y europeos, afirma al respecto Zapata Olivella (1948)[2]:

“La primitiva cumbia colombiana se ejecuta entorno a un árbol central, llamado bohorque, que se transplanta para el caso, adornándose con luces, cadenetas y banderas. En torno a este árbol se ubican músicos, antiguamente tamborileros y gaiteros, que hoy han cedido su puesto a las bandas de viento. Las parejas bailan en círculos concéntricos, el fuego es un elemento ceremonial, llevan antorchas o velas en su mano derecha, hombres y mujeres se trenzan en ruedas de baile con movimientos espasmódicos, simulando rituales semejantes al sistema solar copernicano”  

El arraigo de gaitas y cumbiambas en esta parte del Caribe colombiano, empotrada dentro de la Depresión momposina, ha sido documentada y demostrada con el chandé, manifestación folclórica y cultural de mucho arraigo del cual han sido destacados exponentes “Toto la Momposina” y Pedro “Ramaya”, Beltrán, ambos oriundos de Talaiga Nuevo Bolívar, antiguo corregimiento momposino situado al otro lado del rio Magdalena, en su brazo Mompox, frente a Santa Ana.

“Ramaya” Beltrán, conocido como el rey de la flauta de millo, confiesa en esta crónica[3]:  “Me volví músico escuchando las canciones por toda la comarca, llevaba la música en las venas, no la vi en un inicio como alternativa de vida o sustento. A la edad de 18 años, me iba a Santa Ana, Magdalena, y veía a los militares del Ejército, esperando que se lo llevasen. Pero había nacido para la flauta de millo, ya estaba predestinado, eso lo entendería más tarde”.

Un gran foco de arraigo, cultivo y práctica del chandé es la Depresión momposina, en donde, a pesar de las amenazas y falta de apoyo, aún se mantiene vivo este “aire musical de las riberas del río Magdalena que mezcla la alegría y melancolía entre tambores y letras que dan cuenta de las faenas y cotidianidad del ser riano”[4]. En todo el brazo de Mompox, específicamente en Talaiga Nuevo y Mompox (Bolívar) y Santa Bárbara de Pinto y San Sebastián (Magdalena), es donde más se conserva; tristemente, se perdió en el municipio de Santa Ana, allí logró sobrevivir hasta finales del siglo pasado, en el corregimiento de san Fernando, con Marcelino Rico, su más reconocido interprete.

Las celebraciones de fandangos de cumbias empezaban desde el primer día del mes de diciembre, se hacían por calles, en sus esquinas, a lo largo y a lo ancho del poblado, en el barrio arriba, barrio abajo, centro, plaza de Boyacá y el barrio San Martín, sector más periférico en los años 70s. Se conformaban juntas de vecinos encargados de recaudar fondos y preparar la logística que demandaban: tarima, músicos, adorno de calles con hojas de palma de vino, luces, árbol de la cumbia, generalmente de cañaguate o piñón con sus cadenetas y perendengues, barrido y limpieza de la calle, etc.).

En Santa Ana, el carácter de las cumbias de fandango siempre ha sido religioso y pagano, eran impostergables, con fechas precisas: 7 de diciembre, barrio La concepción; 13 de diciembre, frente a la casa del señor Álvaro Pava; 20 de diciembre, Plaza de Boyacá; 21 de diciembre, esquina de la Alcaldía; 22 de diciembre, esquina del Teatro Michichoa; 23 de diciembre, esquina de las Masones; 24 de diciembre, víspera de navidad, Plaza Santander, familia González (Del Gallo); 6 de Enero o de reyes, las Brisas (Barrio abajo) Melquiades Oliveros. Otras cumbias eran: 1° de diciembre, barrio abajo; La del turco Emilio Elitin; la de Joaquín López; la esquina frente al almacén de Rafael Dávila; La esquina de la antigua notaria dieron de aquellos festejos con Tulia Benavides, Juan Rivas, Óscar Coronado y Juan Alfaro; la cumbia de la plazoleta 7 de enero frente a Dago Larios, La cumbia de la esquina de la señora Martha Fonseca, entre otras.

Probablemente en Santa Ana (Magdalena), las cumbias y fandangos decembrinos también evolucionaron del chandé, las tamboras y gaitas de millo o pito atravesao, a los celebrados con bandas de viento, en la medida en que el primero decaía y el segundo se consolidaba, hoy la suerte de las cumbias o fandangos con bandas de viento lleva el camino inexorable de la extinción y el olvido del chandé, a no ser que se rescaten, revaloricen y resignifiquen.

En esa labor es destacable la gestión de investigadores[5] empeñados en resaltar el inventario cultural de Santa Ana junto a otros municipios del departamento del Magdalena, a través de la indagación en la apropiación, visibilización y salvaguardia del patrimonio inmaterial, con el apoyo de la Fundación Amigos de la Historia de Santa Ana y destacados gestores culturales de la localidad.

El valor cultural, antropológico e histórico de las cumbias y fandangos es inmenso, profundo, esclarecedor de nuestro pasado, olvidarlas significa perder una parte de nuestras raíces, por lo tanto, se debe propugnar por su revalorización, resignificación y resemantización en procura de retomarlas, darle impulso y revitalizarlas. En ello juegan un rol inestimable la administración municipal, la escuela, la casa de la cultura, los gestores culturales y la ciudadanía en general; la cultura es el alma de los pueblos; por lo tanto, es indestructible en sentido romántico, platónico.  

 

Gustavo A. Carreño Jiménez      

 

[1] Botero Palacio, Antonio (2019). Luna para piano, la obra el poeta Óscar Delgado, Selección, recopilación y crítica. Manglar ediciones, pp. 141.

[2] Zapata Olivella, Manuel (1948), Del folclor musical. Revista Vida N°22, 2ª. época, Bogota, Compañía Colombiana de Seguros, Octubre de 1948, pp. 53-55, 64.

[3] https://elpunto.co/ramaya-88-anos-de-cumbia-y-millo/

[4] Llinás, Martínez y Guerra (2019), Otros ritmos del río Magdalena: Etnografía de las prácticas musicales y dancísticas del Chandé en el brazo de Mompox. Universidad del Magdalena.

[5] Llinás (2015). Inventario participativo del patrimonio cultural e inmaterial del municipio de Santa Ana, Magdalena. Universidad del Magdalena, Programa de Antropología, pasantía de investigación, Pág. 83

Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez

Gustavo A. Carreño Jiménez

Desmitificando a la India Catalina

Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.

@TavoCarJim

1 Comentarios


laura camila 06-12-2022 02:11 PM

excelente relato, bravo!

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