Artes escénicas

El baile de negro en las orillas del río Magdalena

Álvaro Rojano Osorio

24/01/2023 - 05:30

 

El baile de negro en las orillas del río Magdalena
Una muestra de baile de negro en el Carnaval de Galapa / Foto: Marta Ayerbe

 

El baile de negro es una expresión dancística y musical que ha tenido como escenario, para su puesta en escena, los cuatro días de carnaval, las calles y los salones de carnaval de las localidades ubicadas a orillas del río Magdalena. Danzantes, que además de bailar, tenían como objetivo participar en la conquista que consistía en robar el trono de las reinas, lo que podía suceder de manera sorpresiva y pacífica, o forzada. En cualquiera de los dos eventos, la reacción de la beldad robada era ordenar a sus soldados, bailadores de negro, que desalojaran a los advenedizos, de no lograrlo debía dar una dádiva o prebenda a los ganadores para que devolvieran lo tomado.

También hubo otra forma de poner en escena esta tradición, el secuestrar las reinas para pedir por su liberación, para lo que, en lugares como Campo de la Cruz, los plagiarios, que eran los soldados de la reina, espiaban a las de otros barrios o salón para retenerlas. En Pivijay, ubicado en la subregión río, aún recuerdan cuando la soberana de los carnavales, Pura Campo, fue raptada por carnavaleros de Remolino, y por cuya libertad el alcalde de turno debió pagar treinta pesos.  

Mientras que, en Remolino y Salamina, la conquista tenía en la reina o la presidenta del salón las actoras principales debido a que ordenaban a los negros que retuvieran a cualquier hombre con el fin de obligarlo a bailar con una de ellas y, además, hacer un aporte en dinero o especie para el baile. Si se negaba, era castigado amarrándolo a un tallo de varasanta o guacamayo.

La conquista tuvo en la trashumancia su principal aliado, pues, los bailadores de negro iban de su sede o localidad a la de otros para cumplir el objetivo de tomarse el salón de baile o secuestrar a la reina. No es casual que el tamborero Rafael Bolaño Machacón, recordara que, tras salir de Pedraza, iban a localidades circunvecinas a tomarse los tronos.

Pero, no solo iban de un lado a otro a robar o secuestrar, también lo hacían para cantar, tocar, bailar baile de negro, ser gratificados económicamente y tomar ron. Estas últimas eran las razones por las que de Bahiahonda salía el sábado de carnaval un grupo de bailadores de negros, montados en burros o caminando, rumbo al vecindario. Por eso, iban danzantes de Barranca Vieja, a orillas del río, hasta los Montes de María, o atravesaban el río en canoas, para ir a los pueblos ubicados en el lado contrario del Magdalena.

Cómo bailaban los negros

Los bailadores de negro, trashumantes o no, danzaban brincando, haciendo piruetas, moviendo el tronco, las extremidades, la cabeza, sin mostrar, casi que, de manera general, algún tipo de gestualidad facial. El cantador Domingo Fontalvo, originario de Concordia, dice al respecto que, en esa población, además de bailar como antes se indica, existía una variante: cuando un bailador se introducía en la rueda del baile pidiendo un “barato”. Lo hacía levantando la pierna derecha, a la altura de su cintura, y la dejaba caer entre los parejos para abrir un espacio por el que entrometerse y reemplazar al parejo.

Mientras que la cantadora Manuela Torres, dice que la pareja debe ser cortejada por su parejo: “La mujer coge la pollera, da una vuelta y lleva el danceo en su cuerpo. El hombre le hace la mueca a la mujer.  La muchacha tiene la pollera en sus manos, busca al parejo. El parejo le hace carantoncha y ella lo salamea.” 

Pintura y atuendos en el baile de negro.

Por regla general, los bailadores de las orillas del río Magdalena no cubrían su cuerpo con mezcla de polvo mineral (carbón y aceite) negro, aunque, en lugares como El Yucal, los danzantes se embadurnaban de barro, mientras que, en Barranca Vieja el proceso de pintarse le correspondía al participante en la danza que no fuera de ese tipo de color de piel, lo que no era usual.

Las mujeres, por su parte, vestían de forma variada y usaban atuendos diversos. Sucedía en Tenerife, donde bailaban pintadas de negro y con el cabello envuelto en moños que ataban con hojas de mazorca –tusa o cascaron-. En Cerro de San Antonio lo hacían vestidas con blusas anchas, mientras que en Guaimaro lucen blusas anchas y faldas de varios colores que van moviendo al compás de la música. En Barranca Nueva danzaban luciendo flores naturales o de tela en la cabeza, en especial de “Amor ardiente” porque tardaban en marchitarse. 

El golpe de tambor en el baile de Negro

Mientras los bailadores iban por las calles, permanecían en el salón robado, en su sede mantenían secuestrada a la reina, bailaban negro sentado, puya y zampapalo. En Tenerife, según el cantador Maximio Charris, son dos los ritmos bailados, uno de ellos lo compara con el golpe del tambor de la danza de Congos de los Carnavales de Barranquilla. Para darle fuerza a su dicho, ejecuta el tambor y canta versos que han sido tradicionales: “Por aquí me voy metiendo/ Como raíz de Caña dulce/ la mujer no pierde nada/ y el hombre es el que se luce.

Pero, no solo el tambor ha sido utilizado para marcar sonoramente este baile, en Nervití utilizan un trozo de madera que extraen del cardón, al que denominan “Perica”, que tiene un tamaño aproximado de un metro sesenta de largo, con el que golpean el suelo mientras los danzantes van bailando por las calles. 

El son de brujas de Sitionuevo

En Sitionuevo, el 20 de enero en la madrugada, un grupo de cantadores y bailadores, encabezados por los Barrios, van por las calles serenateando al compás del son de Brujas, a las personas en sus viviendas. Se trata de una tradición dancística musical en la que la voz del cantador rompe o interrumpe cantando: “El que te viene a visitar, es el cantor del otro mundo,” suena el tambor y se escucha el coro. Desde ese día y hasta los carnavales, exceptuando sábados y domingos, la música y el baile se toman las esquinas de la calle 30 de esa población.

El golpe del tambor simula una cortina musical, la de una marcha solemne u ostinato rítmico, mientras que el coro canta: “Corré, corré que te coge la cucaracha” y el cantador vocaliza el estribillo “Corré, Corré”, después le responden: “Corré, corré que te coge la cucaracha.” La percusión cambia de ritmo y divide la canción entre la entrada ceremonial y la parte típica folclórica. El módulo rítmico de este son tiene características del baile de negro, como el ritmo de la guacharaca, los versos, que están hechos en seis octavos.  

 

Álvaro Rojano Osorio

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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