Cine
Mi gente linda: una comedia plagada de estereotipos
Entré a ver la película “Mi gente linda Mi gente bella” porque no quería hacer como todos los demás, es decir ver el éxito taquillero del momento: Madagascar.
Pero seamos honestos, también lo hice por cuestiones de patriotismo. Las producciones colombianas son muy raras y por eso debo mostrarme solidario con los directores locales (sobre todo en Valledupar donde el 90% de las películas que expone el Cinemark son de Estados Unidos y padecen un serio problema de calidad).
Por un lado, fue una decisión acertada porque me ahorré mucho tiempo de espera en la cola. Pero por otro lado, tuve que enfrentarme a un espectáculo bochornoso sin pies ni cabeza.
No voy a ser destructor, aunque tengo tendencia a serlo con este tipo de películas. Me entretuve durante una gran parte del tiempo y mi novia –que aprecia este tipo de películas– también le gustó.
“Mi gente linda Mi gente bella” del realizador Harold Trompetero Saray es una comedia de humor muy predecible que narra la historia de un sueco que llega a Colombia sin saber cómo o por qué.
El tipo se enamora de una colombiana y se ve, de repente, atrapado en la tormentosa realidad (desvirtuada) de una ciudad de Bogotá caótica, dividido entre una familia política atosigante y la necesidad de encontrar un trabajo para instalarse definitivamente.
El amor idóneo del inicio (¿realmente es amor?) toma, poco a poco, la forma de un problema creciente donde las dudas, los celos, la apatía y la inconformidad se imponen.
Como toda comedia, la trama se construye sobre un sinnúmero de chistes más o menos divertidos, pero que padece de dos severos problemas: (1) el nivel de actuación deja a cualquiera perplejo y (2) la historia se basa en estereotipos tan enormes como estúpidos.
Con respecto a la actuación, no hay mucho que decir. Las actrices son todas bellísimas: Sara Corrales se ve tan hermosa (o más) que en la telenovela “Todos quieren con Marilyn”, la modelo Brenda Hanst es un volcán de sensualidad y Aida Morales muestra una madurez elegante, pero todas tienden a sobreactuar y mostrar una inconsistencia desbordante.
Y no hablemos del protagonista principal: Connor Mc Shannon interpreta de manera patética el papel del sueco extraviado. Y no sólo me refiero a su falta de diálogo, su total insensibilidad, su lentitud y su exagerada simpleza.
Me parece que este actor no está en su lugar, que reacciona de manera equivocada en las situaciones claves y que, para ser breve, actúa como un novato sobre un escenario de teatro. El mejor ejemplo es la escena donde revela su amor o bien cuando se decide a emprender un viaje a Estados Unidos con su novia.
¿Por qué escogieron a este sueco? Ésa es la pregunta que yo me hice. Creo que la comedia hubiera ganado mucho más con actores pilosos que saben reaccionar a tiempo y dar vida a una historia.
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