Cine
El Cartel de los sapos o cómo renovar el género narco
Una nueva película colombiana significa también una nueva excusa para abordar el tema del narcotráfico con todo lujo de disparos y sangrientas persecuciones. Así lo pienso yo y seguramente muchos otros espectadores.
Por eso, cuando se estrenó la película El Cartel de los sapos hace más de una semana, tuve la sensación de que los géneros del narco y sicariato no podían dejar de ser los más representativos en Colombia: la violencia se encuentra quizás anclada en los genes.
Debo reconocer que, al ver la lista de actores contratados en la nueva película de Carlos Moreno –director en estos días de la exitosa serie El Patrón del Mal– sentí una sensación rara: ¿Quizás valga la pena?, pensé. Entre ellos quiero destacar a Manolo Cardona (también co-productor) y Juana Acosta como protagonistas, acompañados por Robinson Díaz, Fernando Solórzano, Andrés Parra, César Mora, Diego Cadavid y Santiago Moure.
También debo admitir que el hecho de que la película fuera escogida una semana antes de su estreno para competir en la selección de las nominaciones internacionales de los premios Oscar, me hizo pensar doblemente: ¿Quizás estemos ante una película histórica?
Así pues, me decidí a verla y, desde el principio, me encontré ante una historia realmente adaptada para el formato cinematográfico (y no una simple serie de televisión alargada para venderse en el cine).
En esta película, Carlos Moreno narra la historia en primera persona –ya contada en una novela por el exnarcotraficante Andrés López– de un caleño al que le dicen fresita, quien se esfuerza en convertirse en un gran traficante de drogas, trata de ganarse el amor de una jovencita inalcanzable y cae irremediablemente en la desdicha.
La película sirve, además, como ejemplo de cómo se están perfeccionando los aspectos técnicos del cine colombiano. El pobre sonido, la música defectuosa, la torpe edición, el vestuario desaliñado, el perverso maquillaje o la fallida fotografía han quedado en el pasado del cine nacional. Cada vez es más común disfrutar de destacados trabajos.
Cuando leí que El Cartel de los sapos se había rodado en tan solo 9 semanas, me quedé sin palabras. Es un tiempo muy corto considerando la calidad de la película y el número de ciudades en las que se ha rodado (9 en total, distribuidas en tres países distintos como Colombia, Estados Unidos y México).
En términos narrativos, el uso del flashback permite que la acción sea constante y sorpresiva. Los detalles van apareciendo poco a poco, y con ellos el espectador entiende progresivamente la magnitud del rompecabezas.
Estos detalles hacen que un espectador prevenido como yo se mantenga entretenido (a pesar de ser una historia repetitiva con personajes llenos de clichés, aunque hay que decirlo también, se cuidan de incurrir en el exceso de chistes grotescos o absurdos).
Para concluir, considero que la película tiene un buen ritmo –aunque decae en la mitad– y ofrece una historia equilibrada entre violencia y amor. Los más reticentes la verán con buenos ojos (aunque a veces aburridos) y los demás se emocionarán sin contención.
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