Historia

El conflicto de Colombia con El Perú

Arnoldo Mestre Arzuaga

29/07/2020 - 04:45

 

El conflicto de Colombia con El Perú
Mapa de territorios cedidos por Perú a Colombia / foto: Wikipedia.org

Leticia fue fundada por los peruanos Enrique Vigil y el capitán Benigno Bustamante el 25 de abril de 1867 y fue entregada por el presidente Augusto B. Leguía a Colombia contra la voluntad de sus habitantes que se vieron obligados a cambiar de nacionalidad por el Tratado Salomón-Lozano de 1922​.

El 1 de septiembre de 1932 un grupo de 48 ciudadanos peruanos de Loreto al mando del ingeniero y músico Óscar Ordóñez de la Haza y del alférez del Ejército Peruano (r) Juan Francisco La Rosa Guevara, irrumpieron en Leticia para reclamarla como peruana, capturando a las autoridades y a la guarnición colombianas allí destacadas (18 policías comandados por el coronel Luis Acevedo y que tenían como segundo jefe al mayor Jorge Pinzón). La policía colombiana fue desarmada y, junto a las autoridades de ese país, conminadas a abandonar Leticia con dirección a Brasil.

Ambos gobiernos, el peruano y el colombiano, se vieron sorprendidos por esta noticia y se hicieron patentes las dos posiciones encontradas. Para el gobierno de Colombia se trataba de un caso de policía, de un problema estrictamente doméstico, como era la toma por unos particulares de una población colombiana. Mientras que el presidente peruano Luis Miguel Sánchez Cerro creyó inicialmente que se trataba de un complot de sus enemigos políticos, -según sus propias palabras, una perturbación provocada por los comunistas​ de modo que empezó a buscar una solución conciliatoria; sin embargo, la presión de la opinión pública peruana le haría variar radicalmente su posición.

Finalmente, el presidente peruano decidió apoyar a los ciudadanos peruanos que, en un arranque de patriotismo, habían recuperado Leticia. Desde el punto de vista de política interna, era lo más aconsejable, ya que de haber recurrido a medidas de represión y fuerza para obligar a sus conciudadanos a respetar el Tratado de 1922, se habría ganado la animadversión popular, especialmente de la población del departamento de Loreto.​ El asunto, visto inicialmente como un incidente interno, se convirtió así en una cuestión internacional, que el propio Sánchez Cerro calificaba como la expresión de “incontenibles aspiraciones” de la nacionalidad peruana, herida por el Tratado de 1922.

Se ha dicho también que detrás de este incidente hubo intereses económicos en torno a la supuesta existencia de una gran bolsa de petróleo; aparte, los colonizadores peruanos habrían tenido intereses en los cultivos del árbol de látex, de donde se extrae el caucho, muy codiciado por ese entonces por su elevado precio.

Aparte de ello, por el lado peruano se alegó el incumplimiento por parte de Colombia del Artículo 8º del Tratado Salomón-Lozano de 1922, por la acción sistemática y continuada de las autoridades colombianas, según las autoridades peruanas, de dificultar la navegación y el comercio, especialmente en el río Amazonas y en el río Putumayo, que afectó profundamente la vida económica de esa parte de la región amazónica peruana, todo lo cual aumentó en el elemento peruano la oposición a dicho Tratado.

Afrontar los costos de la guerra en los países involucrados en el conflicto era imperativo, y principalmente para Colombia había limitaciones financieras. Las fuerzas armadas de ambos países, especialmente las colombianas, no contaban con el material de guerra básico y adecuado para hacer una presencia efectiva en los territorios selváticos, dotarlas de esos medios era pues un gran reto para ambos países y, por supuesto, para sus dirigentes. Colombia sextuplicó el presupuesto para la fuerza pública, pasando del 0.5% al 3% de su producto interno bruto (PIB).

Por parte de Colombia, a la ausencia de vías terrestres se sumaba la virtual inexistencia de una marina de guerra y la gran distancia entre el trapecio y los puertos del Pacífico y el mar Caribe. Así, en 90 días, Colombia organizó una fuerza militar con escuadrones de la Aviación del Ejército tripulados por aviadores colombianos y alemanes pilotos de la SCADTA y comandados por el coronel Herbert Boy, tripulando aviones nuevos de fabricación norteamericana que fueron entregados a Colombia, además de los viejos aviones comerciales de fabricación alemana anteriormente operados y cedidos por la SCADTA a la Aviación del Ejército (un Junkers W-33 y dos Junkers F-13), los cuales fueron acondicionados para portar armamento. También se consiguió en Alemania algunos aviones civiles que tuvieron que ser también acondicionados para las operaciones militares.

El general colombiano Alfredo Vázquez Cobo, luego de organizar una flotilla fluvial de barcos viejos que adquirió Colombia en Europa a raíz de los sucesos de Leticia, arribó a finales de diciembre de 1932 a la desembocadura del Amazonas; no obstante, el presidente colombiano Enrique Olaya Herrera no autorizó la reconquista de Leticia empleando la flotilla naval porque en el puerto había más tropas peruanas que en Tarapacá y porque, a diferencia del río Putumayo, en el río Amazonas solamente una ribera era colombiana, y la otra, brasileña.

Por el lado peruano, el Cuerpo de Aviación del Perú, recientemente creado, contaba ya con una aviación suficiente para hacer frente a las adquisiciones colombianas y, además, la Marina de Guerra del Perú era superior a la armada colombiana; sin embargo, se generaron abundantes pedidos de material a EE. UU. y Europa, que demoraría en llegar al país, impidiendo su uso en las operaciones. Se establecieron rutas para trasladar los aviones desde Ancón y Las Palmas hasta el campo de operaciones (El Gran Salto); el 21 de febrero de 1933, durante uno de estos traslados, la escuadrilla formada por 3 hidroaviones sufre un contratiempo y posterior accidente, falleciendo el aviador arequipeño Alfredo Rodríguez Ballón. Los heridos y 2 hidroaviones tuvieron que ser rescatados.

Todo este conflicto obligó al gobierno de Holaya Herrera a pedir ayuda económica a las empresas colombianas y hasta a los particulares, muchas personas se desprendían de sus joyas personales como cadenas de oro y hasta sus anillos de matrimonio, el fervor patrio fue tanto que hasta en Valledupar y sus alrededores se despertó el odio contra el mandatario peruano, fue así que Chico Bolaños compuso el famoso merengue Sánchez Cerro, que en uno de sus apartes expresa su animadversión contra el invasor:

Un empréstito a los ricos

Es lo que Holaya solicita

Para comprar un armamento

Pa pelea el puerto de Leticia

Pa que no crea Sánchez Cerro

Que va a jugar con Colombia

Porque como se proponga

Puede morir como un perro

Que no merece ni entierro

Porque es un hombre animal…

También nuestros líderes de pueblo se lucieron con sus discursos pintorescos. En San Diego de las Flores, al calor de unos tragos, un hombre encendido por lo que estaba pasando, subido en un asiento que estaba sobre una mesa expresó: “Sandieganos de San Sandiego, el gobierno central necesita gente bojua, como mi compadre Rafael Garrido aquí presente, para que vayan a trompear a Leticia, pero no Leticia mi comadre la que vende los bollos de maduro, sino allá en Leticia donde el mapa tiene forma de escopeta”.

El 30 de abril de 1933 es asesinado, por un militante del partido aprista, el presidente peruano Luis Miguel Sánchez Cerro, al salir de la revista en el Hipódromo de Santa Beatriz en Lima de los 25.000 soldados que se iban a movilizar al teatro de operaciones. Su sucesor, el general Óscar Benavides, amigo del electo Presidente colombiano Alfonso López Pumarejo, jefe del Partido Liberal colombiano, se reunió con él 15 días después en Lima.

Perú acepta entregar Leticia a una comisión de la Sociedad de Naciones, que permaneció un año estudiando posibles alternativas de solución al conflicto. De igual forma, Colombia entregó al Perú la guarnición de Güepí 30 días después de la firma del cese de hostilidades, además de entregar a todos los prisioneros de guerra peruanos y el material bélico capturado en el periodo de un año.

Colombia y Perú se reunieron luego en Río de Janeiro para pactar la paz y quedó ratificado el Tratado Salomón-Lozano de 1922, aún hoy día vigente y aceptado por ambas partes.

 

Arnoldo Mestre Arzuaga

nondomestre@hotmail.com

Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga

Arnoldo Mestre Arzuaga

La narrativa de Nondo

Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.

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