Literatura

Alberto Ángel Montoya, el insigne poeta aristocrático

Eddie José Dániels García

02/10/2018 - 19:00

 

Alberto Ángel Montoya, el insigne poeta aristocrático
Alberto Ángel Montoya, el poeta aristocrático

Más de dos minutos demoró la crema y nata de la sociedad bogotana aplaudiendo de pie y con gran alborozo el bellísimo soneto, en verso alejandrino, que el destacado poeta Alberto Ángel Montoya le declamó a Elvira Rengifo, candidata del Valle del Cauca, el 17 de mayo de 1932, en plena celebración en el Teatro Colón del primer reinado nacional de belleza que se realizó en el país y proclamó como ganadora a la lindísima antioqueña Aura Gutiérrez Villa.  

Aunque, desde un comienzo, el ilustre poeta se había negado a participar en el certamen -pues siempre fue indiferente  a las fiestas y los cócteles-, donde debía competir con otros reconocidos poetas colombianos, cuya misión era componerle un soneto a cada concursante para recitarlo, de acuerdo con el reglamento del programa,  en la velada de coronación, faltando poco tiempo decidió aceptar la invitación y, mientras muchos pensaban que sería incapaz de hacerlo, en menos de veinticuatro horas logró estructurar el soneto, que resultó ganador por encima de los doce participantes.

Considerado una pieza de magistral factura, el soneto pasó de inmediato a convertirse en el tema obligado del momento en todos los círculos culturales y sociales de Bogotá y demás ciudades del país.  Para esa época, ya la poesía de Alberto Ángel Montoya había traspasado las fronteras patrias y era ampliamente conocida y venerada por las corrientes literarias europeas, y en Colombia tenía bien merecido el título de “el poeta aristocrático”, dada su exquisita forma de vestir, la elegancia personal y el sutil refinamiento que lo caracterizaban. Ésta fue la forma como lo vio vestido, parado en el frente de su casa, Gabriel García Márquez, una triste tarde de 1947, cuando estudiaba derecho en la Universidad Nacional y sin tener nada que hacer, solía embarcarse en los tranvías de la época para recorrer la ciudad y matar el tiempo, en ese entonces, supremamente frío y aburridor de la Capital de la república.

Alberto Ángel Montoya pertenece a la llamada “Generación de los Nuevos”, un selecto grupo de novelistas, políticos, oradores y poetas que hicieron su presentación con una revista del mismo nombre publicada el 6 de junio de 1925, y, cronológicamente, se encuentran ubicados entre “La Generación del Centenario” y el célebre grupo piedracielista que floreció a finales de los años treinta. 

Descendiente de una acaudalada familia aristocrática, nació en Bogotá el 3 de marzo de 1902, cuando el país sufría la barbarie de la Guerra de los Mil días desatada por los caprichos hegemónicos de los partidos tradicionales. Dueño de una profunda formación autodidacta –igual que Alberto Lleras Camargo, su amigo entrañable-, desde muy joven demostró una desbordante pasión por la lectura y su sensible vocación por la poesía, actividades que alternaba con su atracción por los clubes, la vida sibarita y los deportes refinados.

A mediados de los años treinta, jugando polo, su pasatiempo preferido, recibió accidentalmente un tacazo en el ojo derecho, y tiempo más tarde, cuando aún no había superado el imprevisto, un duro bolazo en el ojo izquierdo le ocasionó un desprendimiento de la retina.  Los dos accidentes terminaron dejándolo ciego, sobre todo, por negarse a cumplir las prescripciones médicas de abandonar el alcohol.  Antes de perder totalmente la visión contrajo nupcias con una dama de la alcurnia capitalina y decidió refugiarse en su hacienda “El Corso”, situada en las llanuras de los alrededores bogotanos. Allí, rodeado de libros y disfrutando de las mejores bebidas con sus amigos preferidos, lo sorprendió la muerte el 20 de noviembre de 1970, después de treinta y cinco años de haber permanecido en un total confinamiento.

La breve, pero magnífica, obra poética de Alberto Ángel Montoya, calificado también como “el maestro del soneto galante” por el reputado poeta Guillermo Valencia, a pesar de ser poco conocida en los tiempos modernos, está condensada en los títulos “El alba inútil”, “En blanco mayor”, “Las vigilias del vino”, “Límite”, Hay un ciprés en el fondo”, y “Regreso entre la niebla”, que fueron publicados en los tiempos del autor y posteriormente por otras casas editoriales. 

En todos “los poemas angelmontoyanos”, su gran mayoría estructurados en sonetos, se perciben, aparte de la exquisitez y perfección de la forma, el gusto delicado para manifestar las angustias sentimentales, los sufrimientos del corazón, los requiebros amorosos y los tormentos pasionales. Tal vez, éstas fueron las experiencias que saboreó el poeta en el azaroso transitar de su vida romántica y bohemia. 

Actualmente, para honra de Colombia, Alberto Ángel Montoya, al igual que sus contemporáneos, León de Greiff, Rafael Maya, Luis Vidales y Germán Pardo García, integran un abanico estelar que talló con letra de oro la esencia de sus creaciones poéticas en las páginas inmortales del Parnaso Universal.

Dentro de sus poemas más preciados, figuran los tres sonetos dedicados al amor, compuestos en tres fechas distintas. Me animo a citar el primero, para deleite de los lectores: “!Cuántas veces, amor, por retenerte / puse a tus pies mi juventud rendida, / y cuántas, a pesar de estar herida, / te la volví a entregar por no perderte!”. “!Cuántas veces también, altivo y fuerte, / por alcanzar la gracia prometida, / me batí frente a frente con la vida / y me hallé cara a cara con la muerte!”. “!Y hoy, cuando mi ilusión vuelve a tu lado, / trayéndole al misterio de tu hechizo / la pluma azul del pájaro encantado / torna otra vez a mi pupila el lloro, / al mirar desde el puente levadizo / que está cerrado tu castillo de oro”.

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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