Literatura

Confesiones ante una cazadora cazada

Carlos César Silva

27/09/2012 - 11:00

 

«La amistad no es menos misteriosa que el amor o que cualquiera de las otras fases de esta confusión que es la vida ». Jorge Luis Borges.

 

Acontinuación, Cazadora, con el alma aún desnuda por culpa de tus cacerías (la última fue el miércoles en Voces del Recuerdo, estaba lloviendo con truenos y me recordaste la siguiente frase de Neruda: “Me gusta la lluvia porque es húmeda como las mujeres”), voy a hacerte Diez Confesiones para demostrarte cuánto soy capaz de quererte:

Cazadora, no te quiero por lo que eres sino por lo que haces.

Cazadora, Miguel es más despiadado que yo y me gusta lo que dice: “Uno es lo que hace”.

Cazadora, me gusta que no tiras la piedra y luego escondes la mano, como hace X. Tú la tiras y si acaso le rompes la cabeza a cualquier desorientado que va pasando, enfrentas el problema sin solapamientos, mientras que X siempre muestra a Miguel y a mí (dos apasionados hambrientos) una cara inconfundible de Teresa de Calcuta, y por debajo de la mesa -creyendo que no nos damos cuenta- le acaricia los testículos a un poeta inglés que acaba de conocer en laPlaza Alfonso López.

Cazadora, te quiero porque una noche te atreviste a entrar con nosotros a Macumba, y cruzada de piernas en tu silla (creo que era un mecanismo de defensa) con una Club Colombia en la mano, viste cómo una mulata de Cali nos bailaba desnuda una salsa de Héctor Lavoe y nos golpeaba las mejillas con sus senos enormes. Esa noche te fuiste sola para tu casa, estabas algo embriagada y no quisiste que te acompañáramos. Sin que te lo pidiéramos, nos prestaste dinero para que nos quedáramos un rato mas: “Vayan, sigan divirtiéndose sin mí”, nos dijiste con una risa burlona. Y te obedecimos, nos divertimos tanto que el dinero no nos alcanzó para pagar la cuenta, y como nos iban a linchar a punta de taconazos, Miguel solucionó el inconveniente dejando como garantía de pago un reloj deportivo que su madre le trajo con gran amor de España. Al mediodía siguiente la madre de Miguel -hinchada de la rabia- fue a Macumba, canceló la deuda de $ 30.000, y la mulata le devolvió el reloj.

Cazadora, me gusta que te gusta viajar por el mundo sin dejarte atrapar por sus vicios (aunque los pruebes). X sólo fue a Bogotá, duro un año pérdida en las frías avenidas de ese laberinto tan despiadado como Miguel, y volvió avasallada y siendo otra: cambió la marihuana por el poppers, se colocó un piercing en la oreja y otro en el clítoris, y abortó a un niño cuyo padre era un camerunés que cuidaba leones en un circo. Definitivamente X, es una X.

Cazadora, como olvidar aquel día que estábamos enVoces del Recuerdo y ordenaste un trago triple de whisky, lo ingeriste sin pasarlo de la garganta, y ante los ojos atónitos de los demás parroquianos, pegaste tu boca a la boca de Miguel y le pasaste la mitad del trago, y después con la otra mitad hiciste lo mismo conmigo. Al final, bailando música llanera, nos preguntaste: “¿Qué embriaga más: el whisky o mi saliva?”. Y no supimos qué contestarte.

Cazadora, tu mirada no se deja cazar tan fácilmente pero si caza corazones sin proponérselo, por eso siempre se mete en problemas. Meras fotografías tuyas en las que posas junto a algunos amigos enVoces del Recuerdo o en Quiebracanto, han inspirado divorcios y hasta suicidios. Tengo información de que por esto te abrieron una investigación judicial, pues consideran que incurriste en varios delitos. Pero no te preocupes, seguro tu mirada también cazará perdidamente a los  jueces y a los fiscales.

Cazadora, debes tener cuidado con X, me parece que últimamente le está gustando cazar con las dos piernas.

Cazadora, cuando diriges tu mirada al cielo y abres tus brazos con armonía para cantar Embrujo de Andrés Cepeda (existen versiones más viejas, pero esta es la que te gusta), me entran unos deseos espantosos de hacerte el amor, pero en seguida recuerdo que sería como hacérselo a una hermana, y eso no tiene sentido. Miguel -repito- es más despiadado que yo, y cuando te mira le surgen ademanes de tigre, los cuales me dicen que es capaz de hacerte el amor, a ti, a ti, que eres nuestra hermana.

Cazadora, te prometo que voy a tener cuidado, pues por ahí dicen que lo malo es lo que se pega, y si no tomo las precauciones necesarias, de tanto andar con Miguel puedo terminar convertido en un despiadado igual que él.

 

Nota: Aunque en el relato anterior hay personajes, espacios, sucesos, y sentimientos reales, lo que hace que todos estos factores se compenetren es la ficción. Si acaso alguien, con lo esbozado aquí, se siente afectado, le agradezco que por favor me disculpe: no era mi intención decirle la verdad en la cara (X, discúlpame, de alguna forma a ti también te quiero).

 

Carlos César Silva

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