Literatura
Tamalameque, Cesar y Caribe. Conversaciones sobre una obra reveladora de Diógenes Armando Pino Ávila
Es profesor, escritor y defensor aguerrido de la oralidad. Ha sido alcalde de un municipio que promueve con la pasión de un futbolista, pero que, relata y recrea, con la sensibilidad de un poeta y la memoria de un sabio. Diógenes Armando Pino Ávila es un digno –y siempre sorprendente– representante de Tamalameque, pero también de la diversidad del sur del departamento del Cesar y del Caribe colombiano.
En su columna “Caletreando”, en PanoramaCultural.com.co, ha dejado huellas de un esfuerzo continuo de remembranza, que combina maravillosamente con grandes dosis de análisis y de humor. No hay viernes en el que no publique un artículo sobre su tierra o sobre la actualidad que le rodea –he llegado incluso a decirle que "un viernes sin la columna Caletreando, no es un viernes"–, y, con ese mismo compromiso y rigor, escribe sobre Tamalameque, el departamento del Cesar o el Caribe.
En su reciente obra “Tamalameque” (2021), Diógenes Armando Pino Ávila nos habla de todo lo que caracteriza ese pedazo de tierra anclado en las orillas del río Magdalena, un río que humedece los días cálidos de un municipio hospitalario y acompaña las notas de la Tambora, vestigio de una cultura marcada por la mezcla africana, española e indígena.
Allí se mueven personajes insólitos con sus dichos y manías, migrantes y vecinos de toda la vida con sus ocurrencias y osadías, en un municipio que lucha por mantener su cultura viva en los tiempos de Internet y por ser tenido en cuenta en las políticas de un departamento extenso y centrado en demasía en la imagen lejana de Valledupar.
Los relatos y artículos de esta obra nos abren los ojos sobre la identidad local, y, además, nos invitan a viajar por las otras identidades de una región Caribe tan rica como compleja. A continuación, descubrimos con el autor los matices de esa realidad en movimiento.
El libro “Tamalameque” ofrece una mirada diferente sobre la historia del departamento del Cesar y una presentación cálida de la ciudad de Tamalameque. Podría considerarse una reivindicación de su pluralidad y riqueza cultural. ¿Qué te ha motivado a escribir y publicar este libro?
Creo que es hora de contar la historia desde la otra orilla, pienso que los pueblos que conforman el Cesar deben contar la historia desde su entorno y su sentir. Creo que es necesario y apenas justo, descorrer la venda de la historiografía del vencedor (en este caso la casta política que desde sus inicios nos gobierna), esa historia escrita sólo con el propósito de darle músculo histórico y cultural a Valledupar erigida en capital del departamento. Historia montada en la creencia de una supremacía cultural, al punto de crear mitos y leyendas fundacionales, tales como que el Cacique Upar era dueño y señor con mando y poderío sobre todos los pueblos de la región habitada por Chimilas, desconociendo la organización político espacial de estos indígenas.
Luego, pegados a ese mito, tratan de meter en un mismo costal a todos los pueblos que forman el departamento con el intento de signarnos como pobladores del “País vallenato”, en una clara negación a la cultura de los demás pueblos que conforman al Cesar, entre ellos, indígenas (Arhuacos, Koguis, Arsarios, Kankuamos, Yukpas), el hombre santandereano ––de los dos Santanderes que sentó sus reales en este territorio huyendo a la violencia política de los años 50––, también desconocen la existencia del hombre del río Magdalena y de la ciénaga de La Zapatosa.
Esta negación de la otredad es una visión obtusa que trata de invisibilizar las otras culturas negando que somos un departamento pluriétnico y mulicultural, es una mirada egoísta propia de los supremacistas de pueblo que se engañan engañando y que, al mismo tiempo, se niegan negando a los demás.
Por otro lado, siempre he querido experimentar otra forma de mostrar mi pueblo, mostrarlo desde lo etnográfico, desde sus costumbres, leyendas, tradiciones y personajes, este libro es el producto de ese experimento.
Tamalameque es inevitablemente la gran protagonista de esta obra. Describe el municipio como un “pueblo pequeño” pero que, por la cantidad de anécdotas que atesora, parece gigante. ¿No te parece extraño el contraste?
Lo es, bastante extraño, sabes Tamalameque fue fundado en 1544. Los cronistas dan testimonio de un incendio, pero el imaginario popular del tamalamequero habla de tres. La historia cuenta de varias fundaciones y varios fundadores, de varios sitios donde fue fundado. Creo que todo esto ha hecho del tamalamequero un hombre alegre, contador de historias y, sobre todo, muy apegado a la oralidad. El tamalamequero es un excelente conversador y un hábil contador de historias, con una creatividad y un ingenio que permite tomar la vida en broma, y lo lleva a burlarse de sus problemas. El tamalamequero todo lo resuelve con palabras, por eso, hay una violencia casi nula en sus gentes, pues a todo le saca chistes, a cualquier circunstancia es propicia para mamargallo.
Para nosotros los tamalamequeros, nuestro pueblo es el mejor vividero del mundo, el que toma el agua de Tamalameque no se va de allí, creemos que nuestro pueblo es especial, lo magnificamos en nuestro imaginario y ello nos da un anclaje con la tierra, nos ata con la tradición, nos mantiene unidos así peleemos entre nosotros ya que es fácil el reconcilio.
Eso ha hecho que el anecdotario nuestro sea voluminoso y, por tanto, se da el contraste que tú mencionas. Lo otro es que es un pueblo, desde siempre, poblado de personajes populares, que, por su forma de vivir, por su actuación, por sus decires y costumbres el resto del pueblo le admira y respeta y cuenta ante propios y extraños las historias de estos.
En la obra “Tamalameque”, la realidad que se desprende del departamento del Cesar es dura: municipios inconexos, un enfoque exagerado en Valledupar y la idea de una política un tanto “nepotista” no han favorecido un desarrollo uniforme. ¿Podría decirse que Tamalameque está aislada en ese territorio?
No solo Tamalameque, igual le pasa a la mayoría de los pueblos del centro y sur, aquellos que tienen cimentada su cultura e identidad que no han renunciado a ella, que mantienen sus formas identitarias, en las creencias, costumbres, tradiciones, danzas, cantos y ritualidades. Estos pueblos al igual que Tamalameque se han negado a apostatar de sus orígenes y han mantenido a flote su cultura. Te cuento, hay otros pueblos que han perdido parte de su memoria colectiva, que han abandonado las prácticas culturales de sus mayores, pueblos que festejan sus propios festivales vallenatos, negándose a sí mismo y a sus gentes su propia cultura. Todo lo anterior producto de esa presión marcada y fuerte de la cultura vallenatocentrica y del divorcio existente entre cultura y educación, pues la escuela, el colegio no integra en su currículo y planes de estudio su propia cultura ni la historia local.
La idea de “País Vallenato” aparece, además, como un mito o un discurso que frena la integración de los municipios del sur y favorece un centralismo operado desde Valledupar. ¿Existen iniciativas y proyectos con el fin de defender la diversidad y cultura ribereña del sur del Cesar?
En Tamalameque, iniciamos la investigación, rescate y resignificación de lo nuestro desde el año 1976 con el Festival de La Tambora y la guacherna y, últimamente, en el municipio de El Paso, en un corregimiento de La Jagua. En Gamarra, se iniciaron procesos culturales que tienden a reactivar la cultura vernácula y realizan, por fin, festivales de Tambora, rompiendo con la implantación de pequeños festivales de música vallenata en los municipios del centro y sur del departamento.
En Valledupar, llevan dos años, creo, haciendo espectáculos donde presentan la Tambora en algún callejón del barrio Cañaguate, sin embargo, en el sonado “Museo de la música vallenata” se denota la exclusión de la multi-cultura cesarense por cuanto contrario a lo hecho en Barranquilla con el “Museo del Caribe” que le da hospitalidad a toda la cultura del Caribe colombiano. Acá, en Valledupar, por la forma como lo llaman se prevé que el resto de expresiones culturales no será tenido en cuenta.
Concluyendo sobre la pregunta se puede decir que, a nivel oficial, el departamento del Cesar no mueve un dedo por la cultura de los municipios y sigue empecinado y ciego negando las demás manifestaciones culturales e imponiendo la vallenata. Aquí podría tomar la frase del ex presidente López a los samarios y aplicarla a nuestro departamento: “Valledupar es una capital sin departamento y El Cesar es un departamento sin capital.”
En este contexto, ¿Cómo describir a Tamalameque? ¿Un punto de encuentro en la diversidad cesarense o un bastión que resiste ante una tendencia centralista en el departamento?
Podemos decir que en Tamalameque se conjugan las dos cosas, pues, a pesar de gustarnos el vallenato, sabemos que lo nuestro son las tamboras y desde 1976 realizamos el Festival Nacional de la Tambora y la Guacherna como una manera de reafirmar lo que somos y el respeto al legado de nuestros mayores. Esto nos daría la connotación de encuentro en la diversidad y, por el otro lado, nos ha tocado guerrearla culturalmente, incluso en lo jurídico cuando nos opusimos y entutelamos la llamada Ley Consuelo Araújo que pretendía implantar la cátedra obligatoria de la música vallenata en todas las escuelas y colegios del Cesar. En este caso puntual, nos dimos la pela para tumbar la obligatoriedad en el entendido que vulneraba la cultura de nuestro pueblo. Ello nos da visos de bastión donde se defiende lo propio, lo vernácula, el legado de nuestros mayores
Las historias de quienes viven en Tamalameque desde siempre, y los que llegaron o se fueron de repente, son numerosas y esenciales en la identidad del municipio. ¿Qué relatos o anécdotas te han impactado más? ¿Cuáles son los personajes que más resuenan en la consciencia del pueblo?
Es difícil escoger ya que todos tienen su valor, por lo dicho, lo hecho y por la gracia, pero me atrevería a escoger dos: “Mi tío Perfecto” en cuanto a tiempo pasado se refiere, pues el Tío Pepe encarnó el personaje bonachón y dicharachero con una capacidad de burlarse de todos con su sutil ironía. El otro personaje es el Doctor Vargas, un hombre capaz de inventar las historias más fantásticas y burlarse de todos y de él mismo. Lástima que murió joven. Fueron personajes que el pueblo admiró a su manera y que, a pesar de haber muerto ambos, no hay parranda, reunión o conversación donde no salga a relucir una de sus anécdotas. Son personajes que trascendieron en el tiempo y que forman parte ya, del legado cultural que la memoria colectiva del pueblo va tejiendo con dichos, costumbres, tradiciones, anécdotas y personajes.
La palabra es el cemento de la identidad tamalamequera. Gracias a ella se ha preservado la música, las fiestas patronales y muchas tradiciones. ¿En qué estado se encuentra esa oralidad poderosa que revive en “Tamalamque” y otras de tus narraciones?
A pesar de que pervive en los mayores y en la población de 30 a 40 años de edad, se nota que los jóvenes están metidos en otra onda, en Internet, en el fútbol de la Champions League, en un mundo de farándulas y de música Pop, no obstante, se alcanza a escuchar que elaboran su propio imaginario y le dan dimensión de personajes a algunos mayores.
Desafortunadamente para la oralidad, la televisión, Netflix, las redes, han reemplazado las formas tradicionales de diversión de nuestras gentes, antes nos reuniéramos con nuestros mayores y escuchábamos sus relatos, su voz era la autoridad que impartía normas de conducta y comportamiento ético, ahora, no, en la actualidad los ancianos son relegados a un segundo plano, han dejado de ser venerados, queridos y escuchados, eso ha hecho que la oralidad se haya detenido.
Para concluir, los textos presentes en “Tamalameque” nos hablan –en gran medida– del Tamalameque de ayer, pero, ¿qué hay del futuro? ¿Cómo quisieras ver el municipio en 20 o 30 años?
Es cierto, en el libro toco el Tamalameque de ayer como un homenaje al pueblo que me vio nacer, al pueblo que quiero entrañablemente. En dicho texto, a pesar de que toda la temática es de Tamalameque, le di al relato un tratamiento de estilo que permita al lector leer los diferentes textos que conforman el libro permitiendo que evoquen a su propio pueblo y recuerde personajes y pasajes del pasado de su localidad.
Ahora quisiera ver a mi Tamalameque del alma con algo de progreso, con sus necesidades resueltas, con medios de trabajo para nuestra gente, con un crecimiento medido y controlado, planificado, que haga de mi pueblo un pueblo de progreso, pero que siga siendo pueblo, que no intente la generalizada aspiración de querer ser ciudad como ocurre con la mayoría de los pueblos que imitan a las capitales haciendo obras de concreto sin tener en cuenta el medio ni a su gente.
Johari Gautier Carmona
@JohariGautier
Sobre el autor
Johari Gautier Carmona
Textos caribeños
Periodista y narrador. Dirige PanoramaCultural.com.co desde su fundación en 2012.
Nacido en París (en el distrito XV), Francia. De herencia antillana y española. Y, además -como si no fuera poco-: vallenato de adopción.
Escribe sobre culturas, África, viajes, medio ambiente y literatura. Todo lo que, de alguna forma, está ahí y no se deja ver… Autor de "El hechizo del tren" (Ediciones Universidad Autònoma de Barcelona, 2023), "África: cambio climático y resiliencia" (Ediciones Universidad Autónoma de Barcelona, 2022), "Cuentos históricos del pueblo africano" (Ed. Almuzara, 2010), Del sueño y sus pesadillas (Atmósfera Literaria, 2015) y "El Rey del mambo" (Ed. Irreverentes, 2009).
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