Música y folclor
El arte de saludar en el vallenato: historia y evolución
En una página de esas que pululan hoy en día en las redes, y que para ganar adeptos o lectores publican preguntas sin conocer la historia del vallenato, se atreven a formularlas así: “¿Estás de acuerdo con los saludos en las canciones o grabaciones vallenatas?”.
Esto genera reacciones en la gente y, lógicamente, muchos que no están de acuerdo con los saludos en las grabaciones sacan a relucir sus opiniones, algunos de manera despótica, argumentando que hay un cobro excesivo por nombrar a un personaje. Esto, a su vez, lleva a la polémica y al debate entre conocedores y ajenos al tema.
A mi parecer, el saludo forma parte del folclor vallenato y está ligado a la esencia misma de su creación. Recordemos, como mencioné en mi artículo anterior, que el juglar iba de pueblo en pueblo llevando mensajes y transmitiendo noticias. Para ganarse unos pesos, les ponía melodías y rimas, convirtiéndolos en versos. De esta manera, se dan los primeros acercamientos a la investigación del tema, ya que, al nombrar a estas personas en un verso, nacían composiciones que, en un principio, narraban incluso los acontecimientos ocurridos en estos pueblos de la época. Podríamos decir que eran como unos periódicos orales, considerando que en nuestras comarcas no existían esos medios de comunicación.
Uno de los ejemplos más palpables es el del juglar Leandro Díaz, quien nombra a todos los moradores de una localidad en una canción llamada “Los Tocaimeros”, dedicada a los habitantes del pueblo de Tocaimo, hoy corregimiento de San Diego, Cesar. Con esta fenomenal composición, hecha con melodía y rima, recogió unos cuantos pesos que le servían para mantenerse.
Sin embargo, cuando comienzan las grabaciones formales, encontramos saludos fuera del contexto gramatical o de la narración. Estos saludos se añadían sobre la construcción melódica o en los espacios entre verso y verso del arreglo musical de la canción.
Podemos intuir que estos saludos venían en el ADN del ejecutor y cantante de la agrupación, dado que existía un compadrazgo forjado en innumerables parrandas de largos días. Los primeros intentos expresivos eran gritos parranderos que nacían del sentimiento de cada cantante o acordeonero, emocionados por la alegría que estas parrandas infundían. Así, se convirtieron en parte fundamental de la interpretación. Hoy en día, esas expresiones parranderas son interjecciones que han trascendido con el tiempo, como "ay hombe," "we’paje," "apa," "sabroso," y otras creadas por los mismos juglares.
Me acuerdo de que uno, en las casetas, les entregaba un papelito a los coristas amigos para que nos nombraran cuando el cantante no lo hacía. Incluso, con el tiempo, esto se convirtió en una agenda para los presentadores de los conjuntos.
También los cantantes nombraban, por agradecimiento, a algún integrante que participaba en la grabación. Un caso concreto es el de Alfonso “Poncho” Zuleta, quien mencionó a Alcides Díaz, quien le hizo coros cuando grabó en Medellín. Lo mismo hizo Alfredo Gutiérrez con Carmelo Barraza, o el Binomio de Oro con Virgilio Barrera muy famoso, por nombrar algunos ejemplos.
Asimismo, los compositores incluían en sus textos literarios a algún parrandero, como lo hizo Rafael Escalona con Urbano Castro, un ganadero de la región de Codazzi. Otros compositores mencionaban a personajes de la política, como Alfonso López Michelsen, e incluso a periodistas.
Los saludos fueron monetizándose o adquiriendo valor a medida que estos personajes, que eran incluidos en los discos, ya fuera como parte del texto literario o mediante un simple saludo, hacían regalos majestuosos a los compositores o cantantes, como carros, novillas e incluso predios.
A veces sucedía que ofrecían un dividendo a través de un intermediario, quien se encargaba de organizar los saludos. Así fue como se fue estableciendo la cultura de cobrar por un saludo, dependiendo del intérprete, aunque hubo quienes no entregaban cuentas claras.
La mejor evidencia de esto es la canción “El Negativo” de Leandro Díaz, donde le ofrecieron muchas cosas y no le dieron nada. Esta canción fue grabada por Beto Zabaleta, en el año 1982.
Hace mucho tiempo, en uno de los clubes de Valledupar, estaba tocando Alfredo Gutiérrez y yo tenía unos invitados cachacos que se dejaron contagiar por la emoción de los saludos y me pidieron que le dijera a Alfredo que los nombrara. Inmediatamente hablé con el representante del conjunto y le pedí el favor, a lo que me respondió: “Alfredo no saluda a nadie en sus presentaciones.”
Yo, con unos tragos encima, cuando ya iba a terminar la tanda, lo llamé y le pregunté directamente a él si podría nombrar a mis amigos. Alfredo tomó el micrófono y, refiriéndose a todos los presentes, me contestó: “El contrato firmado por Alfredo Gutiérrez no incluye en ninguna cláusula que tenga que nombrar a alguien.”
Enseguida comenzó a tocar. Yo me quedé ahí, impávido, observando hasta que terminó la canción. Una vez finalizada, di media vuelta y me fui a sentar. Entonces, Alfredo colocó el acordeón en el suelo, se bajó de la tarima, me siguió, me agarró de la mano y me dijo: “Mejor me llevas a tu mesa y me brindas un trago.”
En realidad, no se tomó el trago, pero se sentó en la mesa, y mis amigos cachacos aprovecharon para tomarse fotos con él.
Siempre será un tema de debate, pero lo que es cierto es que el saludo forma parte de la historia del vallenato. A pesar de sus detractores, en la mayoría de los clásicos nos sabemos hasta los saludos.
Para terminar, los saludos en el vallenato, aunque controvertidos para algunos, son un elemento fundamental que ha trascendido desde los inicios de este género musical. Han evolucionado de ser simples expresiones de agradecimiento a convertirse en parte integral de la cultura vallenata, reflejando la conexión profunda entre los músicos, sus seguidores y la historia misma del folclor. A pesar de las críticas, estos saludos siguen siendo recordados y valorados, formando parte inseparable de la identidad y tradición del vallenato.
Luis Carlos Guerra Ávila
Tachi Guerra
Sobre el autor
Luis Carlos Guerra Ávila
Magiriaimo Literario
Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).
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