Música y folclor
La poesía, el poeta y el poema en el vallenato
En el ámbito vallenato, como es costumbre enfatizar en el aspecto literario de las canciones, por encima del musical, muchos de los análisis y discusiones se dan en torno de la calidad – o no de “poesías” de cierto tipo de canciones, tema que de algún modo ya he abordado anteriormente en el artículo: Poesía en la música vallenata, pero que, en esta ocasión, quiero abordar incluyendo otras perspectivas mediante las cuales espero poder contribuir al acercamiento a este aspecto de las canciones vallenatas.
Al intentar definir la poesía se encuentra que a esta se le suele abordar desde dos perspectivas, primordialmente: como creación o producción y como género literario. Como creación se le entiende desde el griego poiesis, vocablo del cual se origina, sin embargo, no toda creación es considerada poética, solo aquellas con un valor estético, artístico - el cual le diferencia de los objetos utilitarios -, sin distinción del tipo de lenguaje empleado para su realización: sea literario, pictórico, escultórico, musical o dancístico, etc. Por esto, el nobel mexicano Octavio Paz, afirma:
“El carácter irrepetible y único del poema lo comparten otras obras: cuadros, esculturas, sonatas, danzas, monumentos. A todas ellas es aplicable la distinción entre poema y utensilio, estilo y creación. Para Aristóteles la pintura, la escultura, la música y la danza son también formas poéticas, como la tragedia y la épica. De allí que, al hablar de la ausencia de caracteres morales en la poesía de sus contemporáneos, cite como ejemplo de esta omisión al pintor Zeuxis y no a un poeta trágico. En efecto, por encima de las diferencias que separan a un cuadro de un himno, a una sinfonía de una tragedia, hay en ellos un elemento creador que los hace girar en el mismo universo”. (Paz, 1956, p. 2).
Aquí la poesía es vista como forma de expresión estética común a todas las artes, sin embargo, cada una de las artes tiene unos medios de expresión distintos. La pintura se hace con luz, la música con tonos, la danza con pasos, por ejemplo, y la poesía con palabras, en general, aunque este término se ha aplicado de manera concreta a través de la historia a la lírica, más exactamente. En los otros géneros se pueden usar versos, pero estos, en un drama, por ejemplo, cumplen una función distinta a la cumplida en la poesía, estando en función del diálogo dramático. En versos se han llegado a escribir, incluso, tratados de fisiología, por tanto, no todo lo escrito en versos es o contiene poesía.
Para distinguir la poesía del poema es pertinente tener en cuenta las consideraciones hechas en el artículo La poesía, el poeta y el poema. Una aproximación a la poética como conocimiento (2013) en el cual se muestra la diferenciación hecha entre estos términos desde la Grecia clásica, así:
“el término poética significó “crear algo con la palabra”: lo así creado es “el poema”. El acto o proceso de tal creación es “la poesía” que a veces designó el conjunto de una obra poética, a diferencia del “poema” que designaba parte de tal obra”. (Álvarez, 2013, p. 229).
No toda creación (poiesis) es, de por sí, poesía. La palabra poética es, a la vez, palabra, imagen y significado, lo cual le distingue de los demás usos de la palabra.
“Cuando encuentro la palabra "adecuada" para denominar una cosa, sé que ella no es la imagen de la cosa, sino un signo de la imagen misma. El concepto es también signo (natural-formal) de la realidad extramental; sin embargo, los conceptos, como tales, son extralingüísticos, aunque se expresan en signos lingüísticos, vocablos que —como la experiencia nos enseña— son infra y polivalentes con relación al concepto. La Poesía —al contrario— pese a trabajar con los mismos signos convencionales (vocablos) les da sabor de monovalentes, de identidad entre el signo y el significado, porque la palabra poética no es un signo de la imagen, como ocurre con la palabra corriente, sino signo del sentimiento intuido ("idea"), donde desaparece la posible separación entre palabra, imagen y significado; es lo que llamamos "símbolo" en el sentido etimológico (sin bailo = unir dos cosas para que parezcan una)”. (Kupareo, 1970, p. 34).
Como género literario a la poesía se le suele confundir con el poema, debido a que es el objeto mediante el cual más frecuentemente esta se concretiza, pero, aunque este sea un vehículo de su manifestación, la poesía no es el poema. “El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre” (Paz, 1956, p. 2) y, en consecuencia, un texto con métrica puede ser un poema, pero no contener poesía, debido a lo cual se puede afirmar que “un soneto no es un poema, sino una forma literaria, excepto cuando ese mecanismo retórico - estrofas, metros y rimas - ha sido tocado por la poesía” (Paz, 1956, p. 2). Es decir, un poema puede no tener valor estético, artístico.
Si bien el poema es la forma de manifestación más usual de la poesía de las palabras, no es esta su forma exclusiva de expresión, encontrándose también poesía en algunas novelas u obras de teatro y, sobrepasando las típicas formas épicas, líricas y dramáticas, se encuentra entre lagunas obras prácticamente inclasificables, además de en esos artefactos híbridos que son las canciones - una forma de poesía oral - entre las cuales también hay muchas variantes, con sus puntos comunes y sus diferencias con la poesía escrita. Se debe considerar, también, que los poemas no se restringen a aquellos que están construidos conservando una métrica y respetando una rima, cuales quiera que sean, sino que pueden ser escritos con versos libres, incluso construyendo caligramas, y en prosa.
En todos estos textos se encuentran, en general, los siguientes elementos: hablante lírico, actitud lírica, objeto lírico y tema, pero el elemento que distingue a la poesía de cualquier otro texto es el uso de las imágenes poéticas, esas imágenes mentales generadas al leer el texto, las cuales, a pesar de su cercanía, se distinguen de las imágenes literales corrientes por su naturaleza abstracta o simbólica:
“La Poesía se distingue de la "Narrativa", no por estar sometida a unas reglas métricas, sino por su elemento constitutivo: la metáfora-símbolo (y no la metáfora-símil) … El "yo" poético refleja el soliloquio del poeta; las palabras poéticas no revelan algo fuera de sí mismas; son, a la vez, signos y objetos; no traducen la realidad; son la realidad… El "yo" narrativo refleja la naturaleza del acontecimiento "ideativo" (simbólico) y no el soliloquio del narrador; sus palabras revelan algo fuera de sí mismas; el acontecimiento —con todo el engranaje de episodios— y no las palabras, se vuelve, a la vez, signo y objeto. Por tal razón, las metáforas novelescas están en función de la narración; no valen por sí mismas, como —al contrario— sucede con las poéticas. Se trata, de hecho, de las metáforas-símiles que abundan en la Prosa, y no de metáforas-símbolos de la Poesía”. (Kupareo, 1970, p. 11 - 13).
La mayoría de las metáforas utilizadas en las canciones vallenatas son del tipo metáfora – símil señalado por Kupareo y son utilizadas en función de las descripciones y/o narraciones que nos son reveladas en sus letras, lo cual las emparenta más, en este sentido, con la prosa que con la poesía, sin que por esto se deba dar por sentado el carácter predominantemente narrativo de estos textos, pues, para ello se deben entrar a considerar los elementos propios de los textos narrativos, presentados previamente en el artículo: La narratividad en las canciones de Luis Enrique Martínez Argote.
El carácter distinto de las metáforas-símbolo frente a las metáforas-símiles, se puede terminar de entender considerando lo siguiente:
“La metáfora consiste en dar a una cosa un nombre que corresponde a otra cosa, produciéndose una transferencia del género a la especie, o de la especie al género, o de la especie a la especie, o según relaciones de analogía (cf. Ferrater Mora 190). La comparación es también una metáfora, pero mientras la primera es explícita (se dice, por ejemplo, que Aquiles luchó como un león), la segunda es implícita (se dice que Aquiles era un león) y esta es de la que está hecha el poema. No suele usar el poema de la primera manera, puesto que estaría comparando la realidad con una cosa; se trata más bien de nombrar la realidad. La metáfora es interna a la frase y forma parte de ella, no pudiendo ser eliminada ni sustituida. Por lo tanto, la metáfora en este sentido no explica, sino que describe: esto es lo que constituye precisamente al poema”. (Álvarez, 2013, p. 238).
La poesía, en tanto género, puede clasificarse de diversas maneras, siguiendo distintos criterios, tales como el tema, la métrica, la longitud, la forma de reproducción o la intención. De acuerdo a la forma de representación de la realidad se le subdivide en el drama, la épica y la lírica:
“En la poesía lírica es la persona del propio poeta; en la poesía épica (o en la novela), el poeta habla en parte en primera persona, como narrador, y en parte hace hablar a sus personajes en estilo directo (narrativa mixta); en el drama, el poeta desaparece detrás de sus personajes.” (Wellek y Warren, 1959, p. 273).
La mayoría de las canciones vallenatas expresan los sentimientos, emociones o sensaciones del propio autor o de un tercero, en primera persona, introspectivamente, sin la utilización de personajes, aunque existen canciones en las cuales si aparecen estos, tales como: El torero de Fabio Zuleta, Se va a formar de Kaleth Morales, Gallo bueno y Mercedes de Adolfo Pacheco, El niño y la boda de Carlos Castellón, Olvídala de Tico Mercado, Un osito dormilón de Jean Carlos Centeno y Drama provinciano de Lenin Bueno, quizá la más famosa de éstas raras canciones dialogadas.
Entre las canciones que se pueden considerar dramáticas en el vallenato, también podemos ubicar a las que se originaron en un contrapunteo o piqueria, considerando el diálogo presentado entre los contendientes, aunque estos cantos de contienda no contienen en sí mismos el contrapunteo, sino que se convierten en testimonio de la rivalidad entre los implicados, tales como la famosísima La gota fría, derivada de la contienda entre Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales; La rasquiñita y La pastillita, derivadas de una contienda entre Diomedes Díaz y Miguel Herrera; El diccionario y Mi fama está en la calle, derivadas de una contienda entre Rúgero Suarez y Enrique Díaz y Con calma y paciencia, de Marciano Martínez que, si bien no se tiene claridad a quien va dirigida, es claro que nace de una disputa o un desacuerdo del mismo tipo que las anteriores.
Los temas principales de la poesía son los de toda la literatura: la vida, el amor y la muerte, los cuales pueden ser tratados siguiendo distintos motivos - tales como el amor sensual o el amor platónico, así como la muerte heroica o la muerte indigna -, regularmente reproduciendo alguno de los tópicos convencionales, muchos de los cuales han terminado reducidos a clichés o lugares o comunes. El más común de estos es el de amor romántico, al cual se encuentra reducida la poesía popularmente, casi de manera exclusiva, en sus variables del amor y el desamor. Esto mismo sucede en el cancionero popular en general y vallenato en particular, no sólo del periodo lírico trovadoresco como se podría pensar, sino en todos sus periodos, incluso el actual, aun cuando las formas en las cuales sean transmitidas las representaciones sociales sobre este tema y el lenguaje con el cual sean construidas las letras de las canciones tengan ciertas diferencias, explicables por el contexto, el nivel de formación de los autores y el nicho de mercado al cual se dirigen, entre otros factores.
Atendiendo a la métrica se tienen en cuenta la longitud de los versos y la cantidad de estos en las estrofas, así como la distribución de la rima en ellas y los acentos en aquellos, de acuerdo a la cual los poemas se pueden componer de tercetos, cuartetas, quintillas, octavas o décimas, conformando zéjeles, sonetos, romances y canciones, cantos o cantares, los cuales pueden ser himnos, odas, elegías o sátiras, de acuerdo al tipo de sentimiento expresado.
La poesía, de acuerdo a su forma de reproducción, puede ser oral o escrita, las cuales se suelen ver, a la vez, como popular y culta, siendo la primera la más cercana a las canciones populares dada la afectación que causan las cualidades sonoras tanto al canto como a la recitación, como se verá de mejor manera en el siguiente acápite.
Poema y canción
En un principio parece no haber ninguna diferencia entre las canciones y los poemas, dados todos los elementos comunes que tienen, sin embargo, estos no necesariamente están hechos para ser escuchados mediante recitación y aquellas siempre están compuestas con la finalidad de ser escuchadas mediante el canto.
Las letras de las canciones comparten una serie de rasgos con la poesía lírica, más allá del verso, el ritmo y la rima – rasgos que no les son exclusivos -: la brevedad, la intensidad formal y una mínima causalidad lógico – temporal.
“Esta brevedad, no prelativa pero sí característica, origina la intensidad formal de la lírica, más significativa que la de la narrativa o el drama. Ésta deriva de la mayor proporción de recursos retóricos (Ávila González 2006) y conduce a una semanticidad máxima de los distintos elementos textuales (Wolf 2005: 39). Incluso se ha propuesto como razón por la cual no fue tan necesario en su momento pensar la ficcionalidad de la lírica como rasgo literario, dada su evidente literariedad formal (Pozuelo Yvancos 1997: 265). Para Wolf, este rasgo también provoca una frecuencia mayor de huecos de significado que en otros géneros” (2005: 24). (Badía, 2022, pp. 342 – 343).
Estos huecos son, mayoritariamente, los causantes de la incompletitud anecdótica que dificulta y a veces imposibilita la configuración de una historia en las canciones, a pesar de que en muchas se logren contar sucesos acaecidos en un momento y lugar dados.
Esta incompletitud anecdótica es la que fomenta y sostiene la necesidad y el gusto de contar y escuchar las circunstancias que suscitaron el surgimiento de las composiciones entre los vallenatófilos.
Las canciones en las cuales no se da un desarrollo de acontecimientos en un marco temporal lógico y definido, se da una temporalidad especial en la cual se rompe la distancia temporal propia de la narrativa, ya que:
“El discurrir temporal propio de la narrativa y el drama es sustituido por una temporalidad especial, típica de la lírica, encarnada en un presente, en tanto que, con independencia del tiempo gramatical del poema, se crea la impresión de que algo está sucediendo en ese momento del discurso” (Culler, 2015, p. 37).
La mayoría de las canciones son, también, monológicas, lo cual conduce frecuentemente a la identificación del yo lírico con el autor e incluso con el cantante, cuando este no es el mismo compositor, lo cual refuerza el carácter autobiográfico de un gran número de canciones, principalmente en el periodo juglaresco campesino, aunque, en realidad, en todos los periodos compositivos de la música vallenata han existido canciones compuestas a partir de una anécdota real, propia o ajena al autor, a pesar del poco o nulo biografismo acusado a las canciones de tiempos recientes, las cuales se asumen compuestas principalmente por encargo o compromiso laboral – comercial.
Podrían considerarse, quizá, otros elementos para aproximarnos al carácter lírico de las canciones, el cual les emparenta con los poemas, sin embargo, se hace necesario señalar algunos de los cuales marcan una diferencia significativa entre ambos tipos de texto. El más importante de estos es, sin duda, el tipo de lenguaje utilizado, puesto que en la mayoría de las canciones populares en general y de la música vallenata en particular se emplea un lenguaje simple, directo, poco experimental y carente de formas figurativas complejas que le distancien estéticamente de manera considerable del lenguaje común.
Darío Jaramillo Agudelo en Poesía en la canción popular latinoamericana (2008), diferencia entre la poesía para ser leída y la poesía para ser escuchada, dentro de la cual, por supuesto, está la poesía hecha para ser cantada. Es necesario tener presente, en consecuencia, que estos tipos de poesía tienen una estética y una retórica diferentes, por lo cual las apreciaciones necesarias para la valoración de cada una son distintas.
“El lenguaje musical (su vocabulario, gramática y sintaxis) es distinto del de la Poesía. Es el tono —y no la palabra— el elemento fundamental de la Música en su intrincado sistema de relaciones. Los términos básicos (tonos) que estructuran el vocabulario musical, en cualquier tipo de sistema, pueden ser modificados por las tensiones tonales, interválicas, las del tiempo ("tempo", movimiento, fraseo), de volumen; también pueden ser caracterizados por el color tonal y la textura”. (Kupareo, 1970, p. 13).
Sólo a los poemas que son recitados – y no todos funcionan del mismo modo - se pueden aplicar las cualidades sonoras: altura (frecuencia), intensidad (amplitud), extensión (duración) y color (timbre), pero en estos, como en los escritos, lo que importan son las palabras y su significado. El sonido está a su servicio, lo cual no sucede en la música vocal, en las canciones, en las cuales las palabras regularmente están al servicio del sonido o del ritmo sonoro.
Las canciones son, principalmente, un género musical construido mediante la palabra y la música, entre los cuales debe operarse una adaptación en procura de la unidad integral de la obra. Es posible considerar la letra de las canciones como poemas, atendiendo a los rasgos líricos de las letras, sin embargo, no es posible establecer una identidad total considerando los rasgos descriptivos, narrativos y dramáticos posibles de encontrar en las canciones.
En esta naturaleza híbrida de las canciones – constituida por un componente literario y uno musical -, prima claramente lo musical sobre lo literario, lo cual se puede comprobar al abordar la letra de una canción desprovista de la emoción impresa por la interpretación y la melodía, encontrándose frecuentemente insípida e incluso casi como un ente distinto al original, prácticamente irreconocible, pues es dentro de la canción que ésta se realiza plenamente, al ser interpretada, contribuyendo a que la obra litero–musical que integra sea buena, al margen de su inteligibilidad.
“el despojamiento de la música deja a la letra de la canción huérfana de parte de sus significados, alterando la recepción de fenómenos lingüísticos poco comprensibles sin el acompañamiento musical (por ejemplo, el uso de estribillos, repeticiones que serían excesivas en un poema, inexactitudes métricas, rimas imperfectas, exceso de monotonía, vocalizaciones, etc.). Desde esta perspectiva se comprende mejor la afirmación inicial de Ekstein, “Las canciones líricas no son poesía” (2010: 9), en el sentido de que, pese a su afinidad, no puede leerse la letra de una canción de la misma forma que leemos un poema”. (Badía, 2022, p. 347).
Los poemas -escritos con la finalidad de ser leídos en silencio-, contrario a lo que sucede con la letra de las canciones, se bastan a sí mismos y están hechos para sí mismos: son autosuficientes.
A pesar de esta primacía de lo musical sobre lo literario ha sido común, en el ámbito de la música vallenata, dar preeminencia al componente literario sobre el musical de las canciones, a partir de lo cual se ha buscado cifrar su singularidad e incluso construir definiciones de su esencia a partir de características literarias, no musicales, lo cual es un error, puesto que los textos de las canciones, por si solos, no permiten distinguir a las canciones vallenatas de las de cualquier otro género o subgénero, ni siquiera considerando los elementos contextuales - culturales, geográficos e históricos, entre otros - propios de su territorio de surgimiento, puesto que estos no les son exclusivos, en tanto textos, a estas canciones.
La mayoría de las disquisiciones en torno al carácter y calidad de las canciones de la música vallenata se han concentrado en el componente literario más que en el musical, aunque no se desconocen las transformaciones sufridas en este campo. Y ha sido, precisamente, al tratamiento poco claro el concepto de “poesía” en las letras de las canciones, en torno al cual se ha acrecentado o acentuado la polémica en torno a su falta en las canciones de épocas recientes, aludiéndose a un cierto tipo de formas de lenguajes preestablecidas y aceptadas como tal y que, no necesariamente, al ser signados como poesía conducen a lo poético.
En estas discusiones resulta tan problemático el abordaje del asunto desde el conocimiento intuitivo o la noción popular acerca de la poesía, como el establecimiento de estas formas de lenguaje consideradas poéticas como el rasgo definitorio de la autenticidad o pureza o calidad de las canciones vallenatas, puesto que un gran número de estas, principalmente las anteriores y posteriores al periodo lírico – trovadoresco, salen de este molde y, por otro lado, persiste un fuerte rechazo a las canciones denominadas despectivamente como “lloronas”, término que, tampoco, está muy bien definido en el ámbito de la música vallenata, entre las cuales abundan canciones compatibles con las virtudes señaladas a las de ese periodo de apogeo lírico para los vallenatófilos.
El poeta
Quizá sea acerca del autor en tanto su condición de hacedor, de creador y representador de mundos de quien menos se habla en este ámbito. Se habla sí, y mucho, de su condición de sujeto conocedor del mundo, de sus experiencias y de la manera como estas no sólo explican la génesis de sus obras sino acerca de la forma como soportan la incompletitud anecdótica de muchas de las obras.
Si bien se pueden dar múltiples respuestas a la pregunta ¿qué es un poeta?, particularmente desde la voz de los mismos poetas, esencialmente poeta es aquél o aquella que compone poemas, no obstante, no a todo escritor de poemas o canciones, en el caso del ámbito vallenato, se le suele dar el título de poeta.
Se suelen llamar poetas a aquellos compositores que utilizan un leguaje cuidado, con cierta distancia del habla común, con frecuencia cargado de unas figuras y recursos ampliamente valorados en el medio para el tratamiento del tema casi exclusivo de la dualidad amor - desamor, el cual se asume como poético. Nociones que están muy cercanas al concepto popular de poesía, el cual se limita a lo bello, idílico, hermoso, con afán de exaltar las emociones básicas: amor, felicidad, éxtasis, enojo y tristeza mediante textos escritos en verso.
Esta asociación de la poesía con la exaltación de las emociones básicas en las canciones y del poeta con aquél que compone realizando esta exaltación lleva a perder de vista que todo el que crea una canción es un poeta en tanto creador de poemas cantados, los cuales pueden ser predominantemente líricos, descriptivos, narrativos, didácticos o contener una mezcla desigual de estos elementos. De este modo no son reconocidos como poetas los compositores de canciones vallenatas que no utilizan un cierto tipo de formas de lenguaje que ya ha sido establecido y aceptado como poético en este ámbito así sus canciones puedan contener, también, la manifestación íntima de afectos y emociones del yo, de las cuales se pueden encontrar en todas los periodos y expresadas con todo tipo de lenguajes, incluso ese tan cercano al coloquial y prácticamente prosaico que se manejaba y maneja antes y después del periodo lírico – trovadoresco y que es, la mayor parte de la historia de la música vallenata.
En estos periodos se encuentran muchas canciones con textos predominantemente líricos, teniendo como uno de los temas más comunes al del amor romántico y en especial al desamor, las cuales no sólo deberían ser consideradas líricas e incluso románticas sino como “poesías”, pues comparten todos los demás elementos estructurales y retóricos que las canciones vallenatas llamadas “poesías” comparten con los poemas, salvo el tipo de lenguaje que las caracteriza, pero eso es prácticamente imposible dado el consenso y las representaciones establecidas entre los vallenatófilos en torno a lo que es y no la “poesía” y un “poema” entre las canciones vallenatas.
Si entendemos al poeta como creador de poemas, es decir, de textos con esa particular forma literaria que conjuga estrofas, metros y rimas, todos los compositores deben considerarse como tales. No obstante, son bastante pocos los llamados de esta manera, lo cual, de algún modo, constituye al término poeta en una especie de reconocimiento honorífico, análogamente a como es usado el término juglar en el ámbito de la música vallenata en la actualidad.
Debe considerarse, así mismo, que tanto las canciones que encajan en el modelo de lo poético en el vallenato como los compositores compatibles con la idea de los poetas en este ámbito deben ser evaluados individualmente, pues las obras – como conjunto global de composiciones - suelen ser desiguales y por ello se debe entrar a revisar puntualmente el valor artístico, estético, de cada una y de esta manera encontrar las cuales poseen este valor y las intrascendentes, que no pasan de ser un mero objeto, quizá elaborado con una técnica depurada y un lenguaje cuidado, pero que no mucho más.
Esto suele suceder cunado los compositores se acomodan en un estilo, propio o de su tiempo, pasando a convertirse en meros constructores de artefactos literarios. Utensilios. Mercancías.
Se suelen considerar como canciones construidas en serie – y por tanto carentes de valor artístico - las de épocas recientes, alejadas del estilo predominante durante el periodo lírico – trovadoresco, sin embargo, aún empleando un tipo de lenguaje distinto al entendido tradicionalmente como poético. Sin embargo, no todas las canciones de tiempos pasados pueden considerarse obras de arte y muchas, igual que ahora, han quedado hundidas en la penumbra del olvido. Ya ha pasado tiempo suficiente desde la irrupción del vallenato llamado despectivamente llorón, otorgando la distancia necesaria para analizar con desapasionamientos las aportaciones de los compositores más destacados de este periodo, entre los cuales, sin duda, se podrá catalogar a varios como poetas, siguiendo la usanza propia del ámbito vallenato. Falta más tiempo para indagar en torno a la nueva ola, pero no dudo que entre sus exponentes y entre aquellos que se han movido entre lo llorón y la nueva ola se llegará a nombrar a algunos como poetas, con ese sentido honorífico dado en el ámbito vallenato al término.
Coda
Si se me preguntara por la presencia de la poesía y la existencia de poetas en la música vallenata, no dudaría en responder positivamente, pero entendiéndolos desde la perspectiva de la naturaleza híbrida de las canciones, por lo cual considero poco prudente intentar juzgar a las canciones desligadas de la melodía y a sus compositores como literatos netos, dado que la retórica necesaria para construir las canciones y los poemas que no son compuestos para ser interpretados en voz alta son distintas y, en consecuencia, los criterios de valoración de ambos tipos de obras son distintos. Sin olvidar que frecuentemente se confunde poema con poesía, que esta es prácticamente indefinible y que el de poeta es más que nada un título honorífico en el vallenato, siéndolo, en estricto, todo creador desde la antigua Grecia.
Luis Carlos Ramírez Lascarro
Sobre el autor
Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Guamal, Magdalena, Colombia, 1984. Historiador y Gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena. Autor de los libros: La cumbia en Guamal, Magdalena, en coautoría con David Ramírez (2023); El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica, en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza (2020). Autor de las obras teatrales: Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), Monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien lo representa. Ha participado en las antologías poéticas: Poesía Social sin banderas (2005); Polen para fecundar manantiales (2008); Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Tocando el viento (2012) Antología Nacional de Relata (2013), Contagio poesía (2020) y Quemarlo todo (2021). He participado en las antologías narrativas: Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021). Ha participado en las siguientes revistas de divulgación: Hojalata y María mulata (2020); Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023). He participado en todos los números de la revista La gota fría: No. 1 (2018), No. 2 (2020), No. 3 (2021), No. 4 (2022) y No. 5 (2023). Ha participado en los siguientes eventos culturales como conferencista invitado: Segundo Simposio literario estudiantil IED NARA (2023), con la ponencia: La literatura como reflejo de la identidad del caribe colombiano; VI Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata (2017), con la ponencia: Julio Erazo Cuevas, el Juglar guamalero y Foro Vallenato clásico (2016), en el marco del 49 Festival de la Leyenda vallenata, con la ponencia: Zuletazos clásicos. Ha participado como corrector estilístico y ortotipográfico de los siguientes libros: El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), en el cual también participé como prologuista. El artículo El vallenato protesta fue citado en la tesis de maestría en musicología: El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017); Los artículos: Poesía en la música vallenata y Salsa y vallenato fueron citados en el libro: Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020); El artículo La ciencia y el vallenato fue citado en la tesis de maestría en Literatura hispanoamericana y del caribe: Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021).
1 Comentarios
Excelente escrito, enriquecedor! No vuelvo a hacer un poenato!!!
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