Música y folclor

Un encuentro con Magín Díaz

Aldo Fernández

11/04/2013 - 11:40

 

Un encuentro con Magín Díaz

Magín Díaz / Foto: Aldo Fernánez¿Adónde esta África? África esté en cada ritmo que escuchamos por la radio. Está en América, está en cada pueblo del Caribe. Allá por Gamero, Colombia, uno de los tantos caseríos regido por el pueblo africano en la década de 1910, nace un hombre con una voz inconfundible, Magín Díaz García.

Aquí se gestaron ritmos propios de la etnia africana y se mezclaron con otros de la aborigen, creando la cumbia, los porros, el bullerengue, y más. Un exponente del bullerengue es este señor, cantador como pocos de este increíble estilo musical.

Anteriormente, era difícil que un hombre tomara las riendas de los cantos africanos, ya que las mujeres comandaban la música acompañadas por el tambor, el llamador y la guacharaca. El señor Magín, hijo de Felipa García, heredó el timbre de voz de su madre, ésto fue lo que le permitió estar dentro de los grupos musicales de Gamero, antes comandados solo por cantaoras.

Tiene éxitos como ´Rosa que linda eres´, ´Apilar el arroz´, ´El piano de Dolores´, etc. Temas grabados con posterioridad por Carlos Vives, Irene Martinez y Toto la Momposina, entre otros. A sus 93 años, Magín Díaz continúa acentuando el ritmo del bullerengue en cada lugar que transita.

Su voz y legado inconfundible pintan de bellos tonos todo su ambiente alrededor. Para entender el presente que vivimos es importante aprender del pasado y el origen de todo lo que vemos, por eso esta nota reivindica el valor del señor Magín.

´Rosa, qué linda eres´ la compuso a la edad de doce años. Ella era una muchacha de Magdalena, de piel blanca. Cuando pasaba, Magín le decía “adiós, rosita de mi vida”, a lo que ella un día contestó: “¿Sabes que te voy a decir? No me gustas, porque tú eres negro”. A él no le importó porque no le exigía nada.

Le empezó a cantar “entre las flores, la más hermosa, es la que lleva el nombre de rosa” y continuó cantando. Ella le tapó la boca y le pidió “por favor, que no cante más”, y se puso a llorar.

 

Aldo Fernández

El vuelo de la Golondrina

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