Música y folclor
Rolando Ochoa: “La fama enferma”
Las transiciones son un momento idóneo para sacar conclusiones y, con el reciente giro que el acordeonero Rolando Ochoa ha dado a su carrera, no podían faltar algunas reflexiones existenciales.
En un conversatorio realizado en la Casa de la Cultura de Valledupar, el músico se mostró como siempre, es decir sonriente y tranquilo, saludando a quienes venían de cerca (para la gran mayoría del público) y de más lejos (en el caso de una delegación de Valencia de Jesús).
Pocos días antes, el artista había presentado los proyectos ideados con su compañero Mono Zabaleta, en una presentación llena de energía, música y guiños. Sin embargo, en esta ocasión, reinaba una solemnidad que se reflejaba en la luz tamizada y un protocolo más institucional. Sentado cómodamente en medio de un sofá, Rolando esperaba inalterable que los periodistas María Ruth Mosquera y William Rosado le hicieran las preguntas.
El encuentro permitió conocer algunos aspectos desconocidos de la infancia del artista, como el rol fundamental de la madre de Rolando en su educación y su temprana salida a trabajar para compensar la separación de sus padres. “Mi mamá fue ese gran pilar –explicó Rolando–. Mi mamá no me creó como artista, me creó como hijo”.
Pero más allá de esos momentos biográficos de gran trascendencia, la cita se centró sobre todo en esos conceptos de carácter espiritual y filosófico que determinan el significado de cada acción y decisión.
A la pregunta de una joven muchacha, Rolando Ochoa respondió que se sentía verdaderamente feliz al poder hacer lo que quería en un escenario y en la vida cotidiana. El acordeón es para él un modo de vida. Es lo que da sentido a su existencia.
“Hay gente que pese a todo lo que hacen sienten un vacío –manifestó Rolando–. Uno tiene que ser feliz con lo que hace”.
La felicidad es un concepto personal que cada uno de nosotros construye a su manera, sea centrándose en su trabajo, en su familia, en Dios o en el placer que otorgan ciertos bienes y actividades. En el caso de un músico de renombre como Rolando, también implica distanciarse de ciertos conceptos tan inconsistentes como la fama. “La fama es una trampa –explicó el acordeonero–. La fama enferma”.
La trampa de la fama nos lleva inevitablemente a pensar en esa difícil separación con Silvestre. La fama fue, en ese caso, el motor de una unión que avistaba las cimas inaccesibles de la música latina pero también el punto que precipitó su fin. Entre la fama y la cercanía con sus amigos, Rolando ha optado por estar cerca de sus queridos y mantener el diálogo abierto.
A la pregunta inesperada –pero tan real como la hermosa jovencita que la formuló–, de qué hubiera hecho Rolando a parte de ser acordeonero, la respuesta fue sorprendente pero entendible: “Si no hubiera sido acordeonero, habría sido arquero, o una vaina así…”.
Johari Gautier Carmona
Para PanoramaCultural.com.co
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