Música y folclor
Mujeres, vallenato e imaginarios sociales
El vallenato es un ritmo musical que, social e históricamente, ha sido asignado a roles masculinos, lo cual, ha exigido a las valientes mujeres que lo interpretan el mayor de los esfuerzos y la más contundente perseverancia.
Es de aclarar que las mujeres en el vallenato no son sólo musas, sino protagonistas, tienen el reto de no ser replicadoras del machismo, sino generadoras de cambios de dichas prácticas normalizadas por las culturas y que están llamadas a ser erradicadas. Ellas no quieren nada regalado, solo piden que se desarraiguen paradigmas patriarcales y que estos no sirvan de obstáculo, para que el Son, el Paseo, la Puya y el Merengue se puedan escuchar en las voces y la exquisita interpretación femenina.
El vallenato no es macho ni hembra, es una herramienta para el tejido social, para mitigar diferencias, generar hermandades, conquistar y conectar el pasado con el presente y futuro, mediante historias que surgen de vivencias que involucran de manera expedita el sentir de los y las poetas que componen canciones que estremecen nuestra alma al son de acordeones y guitarras.
De esta manera, el vallenato no es una pelea de gallos donde gana el gallo más dominante; sino que es el arte reparador ante el dolor y la inspiración ante la tristeza; y la mujer es una gran embajadora de esta misión, con su inteligencia y carácter.
La música (todos los géneros) no es machista, machistas son sus autores, es la industria y la humanidad; considero que no es pertinente “satanizar” determinado género. “Es que el reguetón es vulgar y generadora de violencia sexual”, ningún ritmo es malo. El problema y lo realmente preocupante es la humanidad negada a trascender practicas y paradigmas patriarcales.
Quien violenta no lo hace porque una letra legitime o provoque determinada conducta sino porque es violento, eso es importante tenerlo claro, porque la publicidad, la moda, la música, las narrativas musicales y el mercadeo de las mismas, responden a lo que se hace tendencia y quienes hacemos la tendencia, somos la sociedad (los y las consumidoras).
No podemos seguir riéndonos de los chistes misóginos, cantar a grito herido canciones que hablan de matar a las mujeres, erotizar el cuerpo de las mujeres y esperar que el machismo o la violencia cambie. Esta reflexión a lo que nos debe llevar a es a pensar ¿Cuál es nuestro rol en el arraigo de las practicas machistas? ¿Por qué las letras machistas tienen mayor impacto en la industria musical? ¿Cómo pueden las mujeres aportar a la transformación cultural con perspectiva de género en la música vallenata?
Una de las grandes mujeres en la música, es la maestra Rita Fernández quien es mentora de procesos de inclusión de la mujer en el vallenato, con la altura y exquisitez propia de una poeta innata, que se atrevió a dejar su huella en una época donde la apertura para las mujeres no era un tema tan visibilizado como en la actualidad. Es la compositora del himno de Valledupar, la creadora de la primera agrupación vallenata llamada “Las universitarias” y autora de muchas canciones (somo sombra perdida) que el mundo recuerda en la voz de cantantes como Rafael Orozco.
Asimismo, conozco cantantes como Eliana Gnecco, Iris Curvelo o luana; y cantautoras como Diana Burco y María José Ospino, entre otras, que hacen música y rompen paradigmas, como los de considerar que la música vallenata es exclusiva para hombres.
La música es una herramienta de tejido social, igualdad y equidad; de este modo, la música en sí misma no es machista, sino que son machistas sus hacedores, por ello, el cambio en los imaginarios sexistas implica transformar las narrativas y todo lo que respecta a los simbolismos de igualdad, equidad y dignidad humana.
En este sentido, paradigmas como: “El vallenato es para hombres” y “las mujeres son para el hogar” dificultan avanzar en el largo camino para lograr la igualdad, es decir, que las tarimas de festivales, los estudios de grabación y los conciertos cuenten con una mayor presencia de las mujeres.
Se hace necesario reflexionar respecto a los roles femeninos en el vallenato, no con ellas a distancia sino incluidas. Sería especial escuchar más composiciones de mujeres, recuperar la poesía en las letras y que no sea solo un camino al insulto, la provocación y la denigración de la imagen de la mujer, que lastimosamente en algunas letras son comparadas con animales o descritas como objeto sexual.
Es hora de reorientar la música vallenata a su gran misión, a los amores que ha unido, a las reconciliaciones que ha generado, las amistades que estrecha y las integraciones sociales que ameniza, como muestra de que es un lenguaje del amor que teje sentimientos de manera ilimitada y la mujer tiene mucho por aportar en esta apuesta, para ello son necesarios hombres dispuestos ser aliados de ese hermoso proceso.
Imaginarios sociales basados en género como generadores de desigualdad
El tema de la inequidad e igualdad de género es un asunto público, es decir, un problema político, cultural y social que nos afecta a todos y todas; en este sentido, la causa igualitaria es una causa humanitaria que debe trabajarse desde el enfoque de derechos y desarrollo humano integral; reconociendo sus dimensiones multicausales que no se pueden enmarcar en una receta de solución, pero sí es posible desarrollar procesos e investigaciones que lleven a desnaturalizar algunos paradigmas patriarcales que impiden el logro de la igualdad entre géneros.
Las mujeres no siempre han contado con los medios para congregarse en una unidad que defiende sus derechos. y todavía hoy, aunque la situación ha ido evolucionando, tropiezan con desventajas, porque en las sociedades, culturas y familias se continúan replicando modelos patriarcales.
Por ello, superar estereotipos de género es un reto de la humanidad; apremia desarraigar el machismo y darle cabida a los escenarios para que las mujeres logren espacios de poder y autonomía en el ámbito político, económico y social. Es importante generar escenarios que permitan desarraigar dichas practicas y no que revictimicen a las mujeres o en su defecto que las quieran hacer imitar a los hombres para ser – “Aceptadas” – en la industria, para el caso de este documento en la música vallenata, las mujeres pretenden equidad e igualdad de derechos, no es una igualdad de imitar a los hombres, validando solo los roles masculinos y asumiendo conductas falocentricas que solo la desdibuja de sus derechos y libertades femeninas, condicionándola a comportarse como – machos – para ser aprobadas en un sistema que se niega a renunciar a las practicas patriarcales.
Las violencias un problema: más allá de las cifras
Las violencias en la música, se dan de manera sistemática y estructural de ello dan cuenta frases que han recibido acordeoneras como “Si quieres ganar festivales y fama, debes tocar como un hombre”. Las compositoras por la misma línea han tenido que escuchar “hay que componer lo que la gente quiere escuchar, como la cachera”. Estos son relatos escuchados de mujeres (artistas) participantes del foro “La Mujer en el vallenato” que organiza la asociación Evas&Adanes.
De este modo, es importante referir que existen imaginarios sociales que arraigan las violencias contra las mujeres, por ello las féminas representan la población con mayor vulnerabilidad a ser víctimas de diferentes tipologías (sexuales, psicológicas, patrimoniales físicas); Colombia es uno de los países con el más amplio marco normativo de protección a las mujeres y paradójicamente con el índice mal alto de violencias en contra de ellas, esto debe llevar a reflexiones acerca de la influencia de dichos imaginarios sociales que determinan comportamientos colectivos y culturales que “legitiman” las violencias.
Mujeres sujetas de derechos
Los derechos humanos se configuran como el valor inherente a las libertades y facultades que todos los seres humanos poseen por el solo hecho de existir. Por lo tanto, es importante que se haga consciencia de que las violencias, en sus múltiples formas, constituyen una violación de los derechos humanos que se ha tornado visible gracias a las voces de miles de mujeres que hicieron públicos actos que permanecían silenciados por imaginarios sociales que convertían en «privado» el problema.
Con esto es importante afirmar que, como problema social, la violencia es de dominio público-político y merece el compromiso responsable del Estado y la atención de la ciudadanía para no asumir criterios que conlleven su normalización.
Si los imaginarios sociales de dominación masculina cambiaran, seguramente no tendríamos casos como el de las violaciones a niñas, feminicidios o golpizas a mujeres, las noticias no tendrían que reportar situaciones violentas que informan de la deshumanización que padece – la humanidad – y seguramente las violencias contra las mujeres no serían un peligro constante para la integridad de sus vidas, es hora de analizar que hay pandemias milenarias como las violencias basadas en género, que han dejado más muertes que el Covid-19.
Por ello, es importante reconocer el liderazgo de las mujeres que se atreven a generar transformaciones sin detenerse por las barreras impuestas por el machismo, logran aportar a una vida en equidad e igualdad de derechos, donde no se normalice ningún tipo de violencias en contra de las mujeres y se avance en alianza con las - masculinidades corresponsables – dado que esto no se trata de una competencia entre géneros sino una causa por la vida en plenitud y libre de violencias para todos y todas, solo de esta manera, se podría afirmar que la sociedad está viviendo una real evolución.
Quienes hacen vallenato tienen el desafío de transformar estereotipos
Algunos de los estereotipos que generan mayor arraigo de la desigualdad entre géneros, corresponden a establecer de manera – binaria- que es válido para que hagan o no las mujeres y que es permitido a los hombres, estableciendo mandatos patriarcales como “el acordeón es para los hombres” “La mujer es de la casa, el hombre de la calle” “las mujeres tienen que cantar como un macho pega y es famosa”.
De este modo, es pertinente afirmar que El androcentrismo, corresponde a una visión parcial del mundo, valora sólo lo que han hecho los hombres; considerando que lo que es bueno para los hombres, lo es para la humanidad. El patriarcado que es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres y la masculinidad tradicional se fundamenta en un sistema en el que se da el predominio a los hombres sobre las mujeres; donde las estructuras de poder se basan en gran medida en la desigualdad entre hombres y mujeres.
¿Por qué se mantiene entonces el modelo tradicional de masculinidad? Porque la estructura social que lo sustenta no ha cambiado de forma contundente. El poder y la masculinidad se han venido relacionando en un proceso histórico, por lo que lo masculino y las formas del poder se han venido definiendo mutuamente a lo largo de la historia, de manera que se ha hecho hegemónica una forma de poder ejercida por los hombres, que a su vez los ha seguido colocando en algunas posiciones de poder y privilegio.
Es preciso mencionar que las experiencias del dominio patriarcal presentan múltiples contraindicaciones. Y Michael Kaufman lo plantea de una manera clara, afirmando que: “El poder social de los hombres es la fuente de su poder y privilegios individuales, pero también es fuente de su experiencia individual de dolor y alienación…el reconocimiento de tal dolor es un medio para entender mejor a los hombres y el carácter complejo de las formas dominantes de masculinidad”.
En este sentido, cada mujer que se atreve a ejercer su derecho a la libertad de desplegar sus talentos logra aportar al desarraigo de tales paradigmas históricos y cada hombre que se atreve a deconstruir formas verticales de relacionamiento y logra sanar la marca del machismo que a la vez los hace victimas de si mismos, acceden al derecho al amor, al arte, a la libertad, al sentir, a la equidad e igualdad y como dudar que un sendero propicio para lograrlo sea la música vallenata riqueza universal de nuestro caribe inmenso y en especial de la amada “Provincia de Padilla”.
Fabrina Acosta Contreras
@Facostac
Sobre el autor
Fabrina Acosta Contreras
Evas&Adanes
Nieta de Rita Contreras, leyenda viva de 109 años. Escritora e investigadora Guajira, psicóloga, Magister en estudios de género, Magister en Gestión de Organizaciones y Especialista en Alta Gerencia. Creadora de la Asociación “Evas&Adanes” desde la cual lidera diversas iniciativas ciudadanas como los foros “La Mujer en el vallenato”, “Tejiendo esperanzas por la Guajira”, el programa radial Evas&Adanes, entre otras.
Ha recibido reconocimientos por la causa que lidera tales como: Joven sobresaliente de Colombia TOYP 2018 (JCI Colombia), máxima distinción del departamento de La Guajira medalla Luis Antonio Robles, personaje diez en el departamento de Amazonas, medalla a Mujer extraordinaria con proyección social otorgada por la Asociación de Mujeres de la Guajira.
Ha sido columnista por más de 10 años de varios medios puntualizando temas de género y derechos de las mujeres, así como las causas por la guajira. Es autora de los libros “Mujer Sin Receta: Sin Contraindicaciones para hombres”, “Evas culpables, Adanes inocentes”, “De esas costumbres que hay en mi tierra: una mirada a los imaginarios sociales de la violencia de género”, “Mujeres sin receta: Más allá de los mitos”.
1 Comentarios
Saludos Fabrina. Espero te encuentres bien. Necesitamos contar con tu ayuda y orientación en cuanto al rol que ha desempeñado la mujer en el vallenato. Estamos dando impulso a una emisora comunitaria que en su parrilla de programación tiene un espacio todos los domingos para dar realce a las voces femeninas del vallenato. Me parece muy interesante tu redacción sobre este tema. Un enfoque muy equilibrado. Muchas gracias de antemano.
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