Opinión
Editorial: El poder de las calles
La semana pasada fue una semana intensa a nivel de eventos y manifestaciones. Una semana llena de simbolismos y reivindicaciones. Y en ese tiempo, pudimos darnos cuenta del poder que tienen las calles.
Sí. En las calles está el secreto de la vida ciudadana. El reflejo de la participación y del pensamiento crítico. En las calles están las muestras de solidaridad y el deseo de progreso general.
Primero, fijémonos en el día internacional de la mujer. Un momento de reflexión en el que salieron a caminar temprano por la mañana hombres de toda la ciudad para mostrar su reconocimiento y apoyo a todas las mujeres del mundo. Un paseo que, si bien no implica unos cambios inmediatos, sí permite tomar conciencia, visibilizar y defender las causas de mujeres luchadoras.
Pero esto no fue lo único. Recuerden también la marcha del jueves por la tarde en la cual se brindaba apoyo al ex-alcalde de Valledupar, Rodolfo Campo Soto, y se rechazaban ciertos aspectos de su proceso judicial.
No es nuestro propósito hablar de política en este editorial, pero sí de la forma en que se hizo patente ese apoyo popular: saliendo a la calle. Una vez más, la ciudadanía manifestaba su opinión con un paseo.
Las calles tienen ese poder de hacer patente lo que se habla en las casas, lo que se rumorea o lo que se negocia en la intimidad de un despacho. Las calles son la galería de la vida democrática. La vitrina de la opinión pública y del pensamiento colectivo.
Así es, finalmente, como se exige un cambio social y sostenible: haciendo que las calles se conviertan en el único y verdadero portavoz de las reclamaciones, las haga visibles para todos, indiscutibles e irrenunciables.
Pues bien, ahora reflexionemos en las necesidades educacionales y culturales de la ciudad de Valledupar y de todo el departamento en general. El descontento popular de los últimos años ha ido creciendo con la falta de inversión y el poco respaldo que se ha dado a los sectores claves de la cultura (Educación, Patrimonio, Entretenimiento).
La confianza en la clase política ha desaparecido como resultado de todos los desplantes y los oídos sordos, de manera que ya muy pocos creen en ella. Cada uno sigue su camino, su vida y rutina, sin arriesgarse a pensar de manera diferente, con la esperanza de que algo cambie.
Analizado este panorama, preguntamos a nuestros lectores lo siguiente: ¿no es, quizás, el momento de reclamar en la calle de manera pacífica –y al igual que las manifestaciones de la semana pasada– un compromiso de la clase dirigente con la Educación y la Cultura? ¿No ha llegado el momento de sacar a la calle las ideas que repetimos mil veces en la oscuridad de las salas, en la quietud de las terrazas y de los cafés?
No se trata de llamar a los viejos lemas del pasado, alentar a la revolución o a la confrontación, sino de poner en práctica un derecho constitucional y usar el poder de las calles para el fin que aquí nos interesa: la Cultura. Visibilizar y expresar colectivamente lo que todos pensamos en la soledad de nuestras casas.
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