Opinión
Editorial: El valor de un taller artístico o literario
Detrás de todo arte existe un componente técnico, creativo y social. Es cierto que la destreza de un artista o de un escritor se mide con el uso de la palabra, del pincel o de la cámara, que su creatividad y capacidad de sorprender son elementos básicos de su actividad, pero también es preciso instaurar un diálogo con la sociedad y saber observarla, porque una actividad artística o intelectual pierde su sentido al alejarse por completo de los otros.
Los talleres artísticos y literarios cumplen esa función esencial de encuentro y diálogo. Representan un momento necesario de reflexión para intercambiar y analizar ideas, perspectivas o tendencias, pero no solamente eso. También se ilustran como lugares idóneos para la formación crítica.
Es cierto que, la mayor parte del tiempo, el artista o el escritor requiere un espacio tranquilo para trabajar, que su actividad implica una intensa práctica solitaria, y que la tranquilidad de un taller o de una oficina ofrecen un entorno favorable para la productividad, pero de ahí a pensar que el artista puede prescindir de los demás para crear y crecer hay un trecho.
Con esta breve introducción, queremos subrayar la relevancia de esos talleres artísticos y literarios, organizados por los gestores culturales altamente comprometidos del departamento, y las herramientas que brindan al gran público para mejorar sustancialmente sus conceptos.
Sin ir más lejos, tomaremos el ejemplo del taller de literatura Relata que dirige el poeta y docente Luis Alberto Murgas Guerra que, con una puntualidad suiza, reúne cada sábado en el Banco de la República de Valledupar a apasionados de las letras, estudiantes de lengua hispana, profesionales, escritores en formación o ya consagrados.
Siempre manteniendo sus puertas abiertas y alentando a la participación, el taller aborda con una notable flexibilidad todas las expresiones de la literatura, desde el cuento hasta la novela, pasando por la poesía, el diario, los aforismos o los epitafios.
Para muchos especialistas, puede que los temas mencionados sean conocidos, pero el taller ayuda a contrastar y profundizar a través de la discusión. Como bien explica Luis Albero Murgas, “Cuando uno está en un taller se le revelan cosas” y esas revelaciones se hacen de múltiples maneras.
El taller de literatura Relata ofrece un escenario en el que los participantes comparten en público sus escritos, se enfrentan a sus miedos o preguntan acerca de esos temas que no ven tan claros. Se exponen o participan en la crítica constructiva de una obra, consolidando así sus percepciones y su espíritu crítico. Del mismo modo, sugieren lecturas imprescindibles para el escritor que desea progresar en un ámbito u otro.
Esos espacios difíciles de encontrar en la vida cotidiana –sea por los afanes o las exigencias de una actividad profesional o estudiantil– facilitan los encuentros y la formación continua.
Y sin embargo, no se puede caer en el otro extremo de pensar que el taller lo es todo. Es cierto que brinda herramientas claves y consejos necesarios para mejorar, pero el artista o el escritor deben comprometerse también a producir personalmente con regularidad, poniendo en práctica todo lo aprendido y velando siempre por la maduración de su proceso de reflexión e inspiración.
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