Opinión

Editorial: Las claves del caso Snowden

Redacción

01/07/2013 - 12:57

 

Edward SnowdenEl nombre del ingeniero e informático Edward Snowden se ha convertido en las últimas dos semanas en el centro de una tormenta informativa que bien puede ser el motivo de ciertas confusiones.

A Edward se le acusa antes de todo de traición por revelación de secretos que confirman la existencia de “PRISM”: un sistema implementado por Estados Unidos para la vigilancia a gran escala en Internet.

A raíz de estas revelaciones, los usuarios de todo el mundo han podido enterarse de las violaciones a la privacidad en línea y en las telecomunicaciones, así como las aspiraciones de control que tiene Estados Unidos sobre la red global y las decisiones políticas de las administraciones de cada nación.

Desde el punto de vista de las organizaciones que defienden la libertad y la privacidad en el uso de Internet, Edward Snowden puede considerarse un “whistle-blower” lo que significa en español un “dador de alerta”, o dicho de otra forma, un inconforme con la obediencia ciega de los funcionarios.

El acusado también se defiende con ese mismo argumento, pero para conocer sus motivos es necesario conocer su recorrido profesional. Nacido en 1983, Snowden fue, desde muy temprana edad, un informático autodidacta de muy alto nivel que, además, se dedicaba a hackear programas y sitios webs.

A partir del año 2006 empieza a trabajar en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Estados Unidos y, luego, se desplaza a Suiza. En el año 2009, deja la CIA para unirse a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) en Japón como subcontratista. Ahí descubre los planes de una potencia –su país- que ansía el control absoluto de la información y que, además, se contradice en sus declaraciones públicas.

En una entrevista concedida al periódico británico “The Guardian”, Snowden explica su progresiva conversión en un “dador de alerta” y sostiene que asistió a “la continua letanía de mentiras de los responsables de la administración ante el Congreso y la ciudadanía estadounidense”. Otro detalle interesante es la figura del presidente Barack Obama quien, tras permitir desarrollar los programas de vigilancia de la NSA,  termina decepcionando irremediablemente al joven informático.

Con todo esto, se estableció un debate que tiene mucho que ver con el caso de Assange (y por ese motivo la reacción de Wikileaks fue tan rápida): ¿Snowden debe ser considerado un traidor o un defensor del acceso libre a la información y de los derechos a la privacidad de los usuarios en la red?

La huída de Snowden a Hong-Kong y Moscú terminó dando un acento ideológico a una cuestión que, en un principio, va mucho más allá de las afinidades comerciales y políticas o alianzas geoestratégicas. La pretensión de Estados Unidos de controlar toda una red y de espiar las intenciones de otros países son motivos suficientes para exacerbar el ego de muchos gobiernos.

Ante la situación delicada que atraviesa Estados Unidos, Rusia prefirió jugar la carta de la independencia y no ceder a las presiones para detener a Snowden. Lo mismo ocurrió con Ecuador que, ya habiendo concedido asilo a Assange, podía considerarse un destino fácil para el acusado.

El enfrentamiento diplomático que provoca el caso Snowden no tiene tinte político o ideológico, pero sí pone en entredicho a nivel global la existencia de libertades individuales y de la privacidad, y sobre todo, la confianza que podía existir entre aliados como Estados Unidos y Europa. Los últimos países en expresar su descontento fueron Francia y Alemania (objetos de vigilancia desde las embajadas estadounidenses en sus territorios). El Gran Hermano que ideó Orwell con “1984” está más cerca de lo que podíamos pensar.

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