Opinión
Editorial: El poder de las palabras
A lo largo de esta Semana Santa, la palabra -en su más amplio sentido- ha sido el centro de todas las atenciones. No solamente por el sermón de las Siete palabras que, evidentemente, ha marcado alguno de los momentos más representativos, sino también por el peso de otras palabras expuestas bajo otros formatos.
La palabra es uno de los términos que mejor ilustran el concepto de comunicación. La palabra es lo que se transmite de una persona a otra, es lo que se comparte. Es la base de todo sistema que predica el respeto y el diálogo.
Las palabras están en todas partes, pero no todo el mundo entiende su significado. Las palabras acaban teniendo un significado si primero somos capaces de darle un contexto, luego, si sabemos responder de manera oportuna con otras palabras o acciones.
“Ser un hombre de palabra” es una expresión que denota coherencia. “Predicar con la palabra” (o el ejemplo) es muestra de sensatez. “Dar la palabra a alguien” es abrir la puerta a un debate.
En estos días en los que es tan fácil hablar, en los que se premia la inmediatez (a través de programas televisivos donde se sueltan todo tipo de palabras), la palabra escrita se reviste de un significado de profundo compromiso.
El poeta José Atuesta Mindiola, por ejemplo, ha creado con sus “Décimas a Calixto Ochoa” un homenaje al III Rey Vallenato y, de manera más atrevida, el premio Nobel Gunter Gräss ha publicado un poema en el que expone abiertamente su pensamiento político.
La palabra escrita puede considerarse como un contrato consigo mismo y con los demás. Es lo que permanece, lo que queda más allá de un encuentro o de una vida, a la disposición de otras personas y generaciones.
Por este motivo, queremos en esta edición dar un especial reconocimiento a las personas que escriben con el fin de dejar un rastro de sus ideas y sus iniciativas. Asimismo, celebramos la iniciativa de todas aquellas personas que se dedican a leer las palabras escritas por otras almas inquietas.
Entendemos que la palabra escrita requiere tiempo (tanto para el que la lee como para el que la escribe), y en eso reside el valor de una palabra: en el tiempo que le dedicamos.
0 Comentarios
Le puede interesar
Los pueblos han dejado de ser pueblos
En el pueblo donde nací nuestros mayores eran depositarios de una oralidad maravillosa, los ancianos contaban a los jóvenes una gran ...
Juventud vs Cultura popular
En casi todos los pueblos del Caribe colombiano se viene dando una acelerada pérdida de las costumbres ancestrales y de las tradic...
Cuando se dice fuera es con todos los perros
“Las determinaciones tajantes, cuando se toman, involucran variadas contingencias que hay que correr”. Reflexión Con cierta ant...
La salud y los juegos de la muerte
En primera instancia, y teniendo presente la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 que dio origen a nuestra actual Constitució...
Recordando a los trascendentales: Carlos Quintero Romero
No se sobresalte, aún está entre nosotros con su desbordante energía. No es indispensable haber dejado de ejercer la vida con cuerpo...