Opinión

Nueva manera de sentir el fútbol

Diógenes Armando Pino Ávila

19/06/2015 - 06:20

 

En estos pueblos de Dios, hay una manera particular de sentir el fútbol, dependiendo de la hora del partido, del resultado y del rival. Desde tempranas horas del día, observamos a la gente luciendo la camiseta del seleccionado patrio como una señal de patriotismo (¿o será patrioterismo?) y muestra de la buena vibra que el pueblo le transmite a su equipo.

Las motos y los autos son engalanados con banderines de la tricolor colombiana, sus dueños usan gorras alusivas a la selección, se respira un ambiente de hermandad, nos olvidamos de la FARC, de Uribe, del Procurador, de Paloma, de la Cabal, de Santos, del Congreso y de tantas penurias diarias que asolan a Colombia.

En las esquinas y en las tiendas de barrio, en los colegios y oficinas es obligatorio hablar de fútbol y encontramos personas del común que hablan como los entendidos en este deporte, haciendo cábalas y dando formulas sesudas con las cuales el profe Pékerman puede salvar el pellejo oyendo sus sabios consejos. Se plantean discusiones de estrategia futbolera de novedades inusitadas, de replanteamientos tácticos y cambios posicionales de jugadores. Se hacen análisis profundos del rival y se escudriña la historia futbolística del equipo que se va a enfrentar, se revisan resultados históricos y apelan a estadísticas para demostrar la sapiencia en las artes de entrenadores de fútbol.

Ya no se habla del gol olímpico de Marquitos Coll, ni del cinco a cero con Argentina, ni de las jugadas del Pibe Valderrama, ni del alacrán de René Higuita. Ahora se habla de jugadas magistrales realizadas por los nuestros en el balompié internacional, de los golazos de James y Falcao, la técnica de Cuadrado, la viveza de Bacca o la agilidad de Teo. Ya esa época nostálgica del pasado quedó atrás, ahora se piensa en el presente y en los resultados del futuro. El deporte colombiano ha cambiado y el aficionado también, ahora hay una mentalidad ganadora y nuestros futbolistas se sienten triunfadores. Por fin nos desprendimos del concepto de que en este deporte pesa la tradición y los resultados acumulados por décadas.

Ahora estos muchachos saben que son once profesionales orientados por estrategas especializados y entrenados en el arte de dirigir los equipos. Nuestros jugadores entendieron que la selección es una vitrina de lujo donde son exhibidos para los posibles compradores en un mercado fabulosos donde todo se tasa en millones de euros. Entendieron que dejar girones de alma en la cancha significa abandonar la pobreza y adquirir la fama. Esto mueve pasiones en una hinchada alocada y bulliciosa que gesticula y grita ante un televisor, fanáticos que se paran, brincan, aplauden, se toman de la cabeza, se comen las uñas, rezan, lloran o ríen de acuerdo a los resultados, en una agonía desesperante, en un gozo sadomasoquista que explota como un orgasmo cuando se produce un gol nuestro o como una violación cuando el gol es en contra.

Yo he encontrado una manera cómoda de ver el fútbol, pues como no soy experto, escucho a los que saben y he aprendido algo fundamental, el santo grial resumido en una frase repetida cientos de veces y dicha con solemnidad, como si descubriera algo así como “La partícula de Dios”, donde sostienen: “En el fútbol lo que valen son los goles”.  

Ante tamaña verdad, tomé la decisión de no ver los partidos, ahorrándome los sobresaltos y sinsabores y como lo importante son los goles, yo me los veo en los noticieros en una forma reposada, sin euforias ni agonías, sabiendo los resultados, entonces, si la selección pierde veo las jugadas importantes y si gana me saboreo los goles y no siento la tentación de emborracharme ni de subir a la moto o el carro de un amigo en esa alocada carrera, amiga de la muerte,  que llaman caravana del triunfo y que en forma irresponsable recorre las calles de Colombia cada vez que gana la selección.

Posdata: A propósito del escándalo FIFA y del cambio de mentalidad de la selección Colombia hoy más que nunca está claro que: ¡Si fue gol de Yepez!

 

Diógenes Armando Pino Ávila 

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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