Opinión

El hambre de la política y la sed de poder

Eber Patiño Ruiz

10/08/2015 - 04:30

 

Mezclar el hambre con la necesidad y una pizca de poder, es la fórmula peligrosa que siempre explota como bomba en cualquier sociedad, porque cuando se tiene hambre, el instinto animal de supervivencia se activa en los genes, muere la razón y fluye la bestia.

Esa fuerza interior de no querer morir, y sí por el contrario seguir viviendo, es la que ha hecho que todas las especies en el planeta tierra muten de acuerdo a sus necesidades, y esa mutación por necesidad biológica es la que mantiene viva la cadena alimenticia, de lo contrario no existiría vida alguna en el mundo.

Ahora:

Entender el párrafo anterior es muy sencillo cuando hacemos una transposición de las ideas y la llevamos al plano de la politiquería y la vida pública de algunos mal nacidos que no deberían ser llamados colombianos sino apátridas, errantes, sin mundo, sin destino, porque viven sin Dios y sin ley, pero son los más duros verdugos de quienes se interpongan en su camino.

Esta historia tiene nombre propio y se llaman como bien lo expresa el refranero popular —carangas resucitadas— unos don nadie en una época y después los supremos amos y dioses del Olimpo, o mejor del limbo, porque todo lo que tocan lo destruyen donde quieran que vayan como enjambre de langostas asesinas.

¿Cuál es el punto?

El punto tiene nombre y se llama el negocio de la política —ese bicho— como suelen decir los políticos, que cuando pica no tiene cura y se vuelven inmunes a cualquier posible tratamiento; un bicho raro que cada dos años se alborota en nuestro país, una plaga que se extiende hasta los rincones más inhóspitos de nuestra geografía y pica y pica, cada vez hay más personas que ven en el mal entendido ejercicio de la política la oportunidad para calmar el hambre y matar sus necesidades, refrendar sus errores profesionales y familiares para saciarse con el poder que da el pueblo con su voto.

Lo peor:

Es que la gente todavía sigue pensando que los politiqueros de turno les van a solucionar los problemas de la comunidad: que van a arreglar la calle, el alcantarillado, el alumbrado público, las basuras, la indigencia, construir más escuelas, fortalecer los hospitales, mejores salarios y prestaciones sociales, ayudas humanitarias para los ancianos, restaurantes escolares, mantenimiento de vías veredales etc.

Ninguno de los enunciados anteriores tiene importancia para un hombre que solo ve en la política el medio para enriquecerse con el dinero del pueblo, el mismo que alardea al final de su mandato que hizo esto y aquello y habla en plaza pública como si todos le tendrían que agradecer por lo que hizo y se olvida que esa era su labor, administrar los recursos públicos en bien de lo público y no a título personal y no hay razón alguna para que el pueblo se sienta en deuda con quien tiene los bolsillos llenos y saciada el hambre que hace cuatro años atrás tenía y que hoy se olvida que las necesidades que tuvo, son las mismas que tienen cientos o miles de personas que como él sintieron en carne propia el acoso irracional del hambre.

Pero ahí no acaba el asunto:

Como la política es un bicho que ataca en cualquier momento y dura para toda la vida, vienen los grandes remedios a los grandes males y es ahí donde se encarna la herida, y se hace más doloroso el tratamiento, porque si es cierto que hay personas que tienen otra visión del mundo y ven en la política el camino para ayudar a otros, o a su comunidad o a su país, pero los más infestados, los más enfermos, los que tienen miedo de perder el poder o de ser denunciados públicamente y juzgados por sus atrocidades, como no tienen Dios ni Ley que los cobije, se ensañan con toda su furia contra quienes si tienen buenos ideales políticos y representan una oportunidad para salir del atolladero. Otra vez el hambre y la sed de poder regresan al hombre a su ser más primitivo que es el animal irracional que no piensa sino que obra por instinto de supervivencia y en esa condición primigenia del ser, hoy muchos politiqueros tienen las garras bien afiladas y por entre los dientes destilan pus y veneno que el que caiga en sus fauces muere irremediablemente.

Queda claro:

Que el hambre de la política y la sed de poder son dos males que tienen raíces tan hondas que ya son malezas perennes que no dejan pelechar las nuevas semillas, pero no todo está perdido, como dice el dicho “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista” nos tocará a muchos ver cómo terminan estos politiqueros mal nacidos, en sus tumbas infestadas de las misma maleza que sembraron que con el tiempo nadie sabrá si es una lápida o el reflejo de quien vive en ella.

 

Eber Patiño Ruiz

Sobre el autor

Eber Patiño Ruiz

Eber Patiño Ruiz

Hablemos de…

Eber Alonso Patiño Ruiz es comunicador social, periodista de la Universidad Católica del Norte Sede Medellin, Antioquia. Su gran pasión es la radio y la escritura. Tiene dos novelas terminadas y una en camino, un libro de cuentos y otro de historias fantásticas; tres libros de poesía: Huellas, Tiempos y Expresión del alma.

@Eber01

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