Opinión
Reconciliación
“La reconciliación debe ir escoltada por la justicia, de lo contrario no va a perdurar la paz”.
¿Qué se necesita para encender una vela?, de seguro la respuesta más rápida será: ¡Un fósforo! pero no, al argumentar se deduce que lo primero es: ¡la vela! El elemento básico para que la proposición tenga sentido. En Derecho se le pondera con la premisa: “sine qua non”, atañendo a la importancia que se sucedan los eventos en un previo orden conducente a resultados indiferentes de la realidad.
Para que exista reconciliación, se advierte previamente el conflicto y así ocuparse en la posibilidad de dinamizarlo positivamente, cuando el conflicto surge genera pugna, pelea, lucha, desafío, enfrentamiento o discusión, de tal modo que una de las partes proyecta imponerse, simplemente es una situación donde no están de acuerdo y sobre lo que no se ha podido resolver.
Desde luego, cabe aquí muy bien la reclamación ante cualquier discurso calificador de la conducta social: ¿Debería buscarse la reconciliación de todos los colombianos con todos los colombianos? Y la contestación tiene que ser dentro del contexto de “síne qua non”, un Sí rotundo. Porque si ya existe el conflicto como tal, hay que encender el cerillo que atice esa luz y consuma la vela del conflicto.
Pero, esa reconciliación ha de edificarse sobre unos cimientos fortalecidos con ladrillos de la lealtad y honestidad aglutinados en la discusión de los asuntos públicos. De esa polémica puede y debe desprenderse un nuevo compromiso y una nueva habilidad para acordar el funcionamiento de las relaciones del Estado con los subversivos y las personas, en camino de dar fin al conflicto y finalmente de victimas con victimarios dentro de la reciprocidad y encargo institucional de propiciar el ambiente de paz que sostenga el bienestar general de todos, como lo manda la Constitución.
Aun teniendo a disposición todos los mecanismos alternativos para dar solución a los conflictos, invocando la ley como regulador de las relaciones conductuales de la sociedad y del Estado, se requiere de la voluntad individual para acercar la reconciliación a otros fenómenos primarios y de cuya importancia y aplicación es la calidad de tal; el perdón como elemento restaurador de la vida personal y la tolerancia como valor agregado al comportamiento conductual de la sociedad.
Entonces, no es fácil implementar la práctica de reconciliar a las personas, cuando realmente debe exigirse superar esos variados prejuicios en un mundo de humanos dirigido por humanos, que anteponen el respeto a la misma dignidad personal por la imposición de ideologías en fase experimental o de conocido fracaso y quimera de algún orate allegado al poder, de quien parte el antivalor más decepcionante y dañino para la dinámica social como lo es la corrupción.
Tal elemento es irreconciliable y queda por fuera de todo razonamiento tendiente a establecer mejores relaciones conductuales entre las partes, el Estado y el pueblo.
Se habla de reconciliación nacional en el sentido de aceptación por parte del ofendido de la conducta contraria del ofensor, como si con ello se saneara las relaciones y se diera inicio a una nueva situación sustentada en mejores y efectivas convenciones de vida, pero lo realmente irrebatible es que exista una inmune actuación que garantice simpatía institucional entre el pueblo con la Policia, Ejército, Alcaldías, Gobernantes, Gremios, Sindicatos, Patronos, y el personaje objeto de nuestro entendimiento, “los reinsertados”, aquellos que superado el conflicto, estén dentro de unos acuerdos y sean candidatos a participar activamente en la democracia asociativa bajo normas de respeto y convivencia agradables y sociables.
Alfonso Suárez Arias
@SUAREZALFONSO
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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