Opinión

¿Por dónde le entra el agua al coco?

Alberto Muñoz Peñaloza

20/06/2019 - 06:45

 

¿Por dónde le entra el agua al coco?

 

Crecí oyéndolos decir cada cinco minutos, es que yo sí sé por dónde le entra el agua al coco, con convencimiento y seguridad. Cabirol, Mandador, Lucho García el técnico del día, Fidel el radiotecnico y ciclista, el pata e’ palo, hombres y mujeres se valían de esa frase para descalificar opiniones o resultados ajenos, tanto como para afianzar los propios. Entonces, me aventuré a preguntarle a Cristóbal, el hijo de la señora Triny, ebanista y parrandero, vecino de mis abuelos, ¿por dónde le entraba el agua al coco?

Se apoltronó en la mecedora blanca e hizo su disertación, digna de auditorio europeo, explicándome sin ejemplos, pero con convicción profunda, que el tema era sencillo: “el palo e’ coco crece hacia arriba mientras sus raíces buscan el tubo más cercano del acueducto municipal y se conecta, eso es todo”. De una le salté cual resorte con la pregunta del millón, ¿y en el monte, ¿qué pasa ahí?  Su argumento fue más contundente: “en el monte las raíces del cocotero no buscan tubo sino rio, caño, arroyo, brazo de rio o jaguey, y se le conecta”.

Sin ‘tragar entero’ le pregunté a mi papá y el viejo Julio me dijo que ese era un dicho popular, que los pepistas lo usaban “para descalificar a los crispinistas pero los vamos a penquiá’ en las próximas elecciones…”. Muchos años después conocí, de primera mano, el proceso natural que permite que haya agua riquísima en el fruto del coco: “Poco a poco el coco aumenta en tamaño y también en la cantidad de agua de su interior, como sucede con casi todas las frutas. Las plantas sacan sus nutrientes de la tierra con sus raíces y también por otros mecanismos incorporan nutrientes al interior de las frutas. El agua no le entra al coco, nace y crece con él”.

¿Por dónde le entra el agua al coco? un decir, muy usado en el Caribe como en Cuba, Rep. Dominicana, en Venezuela, en Colombia. En el país vallenato hizo carrera, para cuando se quiere llegar a la raíz de un asunto, la fuente de un problema, despejar una duda acerca de cuál es la causa que lo origina. Ese dicho y el de “sabe dónde ponen las garzas”, en alusión a saber lo que no todo el mundo sabe. En ambos casos, da para pensar en pro de encontrar la respuesta, de modo especial en aquellos tiempos, sin Internet y la paquidermica comunicación, marcados también por la ingenuidad.

Recuerdo muy bien que algunos seguidores del candidato, Rodolfo Campo Soto, en consideración a su permanencia en el sector gremial con ninguna participación política hasta entonces, privilegiaban su primera aspiración a la Alcaldía de Valledupar y para afianzar su apreciación decían que no tenía intereses diferentes al progreso de la ciudad. Y ¡lo demostró con creces. Su programa de gobierno “La revolución de las pequeñas cosas” fue acertado de principio a fin, cuando lo llevó a la realidad como Alcalde. El Plan Centro humanizó ese hervidero, asfixiante por el calor, la aglomeración y desorden. Daba grima caminar por el sector ya que durante el día la preferencia era vehicular, durante la noche la oscuridad era zigzagueante mientras que, en ambos casos, el peatón se movía al vaivén del peligro en procura de proteger su vida de los carros acechantes, las ciclas y una que otra moto. La normalización de los andenes fue un logro tranquilizador, pero la ampliación de estos, la ubicación de bancas, faroles y el mejoramiento ostensible del micro clima fue el puntillazo mayor, convirtiéndose el centro de la ciudad, por vías intervenidas, en atractivo diario de visitantes y, más que todo, de los vallenatos. Fue el reencuentro con ese espacio inspirador, amigable y recreativo si se quiere. La arborización y la jardinización de avenidas fue una demostración clara de coherencia urbana y urbanística. Más que eso una señal del norte al que la institucionalidad territorial pretendía llegar. Que desde la madrugada, de lunes a domingo, el Alcalde en persona supervisara el reguio, los trabajos y la atención al público, le imprimió un ritmo admirable a su administración, enaltecida además por el cumplimiento y la puntualidad en los actos oficiales y aquellos a los que se le invitaba.

Para reemplazar al Alcalde Campo Soto, Valledupar eligió al Dr Aníbal Martínez Zuleta, de quien Asterio Castilla ‘el gentlemand del Cerezo’ dijo siempre que él “si sabe por dónde le entra el agua al coco”. Sin vacilaciones, ni cálculos politiqueros, continuó el Plan Centro extendiendo su cobertura, con mantenimiento adecuado a lo que encontró. Debió enfrentar la aglomeración de vendedores ambulantes en la carrera séptima, para lo cual fue construida la Galería popular en el sitio del viejo mercado público, dirigió la ubicación en forma ordenada y cabal ejercicio de la autoridad, con lo cual la denominada “calle del Cesar”, fue despejada por completo de vendedores ambulantes y al disfrute de la peotanilidad. Centrándose en la prevalencia cultural de la música vallenata, del acordeón como símbolo instrumental y patrimonial del Vallenato, organizó y prohijó la escultura “pedazo de acordeón” en lugar emblemático de la Capital mundial del Vallenato. “Civilizó” el balneario Hurtado, a través de la avenida La cuarta, toda vez que, como Valledupar, presentaba embotellamiento de primer grado. Fue la democratización del punto hídrico, conectó en forma la ciudad con el río y el río con la ciudad, con cuatrocientos árboles de mamón sembrados para, sombrío, verdor y fruta, durntel recorrido.

Quien es considerado como el mejor alcalde, Rodolfo Campo Soto, se desempeñó por segunda vez como tal, con marcado acento realizacional, en virtud de lo cual la ciudad se extendió, con avenidas amplias y optimizó la cobertura educativa, en salud y en otros frentes no menos resaltables.

Por diversas razones Valledupar se estancó y la corrupción extendió su manto arropador, tanto que penetró sin compasión la hacienda municipal. El panorama al finalizar 2011 era crítico, preocupante y devastador, con embargos sucesivos y más de doscientos mil millones de pesos en pasivos. Con esa incertidumbre e inquietante realidad, asumió como alcalde Fredys Socarras Reales, en enero de 2012, después de un tiempo de irse y venires, de pócimas financieras de urgencias y de trámites insustituibles, en octubre de 2014, se formalizó el ingreso del municipio de Valledupar a la Ley 550 previo acuerdo de pago con más del millar de acreedores, con organización financiera, en 14 años, recuperándose la libertad y la autonomía. La higienizacion financiera cubrió todos los frentes y, en grado sumo, la protección de ingresos provenientes de los impuestos. Fue una decisión controvertida para algunos, en aquel momento, pero el alcalde la mantuvo y el acogimiento municipal a la Ley 550 se hizo realidad. El actual secretario de Hacienda municipal, Eudes Fuentes Mejia, informó en marzo de la presente anualidad que al día 22, se habían “cancelado $110 mil 920 millones a los grupos de trabajadores y pensionados, entidades públicas e instituciones de seguridad social, entidades financieras, acreedores externos y contingencias judiciales. El acuerdo de reestructuración de pasivos fue suscrito en el año 2014 y fenecerá en 2028. La deuda inicial era de $211 mil 711 millones”. Por todo esto, la administración Socarras, solo dispuso de recursos económicos para una obra grande. Y priorizó muy bien: la avenida Sierra nevada, el espacio urbano más hermoso de la ciudad dada la oportunidad de la caricia visual a la “majestuosa nevada, sobre mi tierra se alza imponente, y un águila con sus alas, va solitaria volando alegre” (Fernando Dangond Castro). Por encima de esos logros, lo mejor de su administración fue el énfasis social de la misma: vivienda para los menos favorecidos en número superior a diez mil soluciones, humillación del analfabetismo hasta un mínimo, que dolorosamente está en aumento, construcción y dotación de centros de desarrollo infantil, dignificación de la tierna población de adultos mayores, oportunidades formativas superiores a docentes, y pare de contar; reactivación del progreso de la ciudad, programas de reconversión laboral.

Durante el presente cuatrienio el Gobernador Franco Ovalle destinó recursos significativos para la realización de obras en Valledupar como la avenida a Fundacion y otras de no menor agradecimiento. Por su parte, el alcalde Augusto Ramirez Uhia, con autorización del concejo municipal, accedió a créditos por cincuenta mil millones de pesos, con los cuales se realizan obras de impacto: adecuación de la Plaza Alfonso López, “La casa en el aire”, construcción de redes húmedas, acueducto, alcantarillado sanitario y pluvial del Centro histórico, barrio Mareigua y Ciudadela 450 Años. optimización del acueducto regional de los corregimientos de Guacoche, Guacochito, Las Raíces y Alto de la Vuelta. construcción, terminación y mantenimiento de pavimentos urbanos; obras de infraestructura para la instalación del puente de Alto de la Vuelta, construcción de aula múltiple y salón de eventos académico en el Instpecam, el parque del helado y remodelación de la plaza del corregimiento de Patillal, entre otras. La adecuación de más de cincuenta parques en la cabecera urbana, como en corregimientos, gracias a recursos del Fondo paisajístico, nutrido por el valor del alcalde anterior al declarar la caducidad del contrato concesional de amueblamiento urbano, sin lo cual nada de lo realizado hubiera sido posible.

El próximo alcalde, tendrá que emplearse a fondo para resolver algunas problemáticas que no dan espera. Replantear la acción de gobierno en materia de seguridad, con una política pública bien estructurada, realizable, medible y verificable; liderar la sinergia requerida para promover el trabajo productivo y el empleo; volver a la vocación primigenia que no es otra que la agrícola, para la sobrevivencia sin desmedro de potenciar las condiciones que posibiliten los beneficios de una ciudad creativa, cultural, atractiva para propios y visitantes. Destrabar la ciudad en materia de movilidad y transporte. Viabilizar un transporte público humanizado, organizado y en progreso. Ofrecer oportunidades reales a las y los jóvenes, para usar el tiempo libre, vivir con libertad pero con prácticas saludables, leer a plenitud y producir. Redimir, con servicios ciertos, acción consistente del Estado y soberanía institucional, la población ‘hacinada’ a la margen derecha del río Guatapuri.

El columnista Camilo Pinto Morón, en Panorama Cultural, el 17 de junio de 2019, dio cuenta de lo inesperado: “Alcaldia de Valledupar: rajada en desempeño institucional (…) es una de las peor calificadas tanto a nivel nacional como departamental, arrojando un Índice de Desempeño Institucional (IDI) de 49.8 sobre 100, muy por debajo del promedio grupo par que es de 58.0, mientras que en el ranking quintil, en el que las entidades con menores puntajes se encuentran en el quintil 1 y las de puntajes más altos en el quintil 5, no alcanza a llegar si quiera al 1”.

El Pilón por su parte, da cuenta en junio 18/19, que “Valledupar ocupó el puesto 19 en competitividad (…) En los ítems donde no le va bien es en el mercado laboral al ocupar el puesto 21; en educación superior y formación para el trabajo en donde cayó un lugar y ocupa el puesto 20; en innovación y dinámica empresarial pasó del puesto 19 al 21”.

 

Alberto Muñoz Peñaloza

@albertomunozpen

Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza

Alberto Muñoz Peñaloza

Cosas del Valle

Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.

@albertomunozpen

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