Opinión
El regreso al recuerdo
Si recordar es vivir, ayer vivà momentos de alegrÃa, de nostalgia, pero con lágrimas que encendÃan mis mejillas de arrebol y gestos de felicidad. No todos los dÃas se regresa a la niñez, soy un nostálgico permanente de los recuerdos que marcaron mi niñez y mi juventud, un admirador de viejas amistades y, sobre todo, un baúl lleno de gratitud por todos los que, en alguna forma, contribuyeron a mi formación moral y educativa.
Cada vez que voy a Pueblo Bello regresa a mà el niño bueno que llevo por dentro. Cuando paso por lo que fue la pista de aterrizaje con mi vista taladrante, busco las casas guardadas en mi memoria y a sus moradores: allà está la casa de Oscarito Pupo, donde presencié parrandas de dos y más dÃas, donde los invitados eran los mismos que pocos años atrás crearon al club Valledupar, más adelante veo la que era la casa de mis amiguitos los Araújo Baute, a Hernán con su largucha figura, a Tavo el más callado, a Poncho con su sonrisa permanente, a Fello con su cabello liso en su rostro y a la pulguita de Armando que siempre nos seguÃa cuando Ãbamos a bañarnos al rÃo, y en el camino Hernán recogÃa una mata que olÃa a mentolÃn y nos decÃa que de ahà era que lo hacÃan.
Cómo olvidar al capitán Trujillo cuando aterrizaba con su avioneta hedionda a metilparation después de fumigar algodonales en la zona de Codazzi. Recuerdo que una vez nos asomamos a escondidas y del susto salimos corriendo después de ver que bailaba un grupo de personas desnudas y con una pluma entre sus nalgas que no dejaban caer apretándola fuertemente.
Allà está la casa de piedra, como si el tiempo la hubiera detenido, creà que en un momento iba a salir mi amigo Eduardo Piñeres con su grupo de amigos barranquilleros montados en sus bicicletas para recorrer el pueblo, recordé esa parte y vino entonces el niño triste, yo no tenÃa bicicleta para unirme al grupo, una vez que el viejo Juancho me vio cómo los seguÃa con mi vista triste me gritó: "kaquito le voy a decir a kako que te compre una".
Ya al final de la pista vi la casa donde vivÃa Miguel Rosado, era un señor encorvado, pero eso sÃ, hablaba de todo y él mismo se celebraba su sapiencia, hablaba de viajes espaciales como también de lo que servÃa para curar los árboles de naranja enfermos. Al frente estaba la casa de Don Andrés Cortés, hoy de propiedad de Doña Edith Castro viuda de RodrÃguez, allà en mi niñez funcionaba el colegio Liceo Cervantes.
Recordé a mis compañeros de estudios: Iván Villazøn Pinto, las Hermanas Strauch , a Gregorio Pavajeau, a los hermanos Acosta, a los Hinojosa, eran muchos los compañeros de esa época de estudiante, pero jamás olvido a Gelca Nider, la alemana que me traÃa loco, aunque ella nunca lo supo, diagonal era la casa 'Orlena,' de Don Orlando López y de Ena Ballesteros su esposa, allà era como una sede del club de Leones de Barranquilla, hacÃan fiestas pomposas y muchos de los invitados venÃan en avionetas.Â
Al lado vivà mi niñez, la más linda que ha vivido niño alguno. TenÃa un patio de dos hectáreas lleno de frutas para que yo comiera a mi antojo, jugaba al aviador montado y meciéndome en los árboles de guayaba, jugaba fútbol con naranjas y toronjas. Saboreaba las ricas peras brasileras, encontraba unas gigantescas guanábanas en el suelo que se caÃan por su propio peso y dejaban al descubierto su rica pulpa. A los mangos pintados por el frÃo no les paraba bola alguna, pero sà me gustaba quitarle las cáscaras en forma de escamas al árbol de canela.
Finalmente me bañaba en la acequia encementada que pasaba al final del patio. Qué risa. Cómo me gustaba jugar con la ninfa eco, le gritaba groserÃas y ella, desde el cerro, me respondÃa lo mismo.
No pude evitarlo. Terminé con mis ojos llenos de lágrimas, la busqué con mi mirada desesperada, pero no pude verla. Los años la envejecieron y la muerte vino por ella. Mi otra mama ya jamás podrá buscarme en el inmenso patio para llevarme a comer.
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Arnoldo Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
1 Comentarios
Que buen artÃculo. La remembranza de la pelÃcula guardada desde la niñez es un acto digno del escritor. Recordar es vivir, y transmitirlo es compartir. Felicidades.
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