Opinión

El velorio de Gaira

Álvaro Yaguna Nuñez

07/10/2019 - 06:15

 

El velorio de Gaira

 

Son muchas las razones y motivos tomados por la literatura universal, para describir certeramente la cultura e idiosincrasia de los pueblos del mundo. El entorno mágico de nuestro Caribe colombiano no ha sido la excepción en esta manifestación sintomática; en un círculo menos amplio y objetivo, el síndrome de la honra, la ignominia, la injusticia social y el machismo, principalmente, han conformado infinitos argumentos, quizás desde la edad de oro de las letras españolas, hasta los dramas más comunes expuestos por literatos célebres, en todos los tiempos. Estas disertaciones y pensamientos reflexivos fueron el preámbulo propicio, para fundamentar el velorio de Gaira.

La muerte de Francisco Antonio fue un hecho insospechado e inesperado en la bella población situada al lado de un mar de aguas celestes y paisajes majestuosos, dado que, por su juventud, alegría permanente, su espíritu parrandero audaz y sus ocho (8) féminas a su alcance fácil, lo hacían un “protomacho” incapaz de morirse a tan temprana edad, con muchas cosas para gozar en su corta existencia desordenada. Era chofer de una *chiva* que usualmente hacía el itinerario Santa Marta-Bahía Concha; todos lo conocían por su característico*fundingue* musical con altavoces y parlantes gigantes, pregonando siempre las exitosas canciones del Cacique De La Junta, Diomedes Díaz.

Fue una velación excepcional, donde nadie lloraba, los familiares departían alegremente con los visitantes y allegados, y las siete (7) concubinas del conductor fallecido, se dedicaban a hablar de sus cosas entre sí, sus respectivos hogares, sus penurias, vicisitudes cotidianas, al igual que consolar sincera y dolorosamente a la esposa, Domitila Retamozo. En ese velorio de tres (3) largos días, lo característico era la alegría impartida por la inigualable música vallenata representada en dos temas insignes del maestro Calixto Ochoa, La Plata y Sueño Triste. Cualquier tema diferente estaba prohibido; todo el entorno era fiestero, sin un ápice aparente de tristezas y remordimientos. En ese ambiente festivalero, cualquier desprevenido observador podría decir sin temor a equivocarse, que familiares y allegados, disfrutaban verdaderamente de aquella parranda fúnebre.

Creo que los vecinos y espectadores del funeral, no participes de los actos, estaban más preocupados por los desvelos, insomnios y fatiga de aquella multitud gozosa en ese connotado evento, que los propios sacrificios y molestias causadas en el seno de sus hogares

La única contrariedad habida en el velorio fue el desacuerdo entre los deudos que pretendían que la celebración se prolongara por mayor tiempo, aduciendo que el cementerio del sector, la última morada de Francisco Antonio, quedaba a poca distancia, dándoles la oportunidad de compartir y gozar por más tiempo, del festejo inusitado

El hecho insólito e inverosímil del suceso pueblerino estaba por verse el día señalado para el sepelio; la caja mortuoria fue cargada por las siete (7) compañeras del difunto, quienes guardando un luto riguroso y exigente, de mangas largas y velos llamativos, ahora si, como las antiguas plañideras, se desgajaron en llantos y lamentaciones profundas; todas participaron activa y directamente en la inhumación, gritando al unísono: “Francisco Antonio, no nos dejes. Déjanos ir contigo. No tiene sentido la vida sin ti”.

Preavisado del cariño arrebatado de las ocho (8) viudas, comencé a indagar y ahondar por la razón  de ese apego sentimental, rayando en la paranoia. Algún allegado a ellas me explicó en secreto y rotundamente: ”Es que no ha nacido en este pueblo de Dios ninguno con los atributos viriles, ferocidad erótica y locuras del corazón, como las de Francisco Antonio. Morirse él es como si se acabara el mundo”.

Tiempo después, tuve la oportunidad de conocer el pensamiento libertino y consciente del personaje que, en realidad, nunca se escondió para pregonar y decirle a quien deseara oírlo, que las máximas virtudes de un hombre como él, eran la indiferencia por las riquezas, los placeres mundanos, y el sentido práctico y complaciente con las mujeres, referenciado en las canciones famosas del gran Calixto Ochoa Campos, su ídolo de siempre.

 

Álvaro Yaguna Nuñez

2 Comentarios


Miguel Pallares 08-10-2019 04:47 PM

Felicitaciones Alvaro, favor terminar el cuento, falta explicar como se logran los atributos de Francisco.

Lole 09-10-2019 11:14 PM

Felicitaciones y muchos exitos en la dura y exigente cultura de escribir. Tu lo haces muy bien. Un abrazo y espero nuevos cuentos para seguir deleitandome en la lectura.

Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

¿Realmente debemos levantar a piedra la escultura de Hernando?

¿Realmente debemos levantar a piedra la escultura de Hernando?

  Valledupar es una ciudad de carácter pastoril y, de alguna manera, de espíritu querendón y hospitalario. El 74% de sus habitante...

No seguir levantando la pata

No seguir levantando la pata

  Vivimos en un mundo convulsionado por todo tipo de violencias: familiar, económica, de género, infantil, ecológica, Gaza, Ucrani...

De Camperucho a la China del Coronavirus

De Camperucho a la China del Coronavirus

Hace pocos días, después de un tiempo bastante prolongado, tuve un encuentro casual en el aeropuerto Alfonzo López de Valledupar, co...

Editorial: Afrodescendencia y fortalecimiento de una identidad

Editorial: Afrodescendencia y fortalecimiento de una identidad

Un paso ineludible para el fortalecimiento de la identidad de la región Caribe es reconocer la herencia de las tres culturas que tomar...

Día de la mujer colombiana

Día de la mujer colombiana

  Todos los 14 de noviembre se celebra desde 1967 el Día de la mujer Colombiana, En esta fecha se conmemora a la heroica Policarp...

Lo más leído

Vida y trayectoria de Rafael Pombo

Redacción | Literatura

La Muerte de Abel Antonio

Álvaro Rojano Osorio | Música y folclor

Origen del Festival de la Leyenda Vallenata: un viaje en el tiempo

Simón Martínez Ubárnez | Música y folclor

La parranda vallenata como un ritual de amistad

María Ruth Mosquera | Música y folclor

La Parranda vallenata

Carolina Rosa Guerra Ariza | Patrimonio

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados