Opinión
Al amigo que se fue
No voy a decir su nombre, tampoco hablaré mal de él, que sea el lector quien lo juzgue después de leer esta crónica.
Nació antes de lo previsto, fue el primogénito de una reconocida familia, por su condición corporal diferente, siempre fue sobrepasado en mimos y complacencias por sus padres. Se crió, como decimos en la región, como “ternero a toda leche”, por su casa vio pasar a personalidades políticas, como a altos clérigos y grandes parranderos.
Fue tal vez, el mejor amigo de sus amigos, por eso hacia cosas diferentes, para complacerlos y conservar su fama. Sus parrandas babilónicas fueron famosas; en una ocasión, se ganó una gran suma de dinero, se fue a visitar unos paisanos que estudiaban en la capital del Tolima, después de complacerlos con una gran parranda, vació todo el contenido de varias tulas repletas de dinero sobre la cama donde dormía, se acostó y durmió plácidamente un sueño de hombre rico.
Sus acciones no las consideraba delictivas, eran una gracia más para divertir a sus amigos, como cuando en una hazaña sin precedente, logró quitarle una suma considerable en dólares, a un obispo amigo de su madre que se dedicaba a la compra y venta de la moneda extranjera para ganarse un caudal que no iba para las arcas de la iglesia.
Nuestro personaje era poseedor de un verbo fluido y de una inteligencia arrojada para conseguir sus propósitos, esto le sirvió para convencer a un presidente del país que era su padrino, quien, sin dudas, le facilitó en calidad de préstamo una gruesa suma de dinero autorizada por su padre para comprar unos repuestos para unas maquinarias agrícolas, como le manifestó a su padrino.
Nuestro hombre no era un delincuente que buscaba enriquecerse con sus acciones, era un quijote que buscaba un sitial de fama entre sus amigos, era feliz cuando la ciudad amanecía perturbada por sus actos.
Pero eso sí, nunca participó ni actuó contra la integridad física de nadie, tampoco utilizó la fuerza ni la violencia para conseguir lo que quería, su actuar era la astucia y la picardía para lograr lo querido.
En una ocasión se presentó en Pivijay en la casa de un gran amigo de su padre, su sola presencia entusiasmó al anfitrión para hacer un parrandón, lastimosamente el whisky se terminó, y él, sin mesura alguna, ofreció comprar dos cajas más, solo necesitaba un vehículo para traerlo, por carro no. “Ahí está mi patrol nuevecito, puede cogerlo”, confirmó el anfitrión, pasaron horas días y meses y el whisky nunca llegó, nuestro hombre en comento se paseó todo el país en el Patrol nuevo del amigo de su padre.
Murió en la soledad, abandonado por todos y sumido en la droga, era mi amigo y hoy quise recordarlo como realmente fue.
Arnoldo Orlando Mestre Arzuaga
Sobre el autor
Arnoldo Mestre Arzuaga
La narrativa de Nondo
Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.
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