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La Inmaculada Concepción y su día de celebración en Valledupar
Recuerdos de una celebración de fin de año en Valledupar (procesión del año 2012).
Sale de la iglesia del mismo nombre, en la Plaza de Alfonso López, con un paso parsimonioso. Esa noche del 8 de diciembre, es su noche. Una noche para el reencuentro y la celebración, para el festejo de quienes la alaban y la admiran a diario en Valledupar.
Desde el principio, la celebración reune a centenares de fieles. Mujeres, hombres, parejas, jóvenes, familias enteras que acompañan la imagen de la Virgen, en la semi-oscuridad de la plaza, detrás de un Padre y sus oficiantes, todos ubicados solemnemente a su alrededor.
La Virgen en lo alto, cargada en los hombros de cuatro señores, mira con ojos condescendientes y misericordiosos a sus seguidores. Todo en ella –su sobriedad, su sencillez y humildad– testimonia del milagro que se le adjudica: el salvarse del pecado original y mantenerse pura en todo momento.
A los cuatro lados de la Plaza Alfonso López, los fieles esperan con una paciencia inquieta, miran y hablan con sus amistades mientras escuchan a lo lejos las oraciones amplificadas por los altavoces de quienes acompañan a La Inmaculada.
Algunas paradas previstas en el camino –altares organizados con la mayor de las atenciones frente a algunas casas de la Plaza–, ofrecen una pausa en el camino. Un leve reposo a los fervorosos para encontrar y recibir esa gracia que exhala.
La Inmaculada es más que un ritual. Más que un gesto de comunión, más que una reverencia ante el espíritu de una mujer en las cercanías de la Navidad. Es también un sentimiento de pertenencia y de notable identificación.
La noche que sigue a la velada de los faroles o nochede velitas (y la inauguración del alumbrado del centro de la ciudad), es un momento que abarca grandes emociones, desde el máximo recogimiento hasta el más sentido júbilo.
La vuelta inicia a las 7 de la noche es el vivo reflejo de esa pluralidad e intensidad. En poco menos de 30 minutos, la Virgen recorre las cuatro esquinas de la Plaza y en la penúltima (cerca de la tienda Compaichipuco) la procesión coge un acento cada vez más vivo.
La entrada por el Concejo y la alcaldía, en la Plaza Alfonso López, confirma la aceleración de la marcha. La banda Municipal toca un tema alegre para que, de repente, y bajo los fuegos artificiales detonados desde la Iglesia Inmaculada Concepción, la Virgen baile con un movimiento de innegable regocijo.
Entonces, todo son sonrisas y aplausos. Cada detonación en el firmamento apoya las vueltas e inclinaciones de la Virgen quien, ahora, parece indicar que estaba feliz de estar aquí, de compartir ese instante y sentirse rodeada por la multitud.
La procesión termina frente a la entrada de la Iglesia, con una serenata que la encumbra como una perla única. En ese momento, el aplauso fue unánime y, en la Iglesia del mismo nombre, la Inmaculada encuentra el refugio y el descanso que se merece.
PanoramaCultural.com.co
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