Patrimonio

La feria de Magangué

Álvaro Rojano Osorio

09/07/2021 - 04:50

 

La feria de Magangué
Feria bovina de Magangué en el año 1939 / Foto: archivo Juventud por Magangué

 

Hasta mediados del siglo XIX, el brazo de Mompox o Kimbay era el cauce principal del río Magdalena. Su mayor tributario era el brazo de Morales, que penetraba frente a El Banco e iba hasta la boca de Tacaloa. Pero, cuando este dejó de ser caudaloso, el Magdalena cambió de curso, se encaminó hacia el noroeste, estrellándose contra las estribaciones de la cordillera oriental para, luego, golpear el peñón de El Banco. Otro fenómeno fue que la corriente principal del Magdalena se desvió desde el punto de la desembocadura del río Cesar, que estaba en el Salto, debajo de El Banco, hacia el brazo de Loba.

Cuando esto sucedió, las aguas invadieron los caños Comemiel, Hacha y El Guayabal, también conocido como de La Victoria, que bordea la isla de Mompox, así como la zona oriental de la isla de Guayabal o Corozo.  A partir de 1880, el río buscó otro curso, el caño conocido con los nombres de Quitasol, Rosario o de Los pescadores, que actualmente es identificado como río Grande, por donde corre el mayor caudal de agua del Magdalena

El río, prácticamente, abandonó al brazo de Mompox, con lo que la ciudad perdió la condición de puerto de grandes embarcaciones. Lo que sucedió fue descrito por Martín Salcedo Román, en una carta que dirigió al gobernador del Estado de Bolívar, señalando: “Esta ciudad antes rica y animada, hoy está decadente y empobrecida. Tiene la desgracia de haber caído en el olvido y abandonada, camina con pasos ligeros a su completa ruina” (Rojano, 2019). 

El cambio de curso del río y el que las grandes embarcaciones dejaron de surcar por el Kimbay, y lo hicieran por el brazo de La Victoria, permitió que Magangué se convirtiera en el segundo puerto en importancia, en el Bajo Magdalena, después de Barranquilla. En lo que, también, contribuyó sus cercanas relaciones con localidades ubicadas en la Sabana como: Buenavista, San Antonio, Corozal, Sincé, Galeras y Ovejas, así como las situadas en los deltas de los ríos San Jorge, Cauca y Nechí.

Magangué, que para entonces era un pueblo pequeño, de casas pajizas, se transformó en una de las localidades con mayor desarrollo poblacional del Caribe colombiano, tanto que el número de sus habitantes se duplicó entre 1850 y 1873, proceso que se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XX. Crecimiento poblacional que, también, fue dinamizado por factores como su feria comercial. 

La feria de Magangué

De los inicios de la feria, que era un medio para que los comerciantes dieran a conocer y vendieran sus productos o servicios, asegura Eduardo Posada Carbó (1998) que en 1840 ya era organizada en este lugar. Mientras que de su relevancia comercial anota el columnista David Peñas (2019) que se dio a mediados del siglo XIX, luego de coincidir con las fiestas de la virgen de la Candelaria, y de realizarse junto a la feria del corregimiento de San Antonio y la del Cristo de San Benito Abad.

Esta feria se convirtió en la más importantes del Bajo Magdalena y una de las de mayor relevancia económica en todo el río Magdalena, por lo que, hasta ella llegaban a participar comerciantes del Caribe colombiano y del interior del país. Negociantes de Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, anualmente hacían de ella un destino seguro, tanto que, en 1850, la Compañía Unida de Navegación, puso al servicio de los samarios su vapor “Estrella” para llevarlos hasta Barranquilla, donde abordarían el vapor “Cauca”. Lo que no podían hacer los cartageneros por la situación del Canal del Dique, quienes debían anticiparse, navegando, al inicio de las actividades comerciales.

Pero esta no estuvo excepta de polémicas, sucedió en 1850, debido al cólera morbo que había azotado al Caribe colombiano un año antes. Los organizadores fueron acusados de interesarse más por las especulaciones comerciales, que por el dolor de las familias que vieron morir a sus miembros debido a esta epidemia. Discusión en la que tomó parte el Semanario de la Costa, de Cartagena, advirtiendo que el húmedo y mortífero terreno que dejaba la reciente avenida del río Magdalena en Magangué, era caldo de cultivo para que las personas que asistían a este evento llevaran el germen del mal a su familia (Rojano, 2019). 

Feria bovina de Magangué en el año 1939 / Foto: archivo Juventud por Magangué

Lo que se encontraba en la feria

En la feria, que en varias oportunidades llegó a celebrarse en febrero, julio y septiembre de un mismo año, expendían: azúcar de Honda, anís de Ocaña, Ajo de Honda y Ocaña, arroz de todo el país, cacao de Ciénaga y de Chiriguaná, caucho del río Cauca. Así como café, dulces del interior del país y de Chiriguaná, oro en polvo de Antioquia, panela de Simaña y Simití, pitas flojas de Chiriguaná, sal de Zamba, sombrero de Sauza, tabaco de Ambalema, de Morales y El Carmen, suelas de Ocaña, monedas tomando por una de oro amonedado en el país que fue abundante, oro americano premio, además de plata, madera (raicilla, tolú, resina de algarrobo, que eran embarcados en el puerto para ser llevado exterior), cuero, esteras, petates, ganado, taguas (Rojano, 2019). Además, eran comercializados artículos de primera necesidad y de tradicional fabricación como: hamacas, totumas, cataures, sombreros, monturas para caballos, taburetes, artículos de hojalata.

De lo que sucedía en ella, decía en 1873 el medio periodístico El Promotor: “En Magangué se encuentra el acreedor con el deudor y nuevamente se dan y reciben lo que buscan; el costeño que solicita frutos; el negociante del interior que pide telas finas y objetos de fantasías, el mercachifle que necesita mercancía para su tienda; el capitalista que ansía colocación para sus numerarios y todos, en fin, quedan satisfecho” (Rojano, 2019).

La feria de 1874 fue una de las más exitosas debido al volumen de ventas de productos como tabaco, azúcar, cueros dulces, salados, panelas, cauchos, suelas, bocadillos de Vélez. De esto da testimonio Pantaleón Ribón –quien era agente del banco de Bogotá en Magangué– en un informe en el que, además, destaca la participaron en ella de más de diez mil personas, lo que permitió que las operaciones comerciales y de letras de cambio, superaran el millón de pesos. También menciona el incremento de las embarcaciones fluviales que atracaron en el puerto, identificando seis vapores, veinticinco botes menores y cincuenta mayores, y otras embarcaciones que cubrían los, aproximadamente, dos mil metros de costa del río pertenecientes a esta localidad (Rojano, 2019).

La importancia de la feria llevó a un grupo de comerciantes barranquilleros a promover la organización de un evento de este carácter en esa ciudad, argumentando que, de esa manera, se obviaba los costos del traslado hasta Magangué. Tras el surgimiento de Calamar a orillas del río Magdalena y del Canal de Dique, la cámara provincial decretó la celebración de una exposición comercial anual en esta localidad, quedando facultado el gobernador para escoger la fecha en la que debía realizarse.

El ocaso de la feria

Entre finales de siglo XIX y principios de XX, la feria perdió la importancia que por años tuvo, en lo que incidió, entre otras razones, la Guerra de los Mil Días, la aparición de los agentes viajeros, y la consolidación de Barranquilla como el principal puerto del río Magdalena y centro comercial del Caribe colombiano y llamada lugar cosmopolita.

Sin embargo, esto no representó un golpe para la economía local, como sucedió con Mompox cuando el río buscó por donde correr con más fuerza. Así lo plasmaba el periódico Polo Norte de Magangué a través del editorial publicado el 16 de septiembre de 1916, señalando: “No negamos a Mompox sus méritos en la historia de la patria, ni sus envidiables condiciones ediles; pero la ciudad que en otros tiempos fue la reina de la navegabilidad del Magdalena, desde que este la abandonó, comenzó a descender en su importancia; las aguas fluviales se llevaron a otra parte su comercio” (Rojano, 2019).

Cuando decayó la importancia de la feria, el puerto no solo era de esa ciudad, también de una amplia zona geográfica circundante, tanto que para los vapores era un lugar donde obligadamente debían atracar. Era, además, el embarcadero del ganado criado en las Sabanas de Bolívar, y desde allí se transportaba hasta otros puertos como Barranquilla, Puerto Berrío, Puerto Wilches o La Dorada. Según Posada Carbó (1998), solo en la década de 1920, calculan que cada año pasaron por este puerto más de cincuenta mil reses

Al tiempo que era considerado el principal centro de abastecimiento de alimentos en el Bajo Magdalena, especialmente del arroz, tanto que, en 1935, según Posada Carbó (1998), este año fueron embarcadas por este puerto, 5.592 toneladas de este producto hacia los departamentos del Atlántico, Santander, Tolima y Antioquia.

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía

Peñas, D. (2019). Magangué. Revista Credencia Histórica. Septiembre 19.

Posada, E. (1998). El Caribe colombiano. Una historia regional (1870-1950). Bogotá. El Áncora Editores. 

Rojano, A. (2019). El río Magdalena y el Canal del Dique, poblamiento y desarrollo. Editorial Universidad del Magdalena. Santa Marta.

Rojano, A. (2013). La tambora viva, música de la depresión momposina. Barranquilla. Editorial La Iguana Ciega.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

1 Comentarios


Angela Molinares 11-07-2021 08:03 PM

Excelente descripción de la actividad comercial de la época. Los lugares me son muy afectos, y esto es precisamente extraño, jamás he visitado esos lugares, pero mi padre en sus largos relatos de la geografía del río Magdalena, dejó plasmado en mi alma la añoranza y ensoñación de esos lugares remotos. Siga escribiendo primo, felicitaciones.

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