Patrimonio
De la Avenida Primera a la Ronda del Sinú: historia de una arteria principal de MonterÃa
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La Avenida Primera de MonterÃa ha tenido importantes cambios en el transcurso de la vida de la ciudad, entre otras la de su nombre.
Los primeros habitantes la conocieron por su apelativo más elemental, "Orillas del RÃo". Después, en un afán patriótico, fue bautizada como la "Avenida 20 de Julio". Y, finalmente, se le renombró como la "Avenida Primera" que hoy admira todo el paÃs.
El Puerto
En una primera etapa, aproximadamente hasta 1952, la mayor actividad del transporte de carga y pasajeros se concentró en el rÃo Sinú. Una parte se hacÃa entre las diferentes localidades apostadas en sus orillas, como Tierralta, MonterÃa, San Pelayo, Cereté y Lorica. Pero el mayor comercio a través del rÃo se hacÃa con la ciudad de Cartagena de Indias, principalmente por medio del puerto de Lorica.
El Puerto de MonterÃa siempre ha estado localizado sobre la Avenida Primera, en el tramo entre las calles 34 y 36. Inicialmente era una albarrada sobre la parte más alta de la ciudad y en donde el rÃo es más profundo. De esos tiempos queda el testimonio escrito de Luis Striffler, quien narra a su llegada a MonterÃa en 1844 y cuenta que las orillas estaban completamente sembradas en naranjos.
"De Cereté nos trasladamos a MonterÃa, último punto habitado. Este pueblo igualmente abrigado por una albarrada artificial, presenta una vista más pintoresca que los demás pueblos de la costa, que en general no se revelan al viajero más que por una aglomeración confusa de techos pajizos en que ninguna verdura alegra la pinta blanquizca o cenizosa. En MonterÃa, a lo menos, cada casa se encuentra colocada a la sombra de un bosque de naranjos. Existen tantos de éstos últimos, que las frutas de ellos sólo abastecen el mercado de Cartagena. En el tiempo de la cosecha se ven grandes embarcaciones cargadas solamente de naranjas que llegan al Zapote para de allà ponerse a la vela y seguir la costa hasta Cartagena."Â
El 20 de julio de 1938 se inauguró en el mismo lugar el nuevo puerto de atraque, un muelle en cemento con amplias escalinatas, construido por el ingeniero monteriano VÃctor Tribiño Herazo, obra que aún permanece en nuestros dÃas. Hoy, del puerto queda muy poco, y el rÃo sólo es surcado por pequeñas canoas de remos y por los planchones que hacen el cruce diario de pasajeros entre los dos sectores de la ciudad.
De esos tiempos, aún se recuerda la tragedia de la lancha Ciudad BolÃvar -antes MontelÃbano- que naufragó el 28 de septiembre de 1946 y en donde se ahogaron -entre otros- Fernando Corena Avilés, José Chaker y Everardo Cordero, con su esposa y dos hijos.
Posteriormente, con la apertura de la carretera Troncal de Occidente se abrió paso al transporte en camiones y buses, por lo que el rÃo Sinú dejó de ser la arteria fluvial del pasado.
La Vegetación
Después de los bosques de naranjos que narrara Luis Striffler, la vegetación fue sustituida por las gigantescas ceibas y bongas que se aprecian en las fotografÃas de principios del Siglo XX de Justo Manuel Tribiño.
De acuerdo con el testimonio de Jaime Exbrayat en su libro de Historia de MonterÃa, al realizarse en 1953 la pavimentación de la Avenida Primera por la firma Explánicas de MedellÃn, se tumbó el Monumento a la Bandera, regalo del filántropo Jorge RamÃrez Arjona, inaugurado el 20 de julio de 1938. Asà mismo, desapareció el separador de la Avenida en dos carriles. Y en 1955 se tumbó la última de las añosas y corpulentas bongas que existÃan en la orilla del rÃo, frente al mercado público.
Desde ese tiempo hasta mediados de los años 60s, la ribera del rÃo fue sembrada de altas palmeras. A pesar de su esbeltez, la falta de follaje de las palmeras hacÃa que la silueta de la Avenida Primera se viera raquÃtica, lo que además permitÃa la erosión por la fuerza de las corrientes del rÃo Sinú.
Quizás por eso se introdujo la guadua, una especie de bambú gigantesco americano que crece en matojos y que adornó a la Avenida Primera en toda su extensión, hasta que en 1969, el dÃa de la Virgen del Carmen, un sueste -viento del sureste- derrumbó estos colosos que se elevaban hasta el cielo. Si bien la fibra de la guadua es comparada en resistencia al acero en la construcción de viviendas, sus raÃces no se aferran lo suficiente al suelo para soportar los fuertes vientos que cada año arrasan los cultivos en el Sinú.
Si antes las centenarias bongas fueron tumbadas por la mano del hombre, esta vez los gigantescos guaduales habÃan caÃdo por la fuerza de la naturaleza. Entonces, y hasta ahora, las bongas y otras especies nativas volvieron nuevamente a ser parte del paisaje.
En defensa de la Avenida Primera
La Avenida Primera de MonterÃa es un Ãcono de la ciudad. Antes se llamó Avenida 20 de Julio, pero las últimas generaciones tienen grabadas en sus mentes el primer nombre, con el que es reconocido en Colombia el bello paseo peatonal que corre paralelo a orillas del rÃo Sinú.
Pero resulta que quienes fueron contratados para restaurar el camellón y construir obras de embellecimiento adicionales, ahora quieren cambiar el nombre de Avenida Primera por el de Ronda del Sinú.
Muchas ciudades en Colombia envidian el entorno de nuestra Avenida Primera. Ante todo, porque cuenta con un rÃo legendario, que tiene sabor a porro. Además, allà echaron raÃces unos monumentales árboles de nuestro bosque húmedo tropical, cuyos retorcidos troncos semejan brazos que quieren saludarnos.
Para quienes hicimos a la Avenida Primera el refugio nocturno para estudiar, y los que hemos caminado toda una vida a su refrescante sombra, nos causa una extraña sensación que sin fórmula de juicio le arrebaten ese nombre que está ligado a la historia Ãntima de La Perla del Sinú.
En las bancas del camellón de la Avenida Primera se ha tejido la vida de esta ciudad. PolÃticos y médicos, abogados y gerentes, choferes y hasta el Bejuquillo, la hicieron testigo y cómplice de sus ideas y deseos.
Para los habitantes de la margen izquierda del rÃo, la Avenida Primera se convirtió en la lÃnea más corta para los ajetreos de su vida diaria. A bordo de los silenciosos planchones, diariamente cruzan el majestuoso Sinú que separa y une a la Ciudad de las Golondrinas.
A las seis de la tarde, para aliviar el calor del sol de los venados, los monterianos crearon la costumbre de buscar refugio bajo las bongas de la Avenida Primera. Sin distinciones, niños y ancianos, doctores y estudiantes, ricos y pobres, todos hicieron propia a la Avenida Primera.
Sobre este caso del intento de cambiar el nombre, hay algunos estribillos de canciones populares que me parecen apropiados. Uno dice que: "de afuera llegarán, los que de tu casa te echarán". Y otro más, sentencia: "a quién se le dan las gracias, a los que vienen de afuera, o a los dueños de la casa".
Tengo entendido que no hay norma legal que haya autorizado este cambio de nombre de Avenida Primera por el de Ronda del Sinú. Tampoco se le ha consultado al pueblo monteriano su opinión sobre este cambio. Simplemente, se quiere imponer, como otras veces en el pasado, el parecer de unas personas que desconocen la historia de la ciudad.
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Carlos Crismatt Mouthon
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