Patrimonio

La gigantona en el río Magdalena, de Puerto Wilches hasta Barranquilla

Álvaro Rojano Osorio

13/02/2023 - 02:20

 

La gigantona en el río Magdalena, de Puerto Wilches hasta Barranquilla
Gigantanos de El Banco, Magdalena / Foto: El Informador

 

La gigantona, figura grande, de trasero y bustos exuberantes, que consta de un armazón de madera o varas tensadas hasta dar forma al esqueleto, vestida de larga falda de colorines y blusa (Ramírez, 2016), dotada en algunos lugares de un trozo de madera en su brazo derecho, es una de las principales animadoras de las fiestas patronales, patrias, de fin de año y carnavales, en un número importante de localidades ubicadas entre Puerto Wilches y Barranquilla. Su origen está en la Europa Medieval y renacentista, y su escenario fue el de las fiestas populares como la denominada de bobos, cencerradas, carnavales, diabladas, farsas, gangarillas y divinas, como sucedía en España y Francia, donde fue usual que fueran obligatoria en las procesiones del Corpus Christi.

A América, según algunos investigadores, la trajeron los gallegos; sin embargo, las primeras referencias en fiestas patronales, carnavales, fin de año, en localidades ubicadas a orillas del río Magdalena, datan de principios del siglo XX. Una de ella es la de El Banco, donde hace parte desde 1928 de la programación oficial de las fiestas de la virgen de la Candelaria, aunque su puesta en escena inició en 1920, después de que un miembro de la familia Aranzales la mandó a hacer, junto a dos muñecos, en Juana Sánchez. Muñecos que desaparecieron en una avenida del río, salvándose la cabeza de la gigantona, cuya temporada de baile inicia el veintitrés de enero, en la calle primera, y finaliza el tres de febrero, en la calle trece. El desfile de mayor importancia es el del veintiocho, cuando los banqueños se vuelcan a bailar en la calle Nueva.

Más abajo de esta localidad, yendo por el río grande, esta animadora de actividades festivas tiene alojo en San Martín de Loba, tradición cuyos inicios, según el escritor Carlos Salas Ramos, se pierde en el tiempo, mientras que su puesta en escena es el once de noviembre de cada año.

Entre las primeras gigantonas estuvo la de Melitona Caballero, y tras su muerte acostumbran a alquilar una en Barranco de Loba a su fabricante, el cantador Ángel María Villafañe. Esta, y otras grandes muñecas y muñecos, bailan en los desfiles que organizan cada día de novenas de esta última localidad, previas a las fiestas de la Candelaria.

Tomando por la otra cuenca del río Magdalena, en Mompox, la presencia de la gigantona se da en las fiestas patrias, cucambas, fandangos del treinta de diciembre y del cinco de enero, así como el desfile de carros alegóricos al tres de agosto. En este lugar, cuya presencia es de vieja data, estuvo en manos de la familia Vides, quien era dueña de Doña Lola, la que, además, bailaba en la fiesta que organizaban en el callejón Don Blas. La existente se llama Lorenza Rubio, nombre que le dieron los Rubio Martínez, en honor a su madre Dionisiana Rubio. Muñeca que tiene rasgos físicos de quien fuera una excelsa bailadora de porros y encargada de financiar los gastos que causaba la puesta en escena de la que era dueña.

Pero, la tradición no solo comprende a Mompox, en la isla que lleva su nombre es usual que anime las fiestas de toros y otros tipos de festejos populares. Sucede en Talaigua Nuevo, donde acompaña las cabalgatas que organizan en el marco de las fiestas patronales. En este lugar, la tradicional es propiedad de Mercedes De la Peña, la que heredó de su madre, Olga Judith. También bailan la de Edith Arce y Lucila Quevedo, los encargados de recorrer las calles cargándolas, son los bailadores de farotas.

Al otro lado del mismo brazo del río, en Guamal, la tradición de bailarla comenzó a finales de los años cuarenta, a instancias de los organizadores de las fiestas en honor de la Virgen del Carmen. Esta, desde 1968, es de propiedad del artesano Aldo Ávila Martínez, por donación que le hizo el médico Humberto Rangel. Según Aldo, en una entrevista hecha por Luis Carlos Ramírez, el primer bailador de la gigantona fue Urbano Pianeta. A esta la acompañaron por largo tiempo, en su recorrido por las calles el día de la virgen, doce muñecos alegóricos a distintos animales, el Topo Gigio. Actualmente, lo hace un enano cabezón, un descabezado, así como bailadores, además de la banda de viento 11 de enero de Murillo. Un poco más abajo del río, en Santa Ana, los eximios bailadores Elías Calderón y Aldo Durán, “el chulo”, han sido los encargados de pasearla por las calles y de encabezar la cabalgata que organizan en el marco de las fiestas del 26 de agosto. Mientras que, en San Sebastián, el 20 de enero, sale a animar el inicio de los precarnavales con su cadera ancha, su pelo largo, y sus movimientos acompasados.

Ahí cerca de donde el río se vuelve a unir, en Magangué, el origen de la tradición también se pierde en el tiempo. En los años sesenta, el 11 de noviembre, Lola y su esposo, el Gigantón, eran los principales acompañantes del pregón que anunciaba el inicio de las festividades. Para Martín Baldovino, miembro del Centro Histórico de esta ciudad, aunque esta sigue presente en la vida cultural local, ha perdido la importancia de los años 60, 70 y 80, tiempo en el que se destacaron varios fabricantes, ubicados especialmente en Yatí, Barrio Sur y Versalles, como Westón García, Marcos Quintero, Alberto e Ignacio García.

De Yatí era Cándido Palencia, conocido como Canducho, quien llevó la tradición de la gigantona y el pavo a Puerto Wilches, en el Magdalena Medio, cuando aún se aprestaba a convertirse en la estación del tren con destino a Bucaramanga. Este fue un comerciante que vio en la llegada del ferrocarril una oportunidad de trabajo, por lo que, decidió residenciarse en este lugar y hacer del treinta y uno de diciembre, después de medio día, el escogido para que esta y el pavo salieran a armar un carnaval. Después, surgió la de los Villegas, la del barrio La ciénaga, y, como lo indica, Hermes Rangel, Marcelo, hoy en casi todos los barrios hay una; sin embargo, la de los Palencia sigue presidiendo la fiesta, pues Wilfredo, quien sustituyó a su padre, mantiene vigente la tradición de su abuelo.

Volviendo al Bajo Magdalena, en Magangué, en las fiestas de noviembre, fue donde el músico y artesano Pedro Ruiz la conoció y replicó en Pedraza. La estructura la hizo con bejuco y madera, la vistió con una blusa y una falda larga, y salió a la calle con ella un veinticuatro de enero de uno de los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado. La llevó por las vías públicas bailando al son de su imaginario musical, mientras los pedraceros sorprendidos lo acompañaban, salían a las puertas, o reclamaban por qué la sacaban si atemorizaba a los niños. Al año siguiente, la junta pro-fiestas en honor a San Pablo, al contratar la banda de viento, incluyó el amenizar el paseo de la gigantona, volviéndose, desde entonces, tradicional. La hija de Pedro, Lourdes, y una sobrina, Rocío, tras la muerte de éste, son quienes la hacen. La primera fue quien, tras el éxito de la de Pedraza, fabricó la de Bálsamo y Guaquirí. Es tanta su importancia que Daudet Cantillo, otrora director de la banda 20 de julio de Repelón, le compuso una canción:

“Pedraza es un pueblo sano y bueno de toda forma, festejan a San Pablo, lo acompaña la gigantona, se ven muchachas bonitas, no tienen nada que pedir, sacando la gigantona”

Regresando al Magdalena Medio, en Simití, encontramos esta tradición en el marco de las fiestas en honor a la virgen de la Original que se realizan en diciembre. También en La Gloria, donde la bailan Carruzo y Aníbal Badillo, durante la celebración de la virgen de la Inmaculada Concepción. Igual sucede en Tamalameque donde nueve días antes del día del santo, el catorce de septiembre, se desarrollan distintos números, entre ellos el paseo de la gigantona. Pero es en Morales donde esta tiene la mayor importancia, por cuanto desde hace veinte años se celebra el festival de danzas tradicionales y gigantonas, “Morales, magia y corazón”. Del dieciséis a dieciocho de enero, gigantonas locales y que representan a otras poblaciones o ciudades, participan en este evento bailando, mostrando su vestuario, el diseño, impactando al público, como lo asegura John Fabio Morales.

Continuidad en la tradición que no hubo en Plato, donde tras la muerte de Carlos Polvé, quien era su propietario, dejó de estar presente en la procesión de la Inmaculada Concepción y en las fiestas del Caimán. Igual sucedió en Calamar, donde con el fallecimiento del profesor Botero, se dejó de ver por las calles de este lugar. Lo contrario al marchitamiento dado en estos lugares pasa en Tenerife, donde la antiquísima costumbre de bailarla en la alborada del día de San Sebastián la mantiene Freddy Arrieta. Lo que está camino a desaparecer es el bailar la maya mientras la acompañan, jóvenes y adultos, quienes, además, cantan: Se va la maya, ya se va, se va la maya.

A Barranquilla, en el delta del río, en 1929, según Ricardo Rodríguez, organizador y director de la danza Los cabezones, llegaron de Colonia, Alemania, seis cabezas de muñecos y cuatro de muñecas que había comprado e importado Celio Villalba Rodríguez, dueño de Café Almendra Tropical, para organizar una danza con sus trabajadores. Las muñecas se transformaron en gigantonas que reciben los nombres de Shakira, Carmen, María y la recoge moneda, porque tiene la mirada hacia el suelo, las que bailan en la Batalla de Flores y la Gran Parada de Tradición.

Son estructuras que, como sucede en la mayoría de las localidades a orillas del río Magdalena, pesan más de 20 kilos, sin que porten los trozos de madera que ostentan en otros lugares y con los que la cargan intentan golpear a quienes la acompañan. Son las mismas que por años animaron las fiestas patronales y los carnavales de los pueblos del ala oriental del Atlántico, cercanos de Barranquilla, donde no existe la tradición de la gigantona, como también sucede en las poblaciones ubicadas en el delta del río, lado del departamento del Magdalena.

El éxito de las gigantonas en Barranquilla y Cartagena llevó a la orquesta A No 1., a grabar, en 1958 para el sello Fuentes, la canción La gigantona, en ritmo de merecumbé, que, interpretada por Crescencio Camacho, fue un hit en las fiestas de noviembre y los carnavales. Arreglada por el maestro José Pianeta Pitalúa, director de la agrupación musical, dice: “Ahí viene la gigantona, pá las fiestas de noviembre, también pá bailar pá diciembre, carnavales como siempre. Ahí viene la gigantona para que la vea usted, ya viene la gigantona, a bailar merengue”.

Ocho años antes de este hecho musical, José Altamiranda hacía una gigantona en el barrio San Isidro, tras haberla contratado con una empresa de cervezas, luego, con el éxito alcanzado, hizo dos más, con las que se ganó ocho Congos de Oro y el derecho a encabezar, por años, los principales desfiles del Carnaval de Barranquilla, junto a las de Almendra Tropical.

De este tipo de muñecas gigantes decía Mijail Bajtin (1995) que representaban a la exageración, a la fertilidad, la superabundancia, así como a la imagen opuesta al cuerpo humano perfecto, mientras que, para José Altamiranda, en entrevista a El Heraldo, en 2015, dijo que las suyas eran unas mujeronas exuberantes como las del Caribe.

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía:

Ramirez, S. (1996). La herencia del bohemio Catalina y Catalina. Editorial Alfaguara. México. D. C.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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