Pensamiento

Globalización en el siglo XXI: la nueva ruta de la seda

Antonio Ureña García

29/05/2019 - 06:30

 

Globalización en el siglo XXI: la nueva ruta de la seda

 

A lo largo de diferentes artículos aparecidos en esta columna hemos ido perfilando el paisaje económico y social de la globalización, identificando en Latinoamérica muchas de sus características más destacadas, pues no en vano hemos señalado cómo el origen de este movimiento global de capitales y mercancias podemos localizarlo en la región.

Si profundizamos más en el análisis, nos daremos cuenta que en la perspectiva de mundo global manejada hay unas ciertas dosis de eurocentrismo. Al igual que los manuales hablan de “historia universal” refiriéndose únicamente a la historia de Europa y a la de América por su vinculación al viejo continente, los límites del mapa que dibujamos al referirnos a este mundo global, excluirían tanto a Asia como a África.

Si ampliamos nuestra concreción de tiempo y espacio, nos daremos cuenta que los movimientos de mercancias y capital se iniciaron muchos siglos antes de la apertura de cualquier ruta comercial por el Atlántico. De esta manera, en el S. II a. C., comienza a extenderse, partiendo de China, una red comercial organizada que se extenderá por todo el continente asiático, llegando a Europa. El producto que dará origen a este tráfico comercial será la seda, de moda en el Imperio Romano a partir del S. I d. C.

La denominada Ruta de la Seda perdió su importancia hacia la mitad del siglo XV, cuando el Imperio Otomano volvió a cerrar el Mediterráneo y embargaron el comercio con Oriente. Pero en la actualidad se ha revitalizado una nueva ruta comercial cuyo inicio se encuentra en China y su fin en Europa, concretamente en Madrid, después de atravesar ocho países y recorrer más de 13.000 Km., constituyéndose en la línea ferroviaria más larga del mundo. Si bien su denominación técnica sería Puente Terrestre Euroasiático, coloquialmente de denomina Nueva Ruta de la Seda.

A diferencia de épocas pasadas, no son productos de lujo los que llenan el casi medio kilómetro de contenedores que forma el convoy, pues lo hacen cargados de ropa, aparatos electrónicos y artículos de diversa índole para el consumo masivo, mientras vuelve apenas cargado con vino, aceite de oliva, jamón, productos de limpieza o cosméticos.

Como era de esperar, esta nueva ruta de la seda está cambiando las relaciones económicas en tiempos de la globalización. Desde la caída del Muro de Berlín -que señaló el fin de la llamada Guerra Fría, y con él una nueva configuración del mundo, hasta aquel  momento organizado en torno a dos grandes bloques de poder económico y político- EEUU ha mostrado su hegemonía. Sin embargo, desde hace ya algunos años, las cosas empezaron a cambiar. En este sentido, recordemos que una buena parte de la deuda de aquel país –concretamente un 18,7 %- ha sido comprada por el nuevo bloque emergente. Estamos hablando de China.

Por obra y gracia de la deslocalización industrial, la mayor parte de la fabricación mundial, desde tecnología de punta hasta productos de consumo masivo, se lleva a cabo en ese gigante asiático a bajo costo. Cuando lo producido allí se comercializaba en Occidente a precios elevados por empresas radicadas en esta parte del mundo, las cosas estaban bien. El problema ha surgido cuando son empresas de origen y capital chino las que pretenden vender sus productos en Occidente a precios más bajos.

La guerra comercial no se ha hecho esperar. Si bien en 2018, la política arancelaria de EEUU se cebó con el acero y el aluminio producido en China, lo cual afectó notablemente a países como Argentina, Brasil o México, el ejemplo más evidente lo tenemos actualmente en la tecnología y concretamente en los teléfonos inteligentes Huawei, de prestaciones similares a los vendidos por empresas europeas o estadounidenses, pero a un precio sensiblemente inferior.

El primer paso de esta guerra comercial fue difundir una serie de falsedades sobre un supuesto sofware espía instalado en aquellos teléfonos con objeto de desprestigiar la marca. Como aquello fue rápidamente desmontado, se prosiguió con el veto por parte de la administración norteamericana a dicha marca y, por último, la ruptura con Google: empresa propietaria del sistema operativo Android. De esta manera, la marca china se veía privada de dicho sistema operativo así como de actualizaciones y aplicaciones de la marca.

Pero el anterior enfrentamiento no es más que la punta del iceberg, pues en realidad se trata de una disputa por el dominio de la nueva ruta de la seda. No nos referimos ahora al ferrocarril que une Asia y Europa; nos referimos a la nueva red por donde se moverá próximamente todo el comercio mundial. Nos referimos a la Red 5G, que, según los expertos supondrá el nacimiento de un mundo hiperconectado y posibilitará nuevos modelos productivos basados en la automatización, nuevos modelos u oportunidades de negocio y, en resumen, nuevas relaciones económicas.

Estamos hablando – según datos de la Comisión Europea ofrecidos por el diario español ABC- de una inversión de 56.000 millones de euros y la creación de 2,3 millones de empleos, lo que producirá una riqueza cuantificada por dicha fuente en  más de 141.000 millones de euros.

Huawei era una de las empresas mejor posicionadas para el desarrollo de la tecnología que posibilitará la nueva red. De hecho, ha registrado hasta 2.570 patentes relativas al 5G. Si la ruptura con Google supone el hundimiento de la principal fuente de ingresos de esta compañía, los teléfonos inteligentes, su inversión en i+d+i (investigación, desarrollo e innovación) se verá reducida, dejando entonces de ser un competidor para empresas europeas como Nokia y Ericson o estadounidenses como Qualcomm e Intel.

Si la configuración de un mundo bipolar a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial o más correctamente la Segunda Gran Guerra, trajo como consecuencia la denominada Guerra Fría, a la cual nos hemos referido, la Nueva Ruta de la Seda, primero física, después virtual, está trayendo como consecuencia una nueva guerra fría comercial, por lograr una posición hegemónica en lo que ya se anuncia como la Cuarta Revolución Industrial, impulsada por la Red 5G.

 

Antonio Ureña García

Sobre el autor

Antonio Ureña García

Antonio Ureña García

Contrapunteo cultural

Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.

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