Pensamiento
La belleza de saber. La belleza de no saber
Dice Valdano, ex futbolista argentino, que decía Menotti, ex técnico argentino, que había dicho Hipócrates, filósofo y médico griego: “Quien sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe”. Desde que la leí, por allá en el año 1994, en una revista Cambio 16, creo, me pareció una frase ingeniosa, inteligente, certera además, que resumía una idea compleja de una manera muy audaz.
A Fernando Vallejo, escritor colombiano, le escuché en una entrevista, o en varias, una idea con la que, según él, se podría evitar el sufrimiento, y que, desde entonces y cada vez que lo recuerdo, me atraviesa el alma: “El mayor acto de amor hacia un hijo es no traerlo al mundo y dejarlo por siempre en la paz de la nada”. Duro.
En Lugares Comunes, película argentina del director Adolfo Aristarain, el personaje principal, un profesor universitario de literatura que acaban de jubilar de oficio -o sea, a la fuerza-, ‘regala’ en su última clase una especie de instrucción fundamental para ejercer el oficio de maestro: “Despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites, sin piedad”. Contundente.
Fernando Pessoa, brillante y desencantado escritor portugués, justamente en eso, en su inmensa lucidez, nos dejó dicho -escrito- en una de sus tantas sentencias poéticas, esclarecedoras: “La única inocencia es no pensar”. Bello y complejo.
He leído y escuchado también, hasta la saciedad, la célebre y concisa “Sólo sé que nada sé”, del filósofo griego Sócrates. Máxima que alude, principalmente, al reconocimiento que hace el sabio de la basta ignorancia humana, con una especie de humildad para aceptar el inagotable vacío de conocimiento de cuánto existe en el universo. ¿Tendrá, su célebre frase, más que una certeza, un deseo de fondo?: “Sólo sé que nada quiero saber”. Quizá.
Dijo -escupió- Charles Bukowski, escritor gringo nacido en Alemania, que “La tristeza es causada por la inteligencia. Cuanto más entiendes ciertas cosas, más desearías no comprenderlas”. Probablemente.
El saber, la belleza de saber. Y también el no saber, la belleza de no saber. ¿Opuestas? ¿Se puede elegir no saber, sabiendo? ¿No es esto un contrasentido, o una idea inalcanzable? ¿El saber nos hace mejores y por tanto menos propensos al sufrimiento, o lo contrario? ¿La inteligencia es, entonces, y realmente, el no saber? Otra vez: ¿se puede elegir esto como una opción que reduzca las posibilidades de sufrimiento?
Entonces: ¿Le hacemos caso al profesor de literatura? O ¿adherimos a Sócrates, o a Hipócrates? O ¿escuchamos a Vallejo? O ¿nos inclinamos por Bukowsky, o por Pessoa? No sé. Ustedes, ¿qué creen?
Giancarlo Calderón
Sobre el autor
Giancarlo Calderón Morón
Perro en misa
Comunicador Social de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá (2003). Ha sido colaborador en temas relacionados con cultura y entretenimiento: pintura, música, cine y televisión, entre otros, del periódico El Espectador (2012-2021). Director de trabajos audiovisuales de corte institucional (Convenio Secretaría de Salud de Bogotá - Fondo de Población de las Naciones Unidas -UNFPA- 2007-2011). Guionista y director de la serie documental “II Laboratorio de Paz” (Acción Social - Unión Europea 2008). Realizador y asistente de dirección del programa del Ministerio de Cultura “La Cultura Viva” (Virtual T.V. - Señal Colombia 2005-2006).
1 Comentarios
De acuerdo con Bukowsky, saber significa en muchos casos no creer y eso puede doler
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