Música y folclor
Grandes canciones vallenatas: Aracataca espera
Despuntaba el mes de mayo de 1974, cuando la monumental fanaticada vallenata, residente, sobre todo, en la costa Caribe y acostumbrada a recibir constantemente impactos musicales, fue sorprendida con el lanzamiento de la canción “Aracataca espera”, cuyo título llamativo cautivó enseguida la atención del sentimiento popular y pasó a convertirse en un referente obligatorio para todos los comentaristas de los temas vallenatos, apenas éstos reciben la luz de la publicidad. La canción, propiedad del recordado compositor molinero Armando Zabaleta Guevara, fallecido el 8 de junio de 2010 en Barranquilla, quien el año anterior se había hecho célebre con la composición “No voy a Patillal”, ganadora del concurso de la Canción Inédita en el Festival Vallenato de 1973, tenía como tema una crítica sutil, o más bien una sugerencia, que le hacía el compositor al destacado escritor Gabriel García Márquez, quien ya estaba bien posicionado en el universo literario, gracias a la publicación de su celebérrima novela “Cien años de soledad” en 1967.
La publicación de “Aracataca espera” coincidió con el triunfo presidencial de Alfonso López Michelsen, quien el 21 de abril de 1974 había sido elegido con “un cheque de casi tres millones de electores”, como él mismo afirmaba, y había derrotado en las urnas a los candidatos Álvaro Gómez Hurtado y María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, ambos delfines, por ser hijos de los expresidentes Laureano Gómez Castro y Gustavo Rojas Pinilla. Entonces, el ambiente triunfalista que se vivía en la región caribeña, sobre todo en la Villa del Santo Ecce Homo, debido al vínculo entrañable que tenía López con esa ciudad por haber residido allí cuando desempeñó la gobernación del Cesar y por haber sido uno de los fundadores del Festival Vallenato en 1968, hacía pensar a los vallenatos que ellos podían celebrar el triunfo, en cualquier día y a cualquier hora, porque tenían presidente de la república. Incluso, se comentó en esos tiempos que algunos amigotes del mandatario le sugirieron que “se diera el lujo de trasladar el despacho presidencial para Valledupar”.
Y por supuesto que López Michelsen también celebró su triunfo, aplaudiendo y deleitándose a sus anchas con la canción de Armando Zabaleta. En una visita que realizó a la Ciudad de los Santos Reyes antes de asumir la jefatura del Estado, tuvo la oportunidad de conocer y compartir con el compositor en una de las tantas parrandas que le brindaron en esta ciudad. La canción se metió de lleno en el corazón del nuevo presidente, que se aprendió la letra y gustaba cantarla, así como lo hacía con otras composiciones vallenatas. Y le sobraban razones para hacerlo: era amigo personal de García Márquez, tenía un parentesco familiar con él y lo había conocido en la Universidad Nacional, donde fue su profesor de Introducción al Derecho, cuando Gabito cursó su primer año de abogacía en 1947. La amistad entre el escritor y el político se consolidó tanto, que López Michelsen fue, muchos años después, el presentador, en Bogotá, de dos obras maestras de García Márquez: “El amor en los tiempos del cólera” en 1985 y “El general en su laberinto” en 1988.
La simpatía y admiración que irradió “Aracataca espera” desde su aparición en 1974 fue muy similar a la que había conquistado “No voy a Patillal” en el año anterior. Dos canciones que penetraron profundamente en el sentimiento de todos los colombianos amantes de la música vallenata. Y aunque la gente sabía que Aracataca, una pequeña población del Magdalena, era el lugar nativo del famoso novelista, la canción sirvió para que ahora este pueblo cobrara más fama y muchísimos devotos del escritor vencieran los obstáculos y se volcaran a conocerlo. Recuerdo que ese año yo me encontraba cursando mis estudios en la UPTC de Tunja, y ya la música vallenata había empezado a ganarse el afecto de los nativos boyacenses. También, en esa época, gracias a mi pasión irresistible por los aires vallenatos, yo había cultivado mi amistad con grandes amigos del Cesar: Jairo Tapia Tietjen y Álvaro Manjarrés Muegues de Codazzi, Alberto Hugo Araújo de San Diego, Freddy Zuleta Reales de Valledupar y otros valduparenses que no alcanzo a recordar.
Con hartísimo entusiasmo nos reuníamos los fines de semanas para bautizar las nuevas y hermosas canciones que lanzaba la disquera CBS en la capital de la república. Durante largas jornadas, departíamos escuchando los discos que proclamaban las grandes agrupaciones de esa época, principalmente “Los hermanos López con Jorge Oñate” y “Los hermanos Zuleta”. Por esta razón, con el propósito de difundir la música vallenata en los pueblos boyacenses, mi compadre Jairo Tapia Tietjen, amante del periodismo radial, fundó un programa denominado “Revista Vallenata”, que se transmitía por Radio Tunja todos los domingos durante dos o más horas a partir de la una de la tarde. En el transcurso de la programación, los oyentes tenían la oportunidad de hacer llamadas telefónicas y solicitar las canciones de su preferencia. Y, desde luego, durante varias semanas, por no decir meses, “Aracataca espera” fue la canción más solicitada por los radioescuchas tunjanos y por los habitantes de muchos pueblos cercanos que sintonizaban el programa.
También, me es grato recordar que “Aracataca espera” logró calar tanto en el sentimiento de la colectividad vallenata, que la gente se aprendió la letra y la cantaba, la tarareaba o la silbaba con mucha emoción a cualquier hora y en cualquier lugar. Además, fueron muchísimas las personas que cuando la deseaban mencionar decían: “La canción de García Márquez” o “La canción de Cien años de soledad”, ignorando por completo el nombre de su reconocido compositor. Una anécdota recuerda que, en una ocasión, un periodista le preguntó a García Márquez: “Maestro, ¿qué opina usted de la canción que le compuso Armando Zabaleta? Gabito no vaciló en responder: “En Aracataca tienen que levantarle una estatua a Zabaleta”. La respuesta del escritor motivó tanto al compositor que con frecuencia solía visitar a Aracataca, donde era recibido con aprecio y venerado por todos los cataqueños. En el fondo, la población le agradecía la crítica que exponía en la canción y esperaban que el escritor, en cualquier momento, respondiera positivamente con el pueblo.
Pero, según los comentarios, el pueblo cataqueño se quedó esperando y cada vez existían más razones para afirmar que Armando Zabaleta acertó con la escogencia del título y con el desarrollo temático que planteaba en la canción. Sorprendió, asimismo, que Gabito no le prestara atención a la crítica zabaletista y solo se limitaba a escuchar y gozar el texto de la composición cada vez que visitaba a la capital mundial del vallenato o en cualquier otro lugar donde tuviera contacto con la música de acordeón. Y ni siquiera cuando ganó el Nobel en 1982, ocho años después de haber salido la canción, utilizó sus influencias para darle respuesta a los cuestionamientos del compositor. Visitó a Aracataca en 1983, y, como era de esperarse, el pueblo lo recibió con papayeras y conjuntos vallenatos, y lo aclamó como su hijo más ilustre. Activaron y pusieron en funcionamiento una vieja locomotora, que estaba en desuso desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía, para que Gabito llegara a su tierra en tren y recordara los viajes que hacía en su infancia al lado de su abuelo.
La visita demoró dos días que solo alcanzaron para protagonizar una buena parranda, sazonada con suculentos sancochos, carne de chivo asada y ron caña, el trago de su preferencia, según solía decir. También sirvió la visita para estampar autógrafos en las tarjetas y libros de su autoría que le llevaban los curiosos. A los dos días, estragado por la parranda, se sacudió los pies, se embarcó en el tren de regreso, hizo una cruz con la mano derecha y se despidió de Aracataca para nunca más volver. Casi de treinta y dos años después murió en Ciudad de México, asediado por el Alzheimer y olvidado por completo de su natal Aracataca. Zabaleta, por su parte, se sentía orgulloso de la composición, y no vacilaba en cantarla cada vez que se encontraba en alguna velada parrandera o en una presentación musical. Era feliz cantando: “Al escritor García Márquez / hay que hacerle saber bien / que uno la tierra donde nace / es la que debe querer. / Y no hacer como hizo él / que su pueblo abandonó / y está dejando caer / la casa donde nació”.
Los presentes lo aplaudían y lo acompañaban en el coro, y el compositor continuaba: “En Aracataca está / ese viejo caserón / a donde nació el autor / de Cien años de soledad. / Y hoy tiene publicidad / por su famosa novela / ni así él ha sido capaz / de hacer nada por su tierra”. Después de una hermosa entrada musical, la letra de la canción se tornaba más incisiva contra el escritor: “Al escritor García Márquez / le han regalado dos premios / y no ha sido capaz de acordarse / de Aracataca su pueblo. / En vez de darle un colegio / que necesita su tierra / lo que hizo fue dar un premio / que se ganó en Venezuela”. Los aplausos no se hacían esperar y, entonces, la crítica de Zabaleta alcanzaba su máxima expresión: “El que lo ha sabido hacer / sin ser un hombre eminente / ha sido Kid Pambelé / con San Basilio de Palenque. / Que apenas se hizo influyente / y empezó a ganar dinero / habló con el Presidente / y le dio luz a su pueblo”. Y finaliza la canción una secuencia de notas melodiosas que motivan el espíritu y causan profundo deleite emocional.
La versión original de “Aracataca espera” fue interpretada por el conjunto de “Los hermanos López con Jorge Oñate”, cuando esta agrupación atravesaba la línea de mayor esplendor y prestigio musical en la década de los años setenta, época que ennoblecieron con el lanzamiento de nueve long plays, donde todas las canciones incluidas merecieron la categoría de excelentes. Apareció en el álbum “Fuera de concurso”, acompañada de otros temas que hicieron historia y penetraron profundamente en el corazón de los amantes vallenatos. Entre ellos recordamos “La loma” de Samuel Martínez, “Dos rosas” de Freddy Molina, “A través de los años” y “Adiós amor” de Emiro Zuleta, “El historiador” de Raúl Garrido y “El compadre Tomás” de Rafael Escalona. El título del long play “Fuera de concurso” obedeció a los numerosos premios y reconocimientos que había obtenido este conjunto: “Reyes vallenatos” en 1972, el Festival de Orquestas, el Congo de Oro, el Carnaval de Barranquilla, la Feria de Cali y un Disco de Oro de la disquera CBS por las ventas millonarias.
No obstante, los amantes de la música vallenata, en especial, quienes tenemos la particularidad de analizar la melodía de las canciones, sabemos de sobra que la belleza de “Aracataca espera” se fundamenta en la atracción musical que despierta Miguel López, considerado uno de los mejores acordeonistas, apenas arranca la ejecución de este fabuloso instrumento. Y durante todo el recorrido musical, sobre todo, en los espacios interestróficos, el concierto de notas largas y cortas y el manejo de los bajos, causan en los oyentes un deleite emocional irresistible. Todo este embrujo musical se armoniza con la hermosa y exquisita voz de Jorge Oñate, hoy lamentablemente fallecido, quien tenía la virtud de modular la voz imprimiéndole colores diferentes. Por esta razón, cada vez que tenemos la oportunidad de escuchar a “Aracataca espera”, aplaudimos a Armando Zabaleta, nos deleitamos y complacemos nuestros gustos musicales… y revivimos aquellos hermosos tiempos, cuando fuimos sorprendidos con el lanzamiento de esta inmortal canción.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
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