Pensamiento
¿Será la herencia colonial?
A lo largo de estas páginas, nos hemos referido en difrentes ocasiones a la importacia de la Conquista y la Colonia en la configuración de la Historia y realidad actuales en la región. Igualmente, hablamos de cómo, en muchas ocasiones, se recurre a la herencia colonial para explicar situaciones que, en realidad, poco tienen que ver con tiempos pasados.
Actualmente, se ha desarrollado la tendencia, en diferentes países del subcontinente, a la autoproclamacion de presidentes o presidentas del país sin ningún tipo de refrendo electoral; sin haber sido elegidos o elegidas por nadie. Este proceder nos recuerda bastante la situación del jefe del Estado español: el cual tampoco ha sido votado por nadie. Lo mejor del caso es que, sin haber sido elegidos por sufragio alguno, insistimos en ello, unos y otros se definen a sí mismos como garantes de la democracia. O todos los manuales, legislación y demás literatura sobre el tema están equivocados, o la esencia de la democracia son precisamente las elecciones.
Hace un año hablábamos sobre la legalidad y legitimidad de la proclamación de Guaidó como presidente de la república de Venezuela, que se asemejaba mucho a un intento de Golpe de Estado con el llamamiento a las fuerzas armadas para secundarle. Si en el caso del país caribeño había alguna duda, la misma se disipa en el caso de Bolivia.
Mientras la comunidad internacional mira para otro lado, Jeanine Áñez, la autoproclamada Presidenta de Bolivia, el 11 de noviembre de 2019, inicia una brutal represión contra la población civil que se manifestó en su contra, llegando a autorizar la participación de los militares en el restablecimiento del orden público, quedando eximidos por ley de responsabilidad penal en sus acciones. Pese al elevado número de muertos y heridos, las intenciones de la presidenta de facto eran, según sus propias palabras, “pacificar y unir a todos los bolivianos”. Puestos a hablar de paralelismos, dicha frase y dichas intenciones, nos recuerdan bastante a las que, en 1936, pronunció el General Franco, quien ejerciera una sangrienta dictadura en España durante casi 40 años: “salvaré a España del marxismo cueste lo que cueste. No me importaría matar a media España si tal fuera el precio a pagar para pacificarla”. Es decir: imposición de la paz a fuerza de represión. Muy democrático todo ello...
Lo que vino después es conocido por lectores y lectoras: España ostenta el terrible record de personas desaparecidas en el mundo, después de Camboya. Una vez acabada la guerra (1936-39); una vez que -parafraseando el título de la novela del escritor adepto al régimen del General Franco, José María Gironella- hubo “estallado la paz”, se desarrolló un trabajo de exterminio sistemático de cualquier opsitor al régimen impuesto. De la misma manera, en Bolivia, una vez el gobierno autoplocamado se hizo cargo de poder, comenzó a desarrollarse por parte de las clases urbanas altas y medias del país andino, la caza del indio; de todos estos indios que osaron construir una democracia intercultural con igualdad (Nueva Tribuna, 22-11-19) Todo ello con el beneplácito, cuando no la colaboración, de las fuerzas de orden público y el ejército. Mientras tanto, por supuesto, los organismos internacionales guardan silencio.
Si no eliminarlos físicamente, sí “quitarlos de la circulación” encarcelando a los dirigentes opositores, ha sido una práctica también habitual en el subcontinente. Recordemos la maniobras de Bolsonaro, un mes después de su victoria en las elecciones brasileñas celebradas de 2018, con el procesamiento de los exmandatarios Lula da Silva y Dilma Roussell, que fueron calificados como “Golpes de Estado”, por la escasez o irrelevancia de las pruebas apuntadas. Es otro tipo de golpe de estado, también de manual, que ha sido definido por el filósofo y politólogo norteamericano Gene Sharp como “Golpe suave” o golpe blando. En el otro extremo ideológico, Chávez y Maduro procedieron de igual forma con los líderes opositores. Y es que las dictaduras, sea cual sea su signo ideológico, tienen una cosa en común: son dictaduras.
Volviendo al título del presente artículo, donde nos preguntábamos con ironía si esta tendencia autocrática que se está desarrollando en la región sería producto de una transnochada herencia colonial, nos contestamos a nosotros mismos con el título de otro artículo publicado en Panorama Cultural, y dedicado al análisis de la citada victoria electoral de Bolsonaro. De esta manera, no se trata de ninguna herencia colonial: es el fascismo que viene. Si bien, en Venezuela, el pretendido giro a la derecha tiene un carácter menos exacerbado, en el caso de Bolivia es más que evidente. Si la mencionada caza del indio no fuera suficiente, recordemos el críptico gesto de la mano efectuado por todos los ministros del nuevo gabinete en su toma de posesión: un símbolo incluido por la estadounidense Liga Antidifamación (ADL por sus siglas en inglés) en su lista de símbolos de odio, al ser utilizado por los supremacistas blancos. Dicho gesto consiste en realizar una W y una P con la mano derecha, haciendo alusión a las siglas de White Power, o poder blanco, en español.
Otra vez podemos encontrar un cierto paralelismo entre las dos orillas atlánticas. La antigua metrópoli ha visto con estupor cómo, en las últimas elecciones, el partido ultraderechista Vox – quien, a través de su parafernalia iconográfica y su discurso político, ensalza el franquismo – se convertía en la tercera fuerza en cuanto a número de escaños en el Parlamento. Sin embargo, dicho paralelismo no explica este virus autocrático que invade Latinoamérica y tampoco esa herencia colonial que decíamos irónicamente ¿Cuál es entonces el motivo?
La respuesta es evidente: los recursos naturales. Venezuela tiene petróleo. Recordemos que, utilizando los beneficios del mismo, Chávez creó proyectos para reducir la desigualdad del país. Chávez estorbaba como ahora estorba Maduro, con independencia de la situación económica a la que han conducido a su país; una situación mejor que la de otros lugares del mundo donde los dictadores se mantienen gracias al apoyo del llamado primer mundo. Brasil posee un vastísimo territorio para la plantación industrial de soja, lo cual señalábamos como explicación de los recientes incendios en el Amazonas. ¿ Y Bolivia ? Bolivia tiene el depósito de litio más grande del mundo; casualmente, en una región que se hizo famosa en tiempos de la colonia por el saqueo desarrollado: Potosí. Dicho depósito se encuentra bajo el Salar de Uyuní y en los alrededores del mismo. El gobierno de Morales había firmado contratos con la empresa alemana ACI Systems y la empresa china Xinjiang Tbea Group-Baocheng que aportarían a la región, de mayoría indígena, el 3% del total de los beneficios generados, con el compromiso de invertirlos en desarrollo local. Recordemos que el litio es un producto fundamental para la fabricación de las baterías de vehículos electricos; de aquí la importancia geoeconómica de la región. ¿Cómo consentir que sea mayoría indígena del país y no la minoría blanca quienes se vean beneficiados por tan suculento negocio?
Según vemos, pese a lo irónico del título, sí hay algo o mucho de la mentalidad o herencia colonial en este giro a la derecha: la apropiación de recursos naturales que legítimamente pertenecen, no a la minoría blanca sino a toda la población, que mayoritariamente se corresponde con los pueblos originarios y no con los descendientes de los criollos, a su vez descendientes de los colonizadores que desde siempre han esquilmado la riqueza del subcontinente.
Antonio Ureña
Sobre el autor
Antonio Ureña García
Contrapunteo cultural
Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.
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