Opinión

¿Por qué le temen a la Paz?

Diógenes Armando Pino Ávila

07/08/2015 - 05:40

 

Si hay algo que le admiro al presidente Santos es su persistencia en lograr la paz del país, pues no es fácil levantarse todos los días con la idea fija de lograr un acuerdo de paz con la guerrilla, y no lo digo por los tropiezos conceptuales e ideológicos que deben darse entre los negociadores del gobierno y la insurgencia en La Habana, ya que si son enemigos y tratan de hallar un punto intermedio entre las dos posiciones es normal que se den choques y antagonismos en los planteamientos, creo que eso es superable.

El gran problema, la gran zozobra del presidente, debe sentirse con la cantinela ultraderechista del senador Uribe y sus áulicos que cada día salen a denigrar del proceso de paz, me refiero a Uribe, Paloma, Cabal, José Obdulio, Rangel, Ordóñez y otras especies menores que día a día en forma reiterativa como aves agoreras de desastre y muerte salen a la prensa a mostrar su odio visceral y sus temores en contra de la paz.

No hay día en que no salgan a mostrar sus torvas intenciones guerreristas y a quejarse por lo bueno y por lo malo. Se quejan por todo, algunas veces con razón, pues en esta guerra degradada y demencial de más de cincuenta años ocurren cosas que no deberían suceder, atentados, muerte, destrucción, masacres, secuestros, extorsiones y mil males más, pero que deben ser tratados y analizados sin los aspavientos de polítiqueros y monotemáticos como los tratan, pues todos sabemos que las reglas de juego trazadas por el gobierno fueron las más difíciles: negociar bajo el fuego cruzado de la guerra. Y cuando hay guerra, sobre todo guerra de guerrilla, se dan estos casos y estas aberraciones; para terminar con eso es que se negocia.

Uribe y su séquito exageran la nota pues es tal su aversión hacia la paz que no sólo se quejan de lo malo que tiene esta guerra demencial sino que en su afán de protagonismo y su desmedido deseo de que al gobierno le vaya mal, es que de mala fe entran a atacar los pasos favorables de paz que se están dando y si la guerrilla manifiesta su deseo de anunciar un cese unilateral de fuego para bajarle la intensidad al conflicto, ellos, los uribistas pura sangre, se rasgan las vestiduras, pues le parece malo y presentan ante la opinión pública este gesto como una estrategia para posicionarse en los territorios con fines de tomarse el poder, como si ese no hubiera sido desde siempre uno de los objetivos de la guerrilla.

No miran el lado positivo de que gestos como estos son los que bajan la intensidad del conflicto y permiten que el número de muertos, de víctimas, no aumente; y en ese afán de presentar como malo todo lo que se de en este proceso de paz, utilizan estrategias burdas y ridículas donde no tienen ningún asomo de vergüenza al mentirle al país para presentar como tragedia cualquier caso, y así, si se muere un soldado por infarto, si le da uñero a un policía, si la apéndice de un coronel se inflama, si la abuela de general sufre de aneurisma, inmediatamente salen a los medios a denunciar el hecho como aberrante, culpan a la guerrilla y señalan a Santos como un traidor.

¿Por qué estos señores le tienen tanto temor a la paz? Se me ocurre pensar que en un escenario de postconflicto, cuando, por lo menos, la guerrilla de la FARC se desmovilice y abandonen sus acciones guerreristas y las otras guerrillas y demás actores del conflicto negocien la paz y se comience a desarrollar los procesos de justicia verdad y reparación, donde el país exija que la contraparte sea sometida también ante los estrados judiciales y tengan que responder por paramilitarismo, despojos de tierra, desplazamiento forzado, falsos positivos, desaparición forzada y demás aberraciones que sucedieron o fueron causadas por los propiciadores de la guerra y sus elementos armados, tendrán estos señores que salir a responder por su participación soterrada y explicita en esta contienda y tendrán que sentarse en el banquillo de los acusados a contar sus crímenes cometidos directa o indirectamente por ellos y el país sabrá la verdad que siempre se ha callado.

Se sabrá de los muertos de La Escombrera, de las motivaciones del caso de El Salado, Chengue y tantos otros sucesos que avergüenzan al hombre civilizado, se sabrá sobre la participación de agentes del gobierno en esta guerra fratricida, se conocerán sus turbios intereses, razones y motivaciones.

El país conocerá de la baja condición de quienes enmascarados desde el gobierno delinquían amparados en el desorden y la zozobra que ocasionaba esta guerra y entonces sabremos a que le temían y a quienes trataban de proteger con su actitud. No encuentro otra razón para oponerse a que se den los diálogos y que se logre la paz, pues si la guerrilla está mintiendo, si sus intenciones no son leales, siempre habrá la posibilidad, los medios y la voluntad de que el ejército y la policía los combata y que si no terminan con ellos por las armas, por lo menos los persigan y los arrinconen en las selvas.

¡La paz es posible! ¡La paz es un derecho!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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