Música y folclor
Autenticidad vs Comercio: dilema histórico del vallenato
Con una premiación superior a los 147 millones de pesos, el Festival de la Leyenda Vallenata es hoy por hoy un evento de indiscutible éxito comercial sin parangón en cuanto a los demás festivales musicales realizados en Colombia.
En los 45 años de trayectoria, se ha superado ampliamente su propósito inicial, planteado por Alfonso López Michelsen en 1967 como gobernador del recién creado departamento del Cesar. Justamente, el ex-presidente tuvo con el Festival la intención de darle proyección nacional al departamento y la ciudad de Valledupar [1].
En la realización de tal propósito, fue de primer orden la labor emprendida por Consuelo Araújo, quien se encargó de la organización del Festival desde su primera edición en 1968 y pocos años más tarde, en 1973, de la publicación del libro “Vallenatología, orígenes y fundamentos de la música vallenata” [2], piedra angular de una serie de publicaciones relacionadas directamente con el vallenato, visto desde una perspectiva canónica y purista [3].
Junto a los libros “Escalona, el hombre y el mito”, original de 1998, y “Lexicón del Valle de Upar – voces, modismos, giros, interjecciones, locuciones, dichos, refranes y coplas del habla popular vallenata”, de 1994, “Vallenatología…” hace parte de la compilación titulada “Trilogía vallenata”, obras de Consuelo Araújo publicadas por el Ministerio de Cultura y la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata en 2002, luego del triste asesinato de Araújo el año anterior.
Llama la atención un aspecto de esta reedición, por el sentido antagónico creado con el paso de los 30 años que transcurrieron desde la publicación original de “Vallenatología…”. A manera de prólogo, el tomo compilatorio incluye las palabras pronunciadas por el entonces presidente de Colombia, Andrés Pastrana, en la inauguración de la edición 35 del Festival, el 26 de abril de 2002, realizada también en homenaje a Consuelo Araújo. Por su parte, la reproducción de “Vallenatología…” incluye una de sus dos “cartas prólogos” originales de 1973, aquella escrita por Guillermo Abadía Morales.
Reconocido folklorista colombiano, para el año 1973 Abadía Morales se encontraba vinculado a la Radiodifusora Nacional de Colombia. Desde allí difundía su trabajo, con programas que además fueron base de sus dos principales publicaciones escritas, realizadas en esos mismos años: “Compendio general de folklore” (1970), “La Música Folklórica Colombiana” (1973).
El pensamiento de Abadía se circunscribe en la orientación nacionalista colombiana, característica de las décadas centrales del siglo XX. Citado por Goubert en las notas que acompañan el disco homenaje a Abadía por su labor en la Radiodifusora Nacional de Colombia, el folklorista escribe: “para afirmar nuestra personalidad de país particular… para exaltar nuestro patriotismo de forma consiente… nada más adecuado y racional que el estudio del folklore patrio”.[4]
Este enfoque llevó a Abadía a desarrollar una noción de purismo y autenticidad en relación con la diversidad cultural colombiana y es sobre esos derroteros que escribe su “carta prólogo” para la obra de Araújo. Luego de introducir sus palabras, Abadía realiza una revisión de la obra en sus componentes principales. Aunque cuestiona algunos, opta allí por dar una solución “salomónica”, frente a ciertas inconsistencias de “Vallenatología…”.
Pero es la sección final lo que aquí interesa, y tiene que ver con el desarrollo que tuvo la música de acordeón, desde el momento en que fue denominada “vallenato”, hasta su éxito comercial actual, proceso del cual se lamentaba ya en el 73 Abadía Morales, congraciándose en ese sentido con las palabras de Araújo en su libro. Por contraste, en homenaje a la misma Araújo, Pastrana celebra con efusividad el desarrollo comercial del vallenato.
Purismo/Autenticidad versus Comercialización/Universalización:
ABADÍA: “Se duele Ud., con la más justa razón, de que al irse perdiendo lamentablemente el funcionalismo lógico de los cantos vallenatos vayan tomando una filosofía de ‘festejo’ o ‘recreación’… He visto con gran placer que Valledupar, a través de usted, ha sacado a flote su empeño de salvar su patrimonio musical ‘parándoles el macho’ a los guitarristas a lo Bovea y ya no vemos con la indignación de antes el destierro de la trilogía sacramental –acordeón, caja y guacharaca- fuera de la cual no hay vallenato. Ahora sólo falta acabar con las que usted muy justamente llama distorsiones del vallenato y la creciente comercialización del mismo”.
PASTRANA: “Hoy mismo estoy sancionando la ley que declara el Festival Vallenato como patrimonio cultural de la nación… ¡También estaría muy feliz Consuelo al saber que su vallenato se ha vuelto un producto de exportación y un factor de desarrollo gracias al clúster de la Cultura Vallenata que firmamos el pasado 15 de marzo en el Encuentro de Competitividad de Santa Marta!”
ABADÍA: “Cabría preguntarnos, para tranquilizar la desazón de la autora, hasta dónde puede llegar la ‘universalización’ de una tonada o aire. La música en sus aires particulares se universalizaría si fuera adoptada en el mundo, cosa que no puede ocurrir sino en casos extremos, porque las tonadas son expresiones de pueblos diferentes que sólo tienen coincidencias ocasionales. En cuanto al otro factor de binomio canción (música y letra), es decir, a los textos literarios, tampoco se universaliza, porque lo que se canta en los paseos y merengues es la historia local, provinciana, la pequeña historia lugareña, característica de allí y no de todo el mundo…
PASTRANA: “No exagero si digo que fue la Cacica la que sacó al vallenato de las fronteras del Caribe colombiano y lo llevó a pasearse con orgullo por todo el mundo. Ahora lo cantan Juan Manuel Serrat y Paloma San Basilio. Ahora lo corean en otros idiomas. Ahora se ha ganado un ‘Premio Grammy’ en la figura internacional de Carlos Vives. Ahora se ha vuelto el favorito de los líderes mundiales, como Bill Clinton, quien nunca deja de mencionarme su gusto por la actuación de los niños vallenatos a los que tanto promovió Consuelo, los mismos que la emocionaron hasta las lágrimas cuando hicieron sonar sus acordeones en la Casa Blanca”
Turismo:
ABADÍA: “Otra cosa son las deformaciones de tipo turístico –de las que abomina la autora, con todo nuestro aplauso- y que afectan a todas las músicas folclóricas del mundo, pero a sabiendas de que todo lo que padece esa deformación o adulteración deja de ser lo que era y pasa a ser otra cosa; y eso es lo normal en el proceso de la dinámica social… Cuando Bovea lleva a la Argentina lo que él cree que son aires vallenatos lo que está haciendo es mostrar una deformación del aire vallenato, violentando la organología propia hacia unos timbres instrumentales que no le corresponden como son los de las guitarras.
¿Qué ha quedado de estas universalizaciones? Nada. Adelante, pues, querida amiga, en su campaña por la autenticidad del folclor vallenato, que es la causa del pueblo y que representa la defensa del patrimonio cultural de nuestra Patria.”
PASTRANA: “Mediante el trabajo conjunto del Ministerio de Comercio Exterior, el Ministerio de Cultura y el Comité Asesor Regional de Comercio Exterior del Cesar con las empresas del sector privado, las universidades y las autoridades regionales, vamos a hacer de la parranda vallenata un producto turístico y a volver competitivos los productos vallenatos culturales en el mercado internacional ¡Este es un reto que debemos asumir entre todos, para que el mundo entero sepa que Valledupar y el vallenato son símbolos de lo mejor y lo más autóctono de Colombia!”
Con esta última frase de Pastrana se expresa el gran conflicto, en relación con la última frase citada de Abadía. La lucha emprendida por el folklorista desde los años 40 del siglo XX, produjo una noción de “lo autóctono” soportada en una serie de elementos o prácticas, como aquella “sacramental trilogía” de caja, guacharaca y acordeón, a los que se quiso suprimir de un proceso histórico. Y con ese propósito emprendió carrera el Festival. Aún hoy, el mantenimiento del formato “sacramental” es una de sus banderas.
Pero si bien Abadía vio como opuesto su propósito al desarrollo comercial, con el paso de los años aquellos “sacramentos” lograron aunar recursos del Estado y la empresa privada para los cuantiosos reconocimientos que hoy disfrutan, entre otros, los “Reyes Vallenatos”. A través del Festival, el discurso de autenticidad supo incrustarse en el mercado, a pesar de todos los cambios ocurridos con la música y su contexto.
Abadía y Araújo elevaron sus lamentos en el 73 por el ya evidente desarrollo comercial del conjunto de géneros, que paradójicamente, de acuerdo con Pastrana, fue propiciado por la misma Araújo. Se lamentaban los folkloristas de los efectos de la industria discográfica. Pero su desarrollo trajo consigo no solo el “Premio Grammy” que celebra Pastrana, sino un híbrido que permite el mantenimiento de la “trilogía sacramental” en el escenario del Festival, las playas del Caribe Colombiano y las calles de ciudades del resto del país, con sus bares y parrandas.
Otra cosa es la sonoridad de la proyección mediática del vallenato, sujeta por un lado al formato orquestal o de “combo” que desarrolló la industria discográfica multinacional desde mucho antes del libro de Araújo y del surgimiento del Festival, y por otro sujeta también al influjo del pop latino. El mismo Pastrana expone el caso de Carlos Vives al cual habría que sumar todos los derivados.
En este confuso ámbito, desde el discurso oficial en los albores del siglo XXI, el vallenato sigue siendo “lo más autóctono de Colombia”.
JOSÉ PERILLA
[1] Entrevista a Consuelo Araujo realizada por Carlos Melo Salazar en 1988. Un fragmento en relación con el origen del Festival de la Leyenda Vallenata y su naturaleza se incluyó en uno de los programas realizados por Carlos Melo en 2002 para la Radiodifusora Nacional de Colombia. Archivo de la Fonoteca de Rtvc. Disco compacto 14729
[2] Araujo, Consuelo. “Vallenatología, orígenes y fundamentos de la música vallenata”. Ediciones Tercer Mundo. Bogotá: 1973.
[3] Ver Bermúdez, Egberto, “Detrás de la música: el vallenato y sus ‘tradiciones canónicas’ escritas y mediáticas”, en El Caribe en la nación colombiana - Memorias X Cátedra anual de historia “Ernesto Retrepo Tirado”, Ministerio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe Colombiano, eds., 2005, pp. 476 – 516.
[4] Goubert, Beatriz. “Por los caminos del folclor… una lectura en el nuevo siglo”. Notas del disco “Homenaje a Guillermo Abadía Morales – Cursillo de folklore”. Radio Nacional de Colombia. 2009
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